por Pablo Díaz Meeks / Fabiola Leiva Cañete
En América Latina se puede constatar una paradoja inquietante, una paradoja que debiera incomodar especialmente a nuestros Estados nacionales y centralizados: habitamos territorios con una alta dotación de patrimonio cultural material e inmaterial, tenemos múltiples identidades y una rica diversidad biológica y, al mismo tiempo, las dinámicas de pobreza, desigualdad y exclusión posicionan a nuestra región como la más inequitativa del mundo