por Mario Luis Fuentes
En la última década se han enfermado, como promedio anual, 390 mil personas; y por hipertensión arterial, el promedio es de 500 mil. Los saldos en muertes son catastróficos: 881 mil defunciones por diabetes entre 2000 y 2012; un total de 185 mil por enfermedades hipertensivas en el mismo periodo; y 742 mil por isquemias del corazón.
La transición demográfica que está en curso en nuestro país ha estado de una transición epidemiológica asociada a la edad, que nos ha llevado de ser un país en el que la mayoría de las defunciones eran causadas por procesos infecto-contagiosos, a uno en el que las principales causas de mortalidad se encuentran en el grupo de las enfermedades no transmisibles.
Resulta preocupante que desde hace 10 años, las principales causas de mortalidad están asociadas a factores “medioambientales”, como se les denomina en el lenguaje de la salud pública; o bien, a factores socio-económicos, como la pobreza, la desigualdad y la carencia de acceso efectivo a bienes y servicios públicos esenciales como el agua potable.
Es cierto que los estudios demuestran que hay un factor relevante en la configuración genética que tenemos la mayoría de las y los mexicanos; pero esto ha sido así históricamente y no fue sino hasta la década de los 90 cuando se observaron severos cambios en los patrones de morbi-mortalidad, asociados a los altos consumos de alimentos saturados de grasas y de bebidas edulcoradas.
Al respecto, el análisis del Instituto Nacional de Salud Pública es contundente. En el documento titulado: “La obesidad y el síndrome metabólico como problema de salud pública. Una reflexión”, publicado en 2008 puede leerse:
“El incremento paralelo de la frecuencia de la obesidad y del síndrome metabólico es un fenómeno mundial y México no es la excepción. Aunado a esto, estas patologías son factores de riesgo importantes para el desarrollo de diabetes tipo 2, la enfermedad arterial coronaria y cerebrovascular por arteriosclerosis, que son las principales causas de muerte en nuestro país. El control de estas alteraciones metabólicas incide directamente en la morbi-mortalidad de muchos padecimientos; sin embargo, en la actualidad no existen estrategias de prevención, diagnóstico y tratamiento eficaces para la mayoría de los casos”.
Esta realidad nos sitúa ante un reto mayúsculo pues el sistema de protección social en su conjunto –y no sólo el Sector Salud-, enfrentan la responsabilidad de modificar las tendencias que se han mantenido desde ahora pues, de no hacerlo, la viabilidad social y financiera de nuestro país en el mediano plazo se encuentra severamente comprometida.
Una enfermedad imparable
De acuerdo con los datos del Segundo Informe de Gobierno del Poder Ejecutivo Federal, 29014, en nuestro país han crecido aceleradamente los casos nuevos de enfermedad por diabetes mellitus tipo II, (o no insulinodependiente), tanto en términos relativos como absolutos.
En efecto, mientras que la tasa de morbilidad registrada en el año 2000 fue de 288 casos por cada 100 mil habitantes, para el año 2006 había crecido a 367 casos por cada 100 mil habitantes; mientras que en el año 2012 fue de 359 casos, en la misma proporción, con un ligero descenso en el 2013 a 335 casos nuevos de enfermedad por cada 100 mil habitantes en el país.
En números absolutos estas tasas implican un crecimiento significativo en el número anual de casos. En el año 2000, nos dice el Anexo Estadístico del II Informe de Gobierno, se contabilizaron 287,180 casos nuevos de diabetes mellitus tipo II; en el 2006 la cifra había crecido a 394,360; se alcanzó una cifra récord en el 2011 con 427,125; mientras que en el 2013 se estima que se llegó a 397,192
Comparando los dos extremos en el periodo señalado, el crecimiento es equivalente a prácticamente el 30% en el número anual de casos registrados por diabetes, lo cual constituye una verdadera alarma pues el impacto que tiene en términos económicos debido al costo del tratamiento, pero también a la pérdida de días laborables por incapacidad laboral, resulta insostenible para cualquier país.
La hipertensión: la otra amenaza silenciosa
La literatura especializada muestra que hay una muy fuerte asociación entre la hipertensión arterial y la diabetes mellitus, pues ambas están a su vez, estrechamente ligadas a la obesidad, el sobre peso y el hígado graso. La hipertensión y las isquemias del corazón suman un número de muertes casi similar al que provoca la diabetes mellitus, por lo que actuar para prevenirlas y evitarlas es urgente.
El incremento en el número de personas hipertensas en el país es significativo en términos absolutos, aunque su crecimiento en términos relativos ha sido más lento que el registrado por la diabetes mellitus. En efecto, de acuerdo con el Segundo Informe de Gobierno del Ejecutivo Federal en el año 2000 la tasa de morbilidad era de 402 casos por cada 100 mil habitantes; se alcanzó una cifra récord de 530 por cada cien mil en el año 2005; y un nuevo pico que se ubica como el segundo más alto en 15 años, en el 2010, cuando se alcanzaron 514 casos por cada 100 mil habitantes.
En números absolutos, los números indican que en el año 2000 se registraron 400,693 casos nuevos por hipertensión; en el 2006 la cifra creció a 519,298; mientras que en 2012 hubo 531,575 casos nuevos.
Una dura traducción: miles de muertes evitables
Las elevadas tasas de morbilidad por los padecimientos mencionados nos están llevando a crecientes tasas de mortalidad, y su traducción en cientos de miles de muertes que pudieron haberse evitado.
De acuerdo con la Presidencia de la República, la tasa de mortalidad por diabetes mellitus en el año 2000 fue de 46.1 defunciones por cada 100 mil habitantes; para el año 2014, la tasa proyectada es de 73.4 fallecimientos por cada 100 mil; la cifra más elevada en toda nuestra historia.
En números absolutos las cifras son descomunales. En el año 2000 el indicador de defunciones por diabetes mellitus fue de 46,614; para el año 2006 creció a un total de 68,421 personas fallecidas por la causa señalada; mientras que en el 2012 la cifra fue de 85,055, una vez más, la cifra más alta jamás registrada en nuestra historia, aunque se espera que, debido a la acumulación y el incremento en el número anual de casos, estos datos continúen creciendo.
Vale la pena destacar que entre el año 2000 y 2012 la cifra total de muertes por diabetes llega a prácticamente 900 mil casos; por lo que es posible afirmar que en 15 años (del 2000 al 2014) habremos perdido a un millón de personas a causa de la diabetes.
El otro llamado “asesino silencioso”, la hipertensión arterial presenta también una tendencia aceleradamente creciente. De 9,778 casos de defunciones en el año 2000; para el año 2006 la cifra creció a 12,900; y a 19,161 casos confirmados en el año 2012.
Como puede verse, hay un incremento de prácticamente el 100% en sólo 12 años, lo cual evidencia la severidad del caso; pues si a este número se añaden las cifras de muertes por isquemias del corazón, los datos son escalofriantes: 44,064 muertes por esta última causa en el 2000; un total de 53,823 casos en el año 2006; mientras que en el 2012 el INEGI cuenta con un registro de 74,057 casos.
*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 16- Septiembre- 2014, p.19
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