De acuerdo con los datos del INEGI, al cierre del mes de mayo habría 2.49 millones de personas desocupadas; el 27.9% de quienes tienen una actividad laboral lo hacen en condiciones de informalidad; la tasa de crecimiento promedio en los últimos 6 trimestres es de 1.2%, la tasa de crecimiento en la afiliación al IMSS cayó de 3.5% a 2.9% en el último año; mientras que el ingreso salarial per capita decreció de $1,326 pesos mensuales en el primer trimestre del 2013, a $1,230.80 en lo que va de este 2014.
Definir el propósito general de una economía depende de la visión de poder y, con ello, de la visión social que transporta quien tiene la responsabilidad de tomar y diseñar las decisiones para el Estado. En esa lógica, puede asumirse que la principal tarea de la economía es mantener los equilibrios macroeconómicos y mantener los márgenes necesarios para que el Estado sea el facilitador o promotor del mercado.
Desde la otra orilla, hay quienes pensamos que la principal tarea de la economía consiste en generar las condiciones para garantizar crecimiento sostenido y distribución equitativa de la riqueza; es decir, que el Estado puede y debe intervenir en los procesos de los mercados a fin de garantizar equilibrios, frenos a la voracidad desmedida de los privados, y generar mecanismos de redistribución del ingreso, que se traduzcan en un robusto Estado de bienestar.
Lo segundo exige en consecuencia, como un elemento insustituible, una economía capaz de garantizar el acceso a empleos dignos a las personas; es decir, empleos que le den a las personas la capacidad de acceder a salarios suficientes para la garantía de sus derechos humanos, así como a las prestaciones que establece la Ley como garantías mínimas de acceso al empleo.
De manera preocupante, en el caso mexicano enfrentamos un doble problema: por una parte la economía no ha crecido lo suficiente desde hace al menos 30 años; y por la otra, como derivación de lo anterior, se ha desestructurado el mundo del trabajo, a tal grado que hoy los grandes retos a vencer son el desempleo y la ocupación informal.
¿Cuál es la magnitud?
De acuerdo los datos que proporciona el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), a través de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), los datos preliminares del mes de mayo de este año, muestran que la tasa de desocupación se ubicó en 5% respecto de la Población Económicamente Activa (PEA).
Lo anterior implica, en números absolutos, una cifra de 2.49 millones de personas que se encuentran en condiciones de desocupación, registrados en el primer trimestre del 2014, en el cual se registró una tasa de desocupación, según los datos del INEGI, de 4.83% de la PEA.
Debe señalarse que el “pico más alto” registrado en la tendencia de la desocupación, se registró en el tercer trimestre del 2011, en el que la desocupación afecto, como promedio en el trimestre, a un total de 2.78 millones de personas; los otros trimestres en los que se han registrado los más altos valores son el tercer trimestre del 2010 y el tercer trimestre del 2013, en los que se contabilizaron 2.74 y 2.73 millones de personas desocupadas, respectivamente.
Lo anterior tiene como causa la persistencia de una elevada tasa de desocupación, que de acuerdo con las tendencias identificadas, muestran un estancamiento que tiene además un comportamiento estacional. Por ejemplo, si se piensa en el mes de mayo de los últimos 7 años, lo que se encuentra es que el promedio de la tasa de desocupación para este mes es de 4.79% respecto de la PEA, con la anotación de que la tasa de mayo del 2008 fue de 3.24% de la PEA.
Así, las tasas registradas para este mes son las siguientes, como porcentaje respecto de la PEA: 2008, con 3.24%; mayo del 2009 con 5.31%; mayo del 2010 con 5.13%; mayo del 2011, 5.20%; mayo de 2012, con 4.83%; mayo del 2013 con 4.93% y; mayo del 2014 con 4.92%.
Estos datos permiten sostener que estamos ante un problema de estancamiento estructural, pues se si lleva a cabo el mismo análisis, mes por mes, respecto del señalado indicador, se encontrarán tendencias similares, que no son sino el reflejo de la crisis en que se encuentra nuestro modelo de desarrollo.
La informalidad: síntoma de la fractura
De acuerdo con los datos del INEGI, la tasa de ocupación en el sector informal presenta niveles por demás preocupantes desde hace al menos 7 años. Para el primer trimestre del 2014, el INEGI estima que el 28% de la población ocupada lo estaba en actividades sin establecimiento fijo, sin contrato ni sueldo fijo ni prestaciones de ningún tipo.
Como todo en México, este indicador tiene expresiones regionales sumamente distintas, resultando que el peor estado es Tlaxcala, con un 39.1% de su población ocupada en el sector informal; le sigue el estado de Guerrero con un 36.3%; en tercer sitio están Morelos y el Estado de México, con un 35.7% cada uno de ellos; le sigue Hidalgo con un 34.7% y en quinto sitio Oaxaca, con un 34.3%.
Otras entidades con porcentajes de trabajadores informales por arriba del 30% de la PEA son: Michoacán, con el 33.6%; Yucatán con el 31.7%; y Guanajuato con el 31%.
Está además otro grupo en el que los porcentajes de informalidad se ubican entre el 25 y el 30%; estos son: Puebla con el 29.9%; Distrito Federal con 29.6%; Nayarit con 27.2%; Durango con 26.8%; Tabasco y Veracruz con 26.4%, respectivamente; Jalisco con 25.7% y; Campeche con 25.3%
Un lento crecimiento
Como es evidente, el principal mecanismo para revertir estos indicadores es el del crecimiento económico sostenido, acompañado de mecanismos de distribución equitativa. Sin embargo, en nuestro país no se está dando ni lo uno ni lo otro. Sólo para dimensionar lo anterior, basta con destacar los indicadores de crecimiento con que contamos en los últimos trimestres.
Según los datos ofrecidos por el CONEVAL a través del Índice de la Tendencia Laboral de la Pobreza, entre el primer trimestre del 2013 y el primer trimestre del 2014, el crecimiento promedio del PIB es de 1.2% por trimestre. En efecto, entre enero y marzo del 2013 la tasa de crecimiento fue de 0.6%; en el segundo trimestre de 1.6%; en el tercer trimestre del año pasado fue de 1.4%, mientras que en el cuarto trimestre fue de 0.7%. Para el primer trimestre de este año el dato mejoró, aunque no significativamente pues se estima un crecimiento de 1.8%.
Lo anterior va acompañado de una ralentización en el ritmo de crecimiento –que era de por sí bajo- en el número de trabajadoras y trabajadores registrados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social. En efecto, según los datos presentados por CONEVAL, mientras que en 2013 el promedio mensual de crecimiento de este indicador fue de 3.5%, en lo que va de este año se ubica en 2.9%.
Finalmente debe destacarse que además de las condiciones señaladas, el salario promedio deflactado por trimestre que reciben las y los trabajadores en nuestro país continúa en una tendencia descendente. En efecto, mientras que en el primer trimestre del 2013, el ingreso laboral mensual promedio de las y los trabajadores se ubicó en 1,326.27 pesos; para el segundo trimestre el indicador cayó a 1,292.1 pesos; en el tercer trimestre disminuyó a 1,276.16; en el cuarto trimestre bajó a 1,256.84; mientras que en el primer trimestre de este año el salario promedio es de 1,230.8 pesos.
*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 24- Junio- 2014, p.22
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