por Elena Azaola

A continuación describo las circunstancias en que habitan las internas trasladadas a Islas Marías, según pude constatarlo y me fue narrado por ellas mismas en tres visitas que realicé entre 2011 y 2012. Se trata de un régimen que impone restricciones que no se justifican, que carecen de todo fundamento legal y que a todas luces no parecen orientadas por la racionalidad, la proporcionalidad o el sentido humano


1. Contra su voluntad. La gran mayoría de las internas dijeron haber sido trasladadas a Islas Marías de manera involuntaria y empleando medidas para intimidarlas o someterlas. Señalaron que no se les notificó su traslado con anticipación, sino que llegaron autoridades a buscarlas por la noche y las conminaron a firmar un documento en el que supuestamente lo aceptaban de manera voluntaria. En la mayor parte de los casos no se les permitió llevar consigo su ropa ni otros objetos personales, que con mucho esfuerzo habían logrado adquirir, e inclusive muchas no pudieron llevar los datos que les permitieran comunicarse con sus familiares para informarles de su traslado.

Para muchas resultó especialmente denigrante haber sido sacadas sólo con su ropa de dormir y sin ropa interior, además de que se les esposó y se les hizo mantener la cabeza agachada durante el viaje, y que, al llegar, se les desnudó e inspeccionó frente al grupo con el cual fueron trasladadas. Para algunas el agravio se prolongó, ya que tardaron algún tiempo en poder recibir ropa interior y para otras constituía también un agravio el que les hubieran dotado de ropa interior masculina.

2. Engaños. Una parte minoritaria de las internas dijeron haber solicitado o haber aceptado su traslado, ya sea porque su pareja había sido previamente trasladada y tenían la expectativa de reunirse con ella, o bien porque les habían mostrado un video en donde aparecía un régimen de vida completamente distinto al que encontraron, un régimen en el que podían circular con cierta libertad por la Isla —donde incluso se mostraban un baile y una boutique—, además de que se les ofrecía que tendrían trabajo e ingresos y que podrían “pagar” su sentencia “al dos por uno”, es decir, que su sentencia podría verse reducida a la mitad. A estas mujeres les dolía haber sido engañadas y se sentían defraudadas por las autoridades que las habían convencido de esta manera a aceptar su traslado.

3. Dificultades para comunicarse. Indudablemente, la comunicación con su familia es la preocupación principal de las mujeres internas en Islas Marías. De hecho, la razón principal por la que se oponían a ser trasladadas era por el temor de alejarse del lugar donde viven sus familias y perder el contacto con ellas, tanto por vía telefónica como mediante visitas. Mientras que en el penal donde estaban podían comunicarse diariamente con su familia, en la Isla sólo se les permite hacer una llamada de 10 minutos cada 15 días. Además, sólo se les permite registrar tres números telefónicos a los que pueden comunicarse, y si no encuentran a su familiar en dichos números o la trabajadora social que las comunica se equivoca al marcar, pierden su turno y deben esperar otros 15 días para tener contacto con su familia. Con frecuencia se topan con la actitud poco comprensiva por parte de las trabajadoras, quienes, con cualquier pretexto, dan por terminado su turno para llamar a sus familiares sin entender que ello les significa un mes sin poder tener noticias ni comunicarse con su familia.

4. Dificultad para recibir visitas. A pesar de que el régimen de la Isla les permite recibir la visita de sus familiares cada tres meses durante una semana, casi ninguna ha podido recibir a sus familiares ni piensa que podrá hacerlo, debido al alto costo que representa para las familias trasladarse desde distintas entidades hasta Mazatlán, donde deberán abordar el barco oficial que los conduce a la Isla. Para casi la totalidad de las internas esto significa que durante el tiempo que dure su estancia en la Isla no podrán ver a sus familiares, lo que es vivido como una pena adicional a la de la pérdida de la libertad, y como un derecho que, de facto, les ha sido arrebatado.

5. Prohibición de tener contacto con sus parejas. Tanto las internas que aceptaron su traslado por la expectativa de mantener contacto con su pareja que también fue trasladada, como aquellas que tienen familiares varones en la isla, o las que quisieran poder relacionarse con algún interno, han visto que todas sus gestiones han fracasado, pues de manera determinante se prohíbe a internos e internas todo tipo de contacto, de manera que se les niega el derecho a la visita conyugal. Las internas refirieron con particular dolor y preocupación que, con el propósito de impedir toda posibilidad de algún vínculo con internos, cada vez se les restringe más el espacio y se les impide abandonar el área donde se encuentra el Centro Femenil, o bien se les imponen severos castigos de aislamiento a aquellas que lograron tener algún contacto mínimo con algún interno.

6. Falta de trabajo, de actividades y de ingresos. Otro de los puntos que las internas resienten es haber perdido el trabajo y la posibilidad de obtener algún ingreso como el que tenían en los penales donde se encontraban, lo que no sólo les permitía hacerse cargo de sus necesidades más elementales, sino también enviar alguna pequeña cantidad para la manutención de sus hijos. Sólo unas cuantas internas reciben ingresos, ya sea por lavar ropa de algunos oficiales, o bien por la elaboración de tortillas, pero el resto no tiene trabajo ni ingreso alguno y tampoco cuentan con otras actividades que puedan darle sentido al tiempo. Muchas mujeres que estaban acostumbradas a ser activas y trabajar sienten una enorme tristeza que intentan apagar durmiendo en exceso. Las actividades educativas son también muy escasas: unas cuantas acuden a lecciones de alfabetización y otras más a clases de inglés que les imparte una interna. Dado que la mayoría no tiene ingresos, resienten aún más no recibir o recibir con mucha demora los bienes que sus familiares les han enviado.

7. Condiciones de vida indignas. Les preocupa la situación de las internas que recién llegan y tienen que pasar un periodo de tres meses mientras se les realizan estudios y se encuentran en observación. Estas internas viven hacinadas en un área que no cuenta con baños y que sólo dispone de algunas casetas sanitarias portátiles que están permanentemente sucias y llenas de moscas, donde, además, se les obliga a ducharse ya que se les prohíbe hacerlo en sus habitaciones. También refirieron que la comida es insuficiente, de escasa variedad y valor nutritivo y de mala calidad, lo que explica que la mayoría de las internas padezca con frecuencia de infecciones intestinales que en ocasiones llegan a prolongarse hasta por 15 días. De igual modo refirieron que a las internas que padecen enfermedades crónicas como hipertensión o diabetes no les proporcionan la dieta especial que requieren.

8. Atención médica deficiente. Las internas refirieron que la atención médica es deficiente, especialmente para aquellas que han padecido infecciones intestinales hasta por 15 días sin recibir medicamento, así como para aquellas que tienen padecimientos crónicos que no son adecuadamente tratados por falta de los medicamentos necesarios. Tampoco la isla cuenta con un ginecólogo, no obstante que varias internas se encuentran embarazadas.

9. Incertidumbre jurídica. Un tema que es particularmente sensible es la necesidad de tener un panorama claro respecto a su situación jurídica y a la duración de sus penas. Las internas refieren que la isla no cuenta con personal que esté dispuesto a revisar sus casos y atender sus dudas respecto a la posibilidad que tienen, o no, de obtener beneficios. A dicha incertidumbre se le añade la falta de un reglamento que norme la vida del Centro Femenil y que brinde parámetros claros, tanto respecto de los límites a que debe ajustarse el comportamiento de las internas, así como también el de las autoridades. Sin este reglamento es claro que se hallan a expensas de la discrecionalidad y de los posibles actos arbitrarios por parte de la autoridad.

10. Malos tratos, humillación y abusos por parte del personal. Quizás por encima de los puntos antes señalados, el que mayor preocupación e inquietud me generó fue el de una actitud de rechazo, desprecio y maltrato constante por parte de la mayor parte del personal hacia las internas. Aun cuando este maltrato pudiera, al menos en parte, tener como origen el propio malestar que el personal refiere al sentirse sometido a un régimen similar al que se aplica a las internas, de ninguna manera se justifica.

El hecho de que durante los meses previos a mi visita cinco internas hubieran intentado privarse de la vida nos habla de una situación poco común que las autoridades deberían escuchar de manera cuidadosa a fin de efectuar los cambios que se requieren para eliminar las causas profundas que, desde el régimen que se ha instaurado, alimentan la desesperanza y la pérdida de sentido.•

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