por Manuel Campa
Una gran parte de la educación sexual es inconsciente: se toma al azar aquello que dicen y ocultan padres y compañeros. Esto produce confusión, ignorancia y sentimientos de culpa
El término Educación Sexual se usa para describir el conjunto de actividades relacionadas con la enseñanza, la difusión y la divulgación acerca de la sexualidad humana en todas las edades del desarrollo del aparato reproductor femenino y masculino; la orientación sexual; las relaciones sexuales; la planificación familiar y el uso de anticonceptivos; el sexo seguro; y, más específicamente, la reproducción humana; los derechos sexuales y los derechos reproductivos; los estudios de género; y otros aspectos de la sexualidad humana, con el objetivo de alcanzar una satisfactoria salud sexual y reproductiva.
La educación sexual sobre la reproducción describe el proceso en el cual nace un nuevo ser humano, lo cual incluye el embarazo, la fecundación, el desarrollo del embrión, del feto y el trabajo de parto. Generalmente también incluye temas como las conductas sexuales, las infecciones de transmisión sexual y su prevención, así como el uso y funcionamiento de los diferentes métodos anticonceptivos y la interrupción del embarazo o aborto.
Definir la sexualidad humana desde una perspectiva científica y describirla desde un punto de vista genético, hormonal, fisiológico, anatómico o legal es útil e interesante, pero se considera insuficiente para entenderlo si no se atiende también a factores psicológicos, sociales, antropológicos y culturales (entre los que están los éticos; los morales; los políticos; los religiosos; y los emocionales)
La base de muchas de nuestras creencias sexuales, ya sean buenas o malas, correctas o incorrectas, procede de la educación que recibimos en etapas tempranas de la vida. Esta educación, particularmente la religión y la historia, refleja conceptos milenarios que se están revisando a la luz de las circunstancias actuales. Es necesaria una actitud abierta, comprensiva y sensitiva para superar los prejuicios y el fanatismo acerca de la sexualidad humana.
Los programas de educación en sexualidad son importantes vías para ayudar a la gente a aliviar sentimientos de culpa y angustia. Estos programas cuando están en manos de individuos capacitados, emocionalmente conscientes y se presentan cuidadosa y objetivamente pueden ayudar a establecer actitudes y valores sanos.
Tienen gran importancia ya que otras fuentes de información sexual son inadecuadas, incorrectas o llegan muy tarde. La devoción religiosa a menudo no garantiza que no se ejecute actividad sexual premarital; se embarazan por ignorancia y no por el conocimiento de los temas sexuales, esta es la causa del infortunio sexual.
Justo es mencionar en este tema la labor desarrollada por Alfred Kinsey, quien inició el estudio de la sexualidad humana basada en conocimientos científicos desde 1938 en la Universidad de Indiana publicando el Primer Informe Kinsey sobre Sexo, y múltiples libros acerca del tema hasta 1956 en que falleció a los 62 años de edad, creándose el Instituto para la Investigación del Sexo, actualmente Instituto Kinsey para la Investigación del Sexo, Género y Reproducción. En 1990 se publicó el Nuevo Informe Kinsey sobre el sexo.
En muchos países todavía tiene importancia la virginidad femenina, y la educación sexual impartida en las escuelas promueve la abstinencia como el único método para evitar el embarazo y las infecciones de transmisión sexual. Estas prácticas educativas chocan con cifras que muestran una alta incidencia de embarazos no deseados en esos países, incluyendo el nuestro.
A este respecto se debate si la libertad sexual en los adolescentes es algo positivo o negativo, y si la información sobre el uso de métodos anticonceptivos reduce o incrementa las posibilidades de embarazo o infecciones de transmisión sexual en los jóvenes.
A partir de su nacimiento, el humano, al igual que otras especies animales, inicia un proceso gradual de conocimiento y reconocimiento acerca del sexo. La pubertad se inicia alrededor de los 10 años de edad, en que se activan las hormonas sexuales y se determinan cambios físicos y psicológicos, surgiendo una serie de transformaciones en el aspecto del cuerpo dependiendo del sexo.
En esta etapa se alcanza la madurez biológica, pero aún no está completada generalmente la madurez psicológica y social. En este periodo se experimentan emociones contradictorias. Por una parte, aún no se han abandonado ciertos caracteres de la niñez, y a la vez se comienzan a experimentar sensaciones propias del adulto.
En esta etapa la búsqueda de una identidad propia es la tarea central. Se crean conflictos e inseguridades. Los conflictos con los padres son numerosos, ya que suelen presionarle y empujarle a tomar decisiones según sus definiciones, y los jóvenes hacen duras críticas a la sociedad y a sus padres. Se crean amistades sólidas. Los jóvenes comienzan a establecer relaciones de pareja. Los padres deben establecer una serie de normas en forma consensuada con sus hijos, y que a partir de ahí los jóvenes puedan tomar sus propias decisiones.
Es frecuente confundir y reducir el significado de la sexualidad a la genitalidad. La genitalidad, aunque importante, solamente es una parte de la sexualidad; también es frecuente simplificar el concepto sexualidad limitándolo a la copulación y fecundación.
De estas confusiones se deriva la negación de algunos de los padres a que sus hijos reciban educación sexual en la escuela.
La educación de la sexualidad se manifiesta en dos categorías: la informal, que todas y todos compartimos y recibimos en la cotidianidad, en el seno de la familia, por la influencia de los medios de información, Internet, entre otros, y la formal, que es el proceso de aprendizaje con una estructura, un programa con propósitos y contenidos, en la que existe una relación didáctica docente-educando. De hecho, la primera se imparte, es recibida y asimilada por todas y todos, pero con la característica básica de que frecuentemente se basa en mitos, propicia los prejuicios y refuerza papeles genéricos rígidos y estereotipados. La mayoría de las personas han crecido con una cultura llena de ignorancia sexual y con actitudes esencialmente negativas hacia el sexo.
La propuesta de la educación formal profesionalizada, en contraste con la informal, es que se fundamenta en información científica, propicia el respeto a la diferencia y flexibiliza los papeles de género, incluso busca desparecer los estereotipos de género. Debe ser impartida por elementos dedicados y convencidos de su misión y deben seleccionarse cuidadosamente para darle cumplimiento correcto
La educación sexual debe estar presente en la educación escolar no solo como comunicación sobre sus aspectos biológicos, sino que también es preciso incluir información, orientación y educación sobre aspectos afectivos, emocionales y sociales, de modo que las alumnas y los alumnos lleguen a conocer y apreciar los papeles sexuales femenino y masculino y el ejercicio de la sexualidad como actividad de plena comunicación entre las personas.
La salud reproductiva promueve que las personas puedan gozar de una vida sexual segura y que decidan cuándo quieren tener hijos. En este sentido, supone el derecho de hombres y mujeres de estar informados acerca del funcionamiento de sus propios cuerpos y de los métodos anticonceptivos existentes; de esta forma, la salud reproductiva está conformada por diversos servicios y técnicas, incluyendo la educación y los cuidados vinculados a las infecciones de transmisión sexual.
Los Derechos Reproductivos se basan en el reconocimiento del derecho básico de todas las parejas e individuos a decidir libre y responsablemente el número de hijos, el espaciamiento de los nacimientos y el intervalo entre estos; a disponer de la información y los medios para ello; y el derecho a alcanzar el nivel más elevado de salud sexual y reproductiva.
También incluye su derecho a adoptar decisiones relativas a la reproducción sin sufrir discriminación, coacciones ni violencia, de conformidad con lo establecido en los documentos de Derechos Humanos, siendo los siguientes:
a) Derecho a la salud sexual y de la reproducción: como componente de la salud general, a lo largo de todo el ciclo vital de las personas.
b) Derecho a adoptar decisiones con respecto a la procreación: incluidos la elección voluntaria del cónyuge; la formación de una familia y la determinación del número, el momento de nacer y el espaciamiento de los propios hijos; y el derecho de tener acceso a la información y los medios necesarios para ejercer una opción voluntaria.
c) Derecho a condiciones de igualdad y equidad de hombres y mujeres: a fin de posibilitar que las personas efectúen opciones libres y con conocimiento de causa en todas las esferas de la vida, libres de discriminación por motivos de género.
d) Derecho a la seguridad sexual y de la reproducción: incluido el derecho a estar libres de violencia y coacción sexuales y el derecho a la vida privada.
Es indispensable atender a la población adolescente en educación sexual en salud reproductiva, ofreciéndole oportunidades de desarrollo que compitan con la maternidad, así como hacer accesibles los métodos para evitar un embarazo no deseado.
La fecundidad de las mujeres menores de 20 años que alcanzaron el bachillerato representa apenas el 21% de la fecundidad de las que no fueron a la escuela o no alcanzaron a completar la educación primaria (ENADID 09). Las personas hablantes de alguna lengua indígena en nuestro país (aproximadamente alrededor de nueve millones de personas residen en hogares indígenas) son los grupos de atención prioritaria en este tema.
La visión de la OMS en este departamento es lograr que todas las personas tengan el mayor nivel posible de salud sexual y reproductiva; se aspira a un mundo en que se proteja y respete el derecho de todas las mujeres y hombres a gozar de una buena salud sexual y reproductiva, y en el que todas las mujeres y los hombres, incluidos los adolescentes y quienes están marginados o insuficientemente atendidos, tengan acceso a la información y servicios de salud sexual y reproductiva.•
Manuel de J. Campa G. Especialista certificado “In Tempore” por el Consejo Mexicano de Ginecología y Obstetricia. Es Profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Veracruzana (U.V.) desde 1966; fue Comisionado de Arbitraje Médico del Estado de Veracruz de 1999 a 2008. |