Algunos datos -sin poder tomarse como sinónimo estricto de la realidad, porque ésta es generalmente peor-, permiten aproximarse al estado general de cosas que prevalecen en una sociedad. En nuestro caso, el cúmulo de información de que disponemos nos dirige inevitablemente a la idea de que somos un país donde se ha normalizado todo aquello que puede calificarse como atroz.
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En ese sentido, en este escenario, y de manera excepcional, el conjunto de estadísticas sociales permite presentar un collage respecto de la tétrica realidad que nos rodea.
Con empleo, pero informal: https://www.mexicosocial.org/empleo-informal/
En lo social domina lo atroz
Para comenzar, es pertinente destacar que, al cuarto trimestre del 2020, había en el país, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 14.8 millones de personas empleadas en el sector informal; 3.12 millones que no recibían ingresos por la actividad que desarrollaban; así como 12.24 millones que percibían ingresos de un salario mínimo o menos al mes. De igual forma, de las poco más de 53 millones de personas ocupadas que había en ese mismo periodo, 32.42 millones no tenían acceso a servicios de salud como prestación por el trabajo desempeñado.
Al lado de la precarización del empleo, están la pobreza y el hambre; respecto de ésta última, es pertinente decir que, según los resultados del Censo de Población y Vivienda, 2020, hay en el país 3.13 millones de personas que declararon haber sentido al menos una vez hambre, pero no comieron por falta de recursos; a la par de 2.51 millones que comieron sólo una vez al día o no comieron en todo el día, al menos una vez en los últimos tres meses antes del levantamiento del censo, igualmente por falta de recursos.
El 22% de las viviendas no tienen agua al interior de sus construcciones; además el 26.9% de las mismas no se dispone de lavadora; el 12.1% no se tiene refrigerador; en el 8.6% no hay televisor; en el 62.2% no se tiene computadora; y en el 47.7% no se dispone de internet.
El hambre es otro rostro de lo atroz
Por otro lado, el INEGI estima que 4.7% de la población mayor de 15 años es analfabeta; y que el 29.9% de quienes están en el mismo grupo de edad se encuentran en rezago educativo (cifras más altas a las estimadas en 2018 y 2019); es decir, son personas que no han concluido la secundaria.
De acuerdo con el Censo, en 8.95% de los hogares, al menos alguna de las personas adultas que los integran, en los tres meses previos al levantamiento censal, sintió hambre, pero no comió; y en 7.19% alguna de ellas comió una sola vez al día o no comió en todo el día.
En el año 2020, de acuerdo con los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se denunciaron 22,377 casos de abuso sexual (61.2 casos por día); 16,543 casos de violación simple o equiparada, (45.3 por día); y 7,349 por acoso u hostigamiento sexual (20 por día). Asimismo, se llegó al récord de 220,028 denuncias por violencia familiar (602.8 por día).
Una violencia sin límite y lo atroz como norma
De acuerdo con la organización Causa en Común, A.C., en el año 2020 hubo al menos 6,365 víctimas, del uso intencional de la fuerza física, con el propósito de causar la muerte, laceración o maltrato extremo (personas torturadas o desmembrados, por ejemplo); estos eventos a los que denomina como atrocidades.
De acuerdo con el último informe presentado por el Subsecretario Alejandro Encinas (8 de abril de 2021), respecto de las personas desaparecidas y no localizadas; y de presencia de fosas clandestinas, entre 2016 y el 7 de abril de 2021, se tiene registro de 85,006 personas en esa condición; de ellas, 40,832 se encuentran aún sin ser encontradas. Asimismo, entre diciembre de 2018 y abril de 2021, han sido localizadas 1,606 fosas clandestinas, de las que se han recuperado 2,736 cuerpos.
Esta es la normalidad cotidiana del país; la cual ocurre y se desarrolla entre muchas más cosas, muchas de ellas positivas, sin duda; a pesar de ellas, las atrocidades se cometen, mayoritariamente en la impunidad, cada minuto, a cada hora; y lamentablemente, en este caso, hoy las cifras pueden servir de argumento: tenemos una normalidad monstruosa que es preciso transformar.
Investigador del PUED-UNAM
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