por Mario Luis Fuentes
De acuerdo con el INEGI, entre 1994 y 2013, el número anual de defunciones por diabetes mellitus creció de 30,324 a 95,530: un incremento de 287% en dos décadas. La obesidad y el sobrepeso, factores de gran incidencia en la gestación de este padecimiento afectan particularmente a las niñas y los niños: 9.7% de los menores de 5 años presentan esa condición; entre las niñas y niños de 6 a 11 años el porcentaje de es de 34%; y del 35% entre las y los adolescentes de 12 a 19 años. Así las cosas, el panorama hacia el futuro es más que preocupante.
Cada año, a partir del 2007, la Asamblea General de la ONU ha hecho suya la remembranza y el llamado internacional para conmemorar, cada día 14 de noviembre, el “Día Internacional para la prevención de la diabetes”.
Frente a ese padecimiento es pertinente decir que, asumir que la expansión de sus tasas de morbilidad y mortalidad en México es un tema exclusivamente del ámbito de la salud, constituye un grave error explicativo y comprensivo de las múltiples agendas que han debido conjugarse para haber generado el desastroso escenario que hoy enfrentamos en esta materia.
En efecto, las explosivas tendencias epidemiológicas asociadas a la diabetes mellitus, tienen sus anclajes fundamentales en el ámbito de la economía, la educación y en términos generales, en la administración y gobierno de los asuntos públicos, por lo que su abordaje debe darse desde una noción amplia respecto de la cuestión social y su complejidad.
Hoy la diabetes representa la primera causa de muerte en el país, pues por sí misma, es considerada como el origen de más de 70 mil defunciones anuales; es decir, prácticamente 192 casos al día, o bien, un promedio de al menos 8 decesos directamente ocasionados por los daños que genera la diabetes mellitus en el organismo de las personas.
Frente a lo anterior, deben dimensionarse las enormes fisuras del sistema económico, social y del gobierno, a fin de mejorar las políticas de prevención y en evidencia, las acciones que se generan para garantizar los derechos humanos; y en este caso, el derecho a la salud, en sus múltiples aristas.
La economía y la inseguridad alimentaria
Si hay un factor que incide negativamente en las elevadas tasas de incidencia y prevalencia de la diabetes mellitus es el relativo a la inseguridad alimentaria y las precarias condiciones de cumplimiento de los derechos constitucionales a la alimentación y al acceso al agua potable.
En ese sentido, debe destacarse que si hay un ámbito en el que los precios han mostrado una tendencia inflacionaria, éste es el de los alimentos: en efecto, mientras que entre los años d 2005 al 2014 el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INCP) creció en el orden del 39%, en general, el capítulo de los alimentos y las bebidas no alcohólicas registraron un incremento de casi el doble, al sumar un 61.1% en el periodo señalado.
El pan y los cereales han tenido un incremento de 76.6%; la leche, el queso y el huevo del 63.9%; las legumbres y las hortalizas de 63.2%; las carnes del 58.1%; los pescados y mariscos de 57.12%; mientras que las frutas han incrementado sus precios en un 50% en los últimos 9 años.
Como puede verse, en México alimentarse de manera oportuna, sana e inocua es caro, sobre todo si se compara el nivel de ingresos con respecto al incremento de los precios de la canasta básica: así las cosas, mientras que los ingresos laborales mensuales per capita descendieron de 1,703.4 pesos mensuales en enero del 2010 a 1,516.3 pesos mensuales, deflactados respecto del valor de la línea del bienestar en junio de 2014, el costo de la “canasta básica” se incrementó de 2,139 pesos mensuales a inicios del 2010, a un monto de 2,521 pesos mensuales en el cierre de junio del 2014.
Lo anterior significa que, mientras que los ingresos laborales per capita cayeron en el orden del 11% entre 2010 y 2014, el costo de la llamada “línea del bienestar”, es decir, el umbral más allá del cual la gente es considerada como pobre, creció en prácticamente un 15%. En sentido estricto, el diferencial es en términos reales de 30%.
Lo anterior permite sostener que en la medida en que las personas sigan careciendo de los recursos para adquirir lo necesario para una alimentación adecuada, será muy difícil que podamos revertir las tendencias de morbi-mortalidad asociadas a la diabetes.
Un crecimiento expansivo
La morbilidad por diabetes ha crecido significativamente en los últimos años en el país. Al respecto es indicativo el dato relativo a las causas de consulta que se registran año con año en el sistema nacional de salud. En efecto,, en el 2012, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), la diabetes representa el 11% del total de consultas a las que asiste la población en el país.
No obstante, al analizar este indicador por grupos de edad se encuentra que, a medida que avanza la edad, es mayor la demanda de servicios médicos y de consulta por esta causa. En efecto, el capítulo denominado como “Diabetes, enfermedad cardiovascular y obesidad” representa el 0% de las consultas para las niñas y niños de 0 a 4 años; representa el 1% de las consultas para el grupo de 5 a 19 años de edad; el 9.2% de las consultas médicas solicitadas en el grupo de 20 a 49 años de edad; el 30.1% en el grupo de 50 a 69 años; y el 33% para las personas que tienen más de 69 años de vida.
Lo anterior resulta paradójico, debido a los altos índices de obesidad y desnutrición que existen entre niñas, niños y adolescentes; es decir, a pesar de que hay registros de elevados niveles de incidencia de obesidad y sobrepeso entre la población infantil, esta causa aún no representa indicadores relevantes en el número de consultas médicas generadas al respecto.
De acuerdo con la propia ENSANUT, en México hay una prevalencia de obesidad y sobrepeso del 9.7% del total de las niñas y niños menores de 5 años; la prevalencia para las niñas y niños de 5 a 11 años de edad asciende a 34.4% (es decir, uno de cada 3); mientras que para la población de 12 a 19 años es de 35%.
Los datos de la catástrofe
Los indicadores relativos a la mortalidad por diabetes muestran que la desarticulación de la economía, en términos de mercados eficientes y con capacidad distributiva, no sólo del ingreso, sino de los bienes necesarios para una adecuada alimentación, es una de las principales causas estructurales de las tendencias de morbi-mortalidad que persisten en el país.
Los datos disponibles son más que alarmantes. Hace 20 años, es decir, en 1994, la información de INEGI muestra que se registraron en el país 419,074 defunciones; de ellas, 30,324 tuvieron como principal causa a la diabetes mellitus; es decir, 7.23% del total.
Para el año 2000, el INEGI informa que hubo 437,667 defunciones en todo el país; de ellas, 46,614 tuvieron como causa a la diabetes mellitus; es decir, el 10.65%. Para el año 2005 las cifras tuvieron otra variación sumamente significativa, pues de las 495,240 defunciones registradas, 67,159 tuvieron como causa a la diabetes, una cifra equivalente al 13.56% del total.
En el año 2010 el panorama se mantuvo en nivele sumamente elevados: de las 592,018 defunciones registradas, 82,964 tuvieron como principal causa a la diabetes, es decir, el 14% del total.
Para el 2013, el INEGI reporta que hubo 613,527 defunciones, de las cuales, 95,530 tuvieron como causa a la diabetes, es decir, el 15.5% del total. Como puede verse, el incremento en los últimos 20 años ha sido de 8.2 puntos porcentuales; lo cual en sentido estricto implica un crecimiento del 100% en el peso relativo de la diabetes como causa de mortalidad general en el país.
Finalmente es pertinente decir que en números absolutos, las defunciones anuales por diabetes crecieron entre 1994 y 2013 de 33,316 a 95,530 casos; es decir, un incremento de 286.7% en el número de defunciones anuales por la causa señalada, en sólo 20 años.
*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 11- Noviembre- 2014, p.20
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