Desde el 2011, y organizado por The Hunger Project, cada 28 de mayo conmemoramos el Día Mundial contra el Hambre (World Hunger Day). Puede confundirse con el Día Mundial de la Alimentación, promovido desde Naciones Unidas, y que se celebra cada 16 de octubre, pero, aunque similares, tienen su origen diferente.
Artículo de The Hunger project
Para THP alrededor del mundo, el Día Mundial contra el Hambre surgió con la intención de hacer un llamado internacional a atender y solucionar la crisis alimentaria global, por considerar que esta problemática no siempre recibe la atención ni la acción necesaria por parte de Gobiernos, medios, y organizaciones. Por el contrario, la garantía del derecho a no padecer y a la alimentación, es lo primero que se ve afectado en cualquier contexto de crisis.
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En el 2011, además de las deudas históricas en la materia, la crisis del 2007 y 2008 por el incremento en el precio de los alimentos, motivó a hacer este llamado a dedicar un día a crear conciencia sobre el problema del hambre en el mundo. Estamos en 2022, y los efectos de la pandemia por covid-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania, nos tienen en el mismo lugar… incluso peor.
De acuerdo con el Índice de Prevalencia de la Subalimentación, desarrollado por la FAO, entre 2005 y 2017 el mundo vio una reducción gradual en el porcentaje de personas que sufren hambre y malnutrición, alcanzando el 8% de la población global, el nivel más bajo registrado. Sin embargo, desde el 2017 y hasta la fecha, la situación se ha ido deteriorando, pues se han registrado ascensos sostenidos en el índice, lo que pone en alerta, pues implica un aumento en el hambre y la malnutrición.
¿A qué se deben este ascenso? Las causas tienen diferentes orígenes. Por una parte tenemos al cambio climático, cuyos efectos se han ido agravando año con año, particularmente en la agricultura, por el cambio en los ciclos productivos, cambios en los patrones climáticos (lluvias, sequías, heladas extremas).
Por otro lado, tenemos a la situación económica global, que luego de 2 años de pandemia por covid-19, no es la mejor. Vemos cómo muchos países, México incluido, están experimentando altas tasas de inflación y desempleo, lo que implica que el acceso a los alimentos se vuelve cada vez más costoso y desigual. Una afectación relevante son las disrupciones en las cadenas globales de producción y distribución de alimentos, un importante aumento de precios, producto de la alta demanda y baja oferta, producto de los cierres y cuarentenas generados por la pandemia. Sobra decir que el efecto en las poblaciones más vulnerables que ya sufrían de inseguridad alimentaria y malnutrición está siendo devastador, y a la vez, ha empujado a un mayor número de personas a padecerla.
Finalmente, ya mencionábamos el escalamiento del conflicto armado entre Rusia y Ucrania, que ha venido a generar impactos adicionales, en un sistema alimentario global que ya se encontraba resentido. Rusia es el principal productor y exportador de fertilizantes, sin los cuales, la producción de alimentos global puede verse afectada y reducida; Ucrania es uno de los principales productores de trigo, que abastece además al Programa Mundial de Alimentos, quien entrega esto y otros productos en varios países de África, cuya situación alimentaria es sumamente precaria.
Estamos frente a la tormenta perfecta. Por ello, este 2022, el Día Mundial contra el Hambre deba resonar aún con mayor fuerza que antes, porque si bien es cierto que el escenario que atravesamos no es el óptimo, hoy en día sí contamos con las herramientas y mecanismos para empezar a corregir el rumbo, y lograr que las personas que experimentan inseguridad alimentaria sean cada vez menos. Continuar con las conversaciones para transformar los sistemas alimentarios a nivel global, es más que nunca, una necesidad.
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