Un calificativo que bien caracteriza la situación socioeconómica de México es la desigualdad. A lo largo del territorio nacional, existen desigualdades de todo tipo, sin embargo, la desigualdad de ingresos puede dar una idea clara de cómo se distribuyen los recursos que se generan.
Por Jonathan Rubio
Estas desigualdades explican una parte de las desventajas sociales a las que se enfrentan los mexicanos; a saber: de acuerdo con la medición de pobreza del CONEVAL de 2018, 52.4 millones de personas se encuentran en situación de pobreza (el 41.9% de la población); 36.7 millones de personas más son vulnerables por carencias sociales (29.3% de los mexicanos), y otros 8.6 millones son vulnerables por el monto de sus ingresos (el 6.9% de la población total).
Estas tres situaciones sumadas involucran a 97.7 millones de personas, es decir, más de tres cuartas partes de la población total del país (el 78.1%) se encuentran en situación de pobreza o de vulnerabilidad. En contraparte, únicamente el 21.9% de la población es no pobre y no vulnerable, lo cual significa que esta proporción de población no tiene carencias sociales y que sus ingresos son suficientes para adquirir la canasta alimentaria más la no alimentaria.
Pero en la condición de “no pobre y no vulnerable” también existe una gran disparidad entre la cantidad de ingresos. Esto significa que, la pequeña proporción de personas que se ubican dentro de esta última clasificación, aunque tienen más probabilidades, no necesariamente son ricos.
Con información de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de 2018, se tiene que en todo el país, existen cerca de 34.7 millones de hogares cuyos ingresos corrientes trimestrales sumados ascendieron a 1.7 billones de pesos.
Al ordenar de menor a mayor ese número de hogares de acuerdo con la cantidad de ingresos que cada uno de ellos recibe, y posteriormente, dividirlos en 10 partes iguales, se puede observar con qué parte del ingreso total se queda cada fracción o decil de hogares.
Entre el 10% de los hogares más pobres y el 10% más rico, la desigualdad de ingresos es abismal: en un hogar que se ubica dentro del 10% más pobre, el ingreso promedio es de 9 mil 113 pesos; es como si cada integrante de estos hogares viviera en promedio con 43 pesos diarios; por otro lado, en uno de los hogares que pertenece al 10% más rico, el ingreso promedio es de 166 mil 750 pesos, lo cual significa que cada integrante vive en promedio 778 pesos diarios.
De acuerdo con ello, lo que en promedio recibe un hogar perteneciente al 10% más rico representa poco más de 18 veces el ingreso corriente total trimestral de uno de los hogares más pobres; en otras palabras, el ingreso es 1,730% más alto en los hogares más ricos de esta clasificación, comparado con el de los más pobres.
El ingreso que obtienen los hogares proviene de diversas fuentes, sin embargo, la principal fuente es el trabajo, ya que de ahí proviene el 67.3% del total, seguido de los ingresos por renta de la propiedad y de las transferencias.
Esto último significa también que, los ingresos por trabajo que se concentran en los hogares más ricos son casi 30 veces superiores a los que se concentran en la parte más pobre de la escala social (los del decil uno).
Al analizar los ingresos del trabajo, las brechas entre el 10% más pobre y el 10% más rico son aún más amplias. Del total de los ingresos por trabajo que reciben todos los hogares, se observó que en 2018, el 10% de los hogares más pobres concentró únicamente el 1.1% del total, mientras que en el 10% de ricos se concentró el 32.1 por ciento.
Si bien los ingresos no son el único parámetro para identificar la precariedad laboral, en conjunto con otras variables (como las condiciones de trabajo y las horas trabajadas) se puede obtener una imagen de las brechas que existen en cuanto a las remuneraciones por el trabajo que realiza la población de acuerdo con el nivel en el que se encuentran en la escala social.
Los ingresos por el trabajo se pueden subclasificar por trabajo asalariado y por el trabajo independiente. Especialmente, el trabajo independiente es una alternativa de rápida empleabilidad que tiene algunos beneficios para los trabajadores, por ejemplo, explotar sus habilidades, destrezas o conocimientos y disponer de su tiempo.
Sin embargo, el trabajo independiente también tiene la desventaja de que en numerosos casos, los trabajadores no reciben las prestaciones que por ley les corresponde, lo cual los coloca bajo una situación de vulnerabilidad y de desventaja social, específicamente, cuando los ingresos que vienen de esta modalidad de trabajo son los únicos que reciben los hogares.
Llama la atención que, la mayoría de los hogares que reciben ingresos derivados del trabajo independiente pertenecen al 10% más pobre, ya que en este segmento se ubica el 17% del total, mientras que, únicamente el 7% de los hogares que reciben ingresos por este concepto pertenecen al 10% más rico.
En contraparte, en los hogares más ricos se concentra 25.2% de los ingresos de total del trabajo independiente, a pesar de que en este segmento menos hogares reciben ingresos derivados de esta modalidad de trabajo.
Esto significa que, en promedio, cada hogar perteneciente al 10% más pobre recibe 2 mil 777 pesos por concepto de trabajo independiente, mientras que, en el 10% más rico este mismo promedio asciende a 49 mil 229 pesos: casi 17 veces más que los del decil uno.
Estas son solo algunas cifras que reflejan las condiciones de desigualdad que prevalecen, mismas que son un freno para el desarrollo de los países; si bien disminuir estos niveles de desigualdad representa un reto de gran escala, es una situación que no permite mejorar las condiciones socioeconómicas de un gran número de mexicanos.
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