¿Después de cuántas defunciones es que se puede asignar directamente la responsabilidad ética y política a una administración? Esta no es una pregunta frívola, y es necesaria plantearla ante la inmensa mortandad que estamos enfrentando en nuestro país, el cual se inunda cada vez de más dolor, desesperanza, enojo y frustración. ¿Qué se debe hacer después de 104,815 personas muertas?
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Desde esta perspectiva, y considerando que el gobierno del presidente López Obrador inició formalmente en diciembre de 2018, la suma de personas fallecidas por homicidio doloso en el país asciende, de manera preliminar, a 54,917; cifra que deberá actualizarse en octubre, cuando el INEGI dé a conocer las estadísticas oficiales de mortalidad relativas al año 2019.
A esa cantidad, deben sumarse las 49,898 defunciones (cifra preliminar disponible al momento de escribir este texto), a causa de la COVID19. Entre ambas, el total es la terrorífica cifra de 104,815 personas fallecidas, sólo por estas dos causas. Sin embargo, las proyecciones de sitios especializados, indican que, de continuar como vamos, y considerando que estamos ya en una “meseta” del periodo epidémico y próximos al inicio del descenso, al 31 de octubre tendríamos entre 88 mil) y 95 mil defunciones por COVID19 (Véanse los sitios: https://covid19-projections.com/mexico y https://covid19.healthdata.org/mexico).
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Las rémoras del pasado
Es cierto que las estrategias de Calderón y Peña Nieto resultaron un evidente fracaso, y que en ninguna de las dos administraciones logró ponerse fin a la corrupción, al tráfico de estupefacientes, al robo de combustible y a otros tráficos ilícitos operados por la delincuencia organizada. Es cierto también que, en ambas administraciones, el sector salud sufrió un enorme deterioro tanto en lo que respecta a la infraestructura disponible, como en lo relativo a los recursos invertidos para la garantía del derecho a la salud.
Sin embargo, este gobierno ya tiene 20 meses de gestión, y no hay ningún signo que indique que las cosas estén por mejorar sustantivamente en las próximas semanas y meses. Lo que es peor: los efectos de la pandemia profundizaron el crecimiento negativo que ya se había tenido en el 2019.
Considerando que esos 20 meses equivalen a 600 días, es importante destacar que el promedio diario de homicidios intencionales en lo que va de esta administración es, de manera preliminar, de 91.5 víctimas, dato también equivalente a 3.8 casos por hora.
Las oportunidades del presente
La narrativa presidencial, hasta ahora, se ha centrado en denostar el pasado, con base en una retórica centrada en la exaltación del presente y un pretendido futuro de bienestar universal. Pero el problema que comienza a enfrentar la Presidencia es que el tiempo -el más escaso de los bienes- comienza a agotarse, sin que el proyecto planteado en la campaña electoral esté dando los frutos prometidos.
A pesar de la caída de su popularidad y aprobación en las encuestas, el presidente aún cuenta con el capital político necesario para construir un gran pacto nacional para sacar adelante al país. Los devastadores efectos de la pandemia, tanto en vidas humanas como en el ámbito económico exigen de una nueva lógica de gobierno que sólo puede construirse con una política de la inclusión y el diálogo.
Otro sentido de urgencia
Después de 104,815 personas muertas, el presidente de la República tiene dos opciones: la primera es seguir con la lógica que ha asumido hasta ahora, y apostar a que la suerte y la fracturada oposición que hay en el país, le permitan tener márgenes de gobernabilidad suficientes para terminar relativamente bien su mandato.
La segunda requiere de un profundo ejercicio de reflexión; reconocer que su proyecto inicial de gobierno ya no es viable en los términos que lo había pensado inicialmente; y que requiere convocar a las mejores mujeres y hombres a su Gabinete, en la conciencia de que serían personas con una lealtad inquebrantable, no a su persona, sino al Jefe del Estado y sobre éste, a México. Esto no garantiza nada, pero abriría la posibilidad de una nueva etapa de acuerdos, conciliación y, quizá, cambio de rumbo para nuestro dolorido país.
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Frase clave: 104,815 personas muertas