El jefe del Estado mexicano debe ponerse al frente de esta crisis y convocar a un nuevo diálogo nacional para diseñar un nuevo curso de desarrollo para nuestro país.
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México enfrenta dos retos formidables: el primero y más urgente será evitar el mayor número de defunciones a causa del #COVID-19; el segundo, prepararse para el surgimiento de una nueva realidad global que estará ante una recesión de proporciones no vistas hace 100 años.
Es evidente que los programas de transferencias de ingresos permitirán que muchas familias sobrelleven la caída de la economía con mayor capacidad; pero también es cierto que serán insuficientes para lograr la recuperación del país en términos de generación de condiciones de bienestar y cumplimiento de derechos humanos de forma integral y universal.
El jefe del Estado mexicano deberá ponerse al frente de esta crisis y convocar a un nuevo diálogo nacional para diseñar un nuevo curso de desarrollo para nuestro país. Desde esta perspectiva, su idea de cuarta transformación debe adecuarse a las nuevas circunstancias, que debe decirse, son ahora más complejas y difíciles de sortear que hace 20 meses, cuando fue elegido como Presidente de la República.
De la crisis a un nuevo pacto social
El nuevo pacto social que debe emerger de esta crisis debe sustentarse, como lo ha propuesto el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo de la UNAM, comenzando por cuatro puntos esenciales: a) proteger el empleo y el ingreso de las familias y personas más pobres y vulnerables; b) salvaguardar y proteger a la planta productiva, con especial énfasis en las PyMES; c) mantener la continuidad de los servicios estratégicos, sean públicos, concesionados o privados, en todos los órdenes de gobierno; y, d) apoyar más proyectos de inversión pública, privada y mixta para la recuperación y el apuntalamiento del crecimiento potencial del país.
La pandemia del COVID-19 y la crisis económica mundial que ha provocado nos colocan ante la impostergable decisión de construir una nueva reforma fiscal y hacendaria para reducir la debilidad fiscal del Estado; y en su diseño y operación deberá considerarse que muchos pequeños negocios no podrán pagar sus adeudos ante la hacienda pública; que estarán ante la disyuntiva de pagar al fisco o de pagar los salarios para sus trabajadoras y trabajadores; que profesionistas y personas con actividades empresariales habrán agotado sus recursos y no podrán cumplir a tiempo con sus responsabilidades fiscales.
Desde esta perspectiva, no puede haber más tablas rasas, y como lo ha planteado el presidente López Obrador, debe haber una tregua a favor de las empobrecidas clases medias y los mini y pequeños ingresos, estableciendo umbrales razonables para el cobro de impuestos y diferimiento de pagos.
Un nuevo México de justicia y posibilidades
México deberá industrializarse una vez más; pero esta vez hacerlo con criterios de sostenibilidad y dirigido a la construcción de una poderosa estructura de universidades generadoras de saber humanístico y científico; invertir en ciencia y tecnología y potenciar la autonomía universitaria en la determinación de los proyectos de investigación en aras de atender prioridades y necesidades estructurales que tenemos y que se profundizarán en las siguientes semanas.
Ahora más que nunca se requiere que el Presidente abandone su idea de un país de conservadores y liberales, y se convierta en el arquitecto de una nueva realidad nacional: convocar a todas aquellas y aquellos que pueden aportar conocimiento, experiencia, vocación de patria, en aras de cimentar entre todos un nuevo México de justicia y posibilidades universales de vida digna.
Pensar que después de la crisis podremos retomar todo, como si sólo se tratase de una pausa, constituiría un error difícil de superar y reparar en lo que resta de la administración. En esa lógica, el jefe del Estado tiene la responsabilidad histórica de conducirnos hacia una nueva etapa de concordia y reconciliación nacional.
La epidemia del COVID-19 nos ha dejado claro que seguir con el mismo estilo de desarrollo deja a millones en una vulnerabilidad extrema ante la adversidad; y no será sólo repartiendo dinero, sino generando empleo digno para todas y todos, como vamos a poder construir un nuevo sistema de seguridad social universal, que, si bien no nos salvará de la aparición de nuevos virus, nos dará la certeza de que no llegará mientras estamos desamparados.
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