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Por un diálogo público informado

¿Habrá en 2023 buenas condiciones para una conversación pública informada, basada en el mejor conocimiento disponible, que aproveche adecuadamente las estadísticas oficiales y otros datos confiables, diagnostique mejor las condiciones en las que estamos, identifique adecuadamente el curso probable o los escenarios de las cuestiones críticas, ofrezcan ideas sobre opciones de políticas y propicie la deliberación? En otras palabras, ¿es posible tener un diálogo público efectivo, en lugar de la polarización que ahora observamos?

Escrito por:  Enrique Provencio D.

Quizá no sea posible una conversación pública que cumpla todos los requisitos de información, conocimientos, prospección, propuestas, observación comparada y otros, pero no deberíamos renunciar a que el intercambio colectivo siga estancado o en retroceso, dominado más por las descalificaciones y el desprecio que por la atención y consideración de argumentos y evidencias.

¿Qué deberíamos propiciar para mejorar nuestra deliberación? Comienzo por lo básico: recuperar, o mantener o lograr, según se prefiera, el aprecio por la información verificada, y si se trata de datos, por los que provengan de fuentes institucionales, de encuestas certificadas, de reportes que cumplan con los protocolos de la investigación o de la consultoría profesional. Esto, que ya es mucho, no elimina los sesgos o las interpretaciones a modo, pero al menos pone las bases para confrontar las fuentes.

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Sigo con otro aspecto que me parece clave: dejar de considerar que cualquier opinión disidente de una postura determinada, endosa en automático las preferencias del adversario político. Parecería de sentido común, pero ha dejado de serlo. No debemos normalizar la idea de que en México solo hay dos posturas: una conservadora y otra afín al programa gubernamental, pues eso anula la diversidad y la pluralidad, y de hecho excluye la posibilidad de crítica. Hay una asimetría monumental entre descalificar cualquier opinión desde la tribuna presidencial, y formular una crítica documentada desde cualquier tribuna, sea periodística o académica. En esto no se puede anticipar que haya mejores condiciones para el diálogo.

Un elemento adicional que ayudaría a mejorar el debate público es el rechazo a las apreciaciones totalizantes o en bloque, como esas en las que no se admite avance o problema alguno en la política económica o social, o se considera que todo ha sido un desastre o un éxito. Viendo hacia delante, en consecuencia, se aprecia desde un lado que vamos al despeñadero o, desde otro lado, que estamos rumbo a un futuro brillante. Hay un camino intermedio, por cierto, y me parece que es el más probable: que los próximos años se mantenga un comportamiento económico más bien mediocre, sin una recesión profunda, pero sin cambiar las condiciones de precariedad que privan para la mayor parte de la población. Y se puede sostener lo anterior sin desconocer que la capacidad de consumo de la mayoría se está sosteniendo gracias a la política de ingresos salariales, que han contenido el impacto de la inflación tan alta, sobre todo en la canasta alimentaria, y también gracias a los programas de transferencias monetarias directas a las familias.

Continúo con otra condición, que tiene que ver más con la empatía: tratar de entender las motivaciones que determinan las opiniones y las posturas de los interlocutores, antes de confrontarlas, y, peor aún, descalificarlas. Se puede tener una perspectiva crítica frente a la política social, sobre todo en salud y educación, por ejemplo, y considerar que no son suficientes los programas de transferencias monetarias para superar estructuralmente la pobreza, y a la vez resulta comprensible que estos programas generen una gran simpatía hacia las estrategia social oficial, que se extiende a casi todos los demás componentes de política.

¿Pero bastará recuperar el aprecio por la información verificable, evitar el maniqueísmo, rechazar las apreciaciones totalizantes y ser más empáticos, entre otras condiciones, para evitar que la discusión pública se siga tensando y polarizando?, ¿o es suficiente todo eso si desde la máxima tribuna presidencial se mantiene la estigmatización y el rechazo a cualquier opinión disidente? Lo mas seguro es que no sea suficiente, pero mal haríamos en despreciar la fuerza y el poder de la deliberación bien fundada, basada en evidencias, con canales efectivos de difusión pública.

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Frase clave: por un diálogo público informado, dialogo publico

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