Saúl Arellano

Análisis comparativo de los cuentos ‘El Aleph’ y ‘Bienvenido Bob’ de Jorge Luis Borges y Juan Carlos Onetti

El cuento es uno de los géneros que con mayor potencia ha sido desarrollado en la literatura latinoamericana; desde Horacio Quiroga, pasando por Julio Cortázar y hasta Juan Rulfo, la creación de historias cortas en lengua española nos ha entregado auténticas obras maestras, que se han insertado de manera cuasi natural en la literatura universal.


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¿Qué similitudes formales y estilísticas pueden encontrase en estas obras? ¿Qué hace distintos a las y los autores latinoamericanos en cuanto a visión de mundo, propuesta estética y compromiso social? Para ilustrarlo, se propone este análisis comparativo entre dos grandes cuentos: El Aleph y Bienvenido Bob.

Lo primero que debe anotarse en este ejercicio de análisis comparado es que son obras contemporáneas. Bienvenido Bob data de 1944 y El Aleph, de 1945, ambos publicados en Argentina. Los dos textos comparten varias características, tanto temáticas como formales.

Entre las múltiples similitudes y relaciones hay, sin embargo, una diferencia relevante y tiene que ver con los personajes de ambas narraciones. En El Aleph, el narrador central es el propio Borges, aunque de ningún modo podría pensarse que fuese un texto autobiográfico. Por el contrario, es Borges convertido en un personaje de uno de sus cuentos más relevantes, mediante el cual, dando un “toque de realismo”, conduce a quien lee a una narración extraordinaria.

En el caso de Bienvenido Bob, los personajes son enteramente ficticios, y en ellos se cifran un conjunto de vicisitudes profundamente humanas, enteramente cotidianas, que, en su aparente realismo, también transportan a un mundo casi onírico de silencios prolongados y comunicación corporal narrada de manera magistral.

En ambos casos, como elemento coincidente, el motivo que desenlaza las historias es una mujer: viva y generadora de un amor intenso, como en es el caso de Bienvenido Bob, y el otro igualmente profundo, pero generado por la muerte de una mujer, en cuya memoria y permanencia de esa memoria, se desarrolla la historia y  tensión entre Borges y Carlos (primo de Beatriz, la mujer amada y fallecida).

En ambas historias, los relatos están anclados en temas de la vida cotidiana. Sobre todo en Bienvenido Bob, relato que conduce a la comprensión de una realidad vital de tedio, en que la oposición de Bob al matrimonio entre Inés y el narrador, de quien sorpresivamente nunca se nos revela el nombre. En esto hay una diferencia profunda entre ambas narraciones: mientras que en uno el narrador es el autor personificado, en el otro el narrador es un ser cuasi anónimo.

En ambos cuentos se encuentra una narración en que se da una superposición de tiempos; la narración rompe con la idea de la linealidad del tiempo; y en ambientes nebulosos, o de plena realidad fantástica, como en el Aleph, se plantea en los dos un contexto de tedio existencial que se expresa en el envejecimiento amargo de Roberto, y en el desprecio de Borges a Carlos, quien se encumbra a pesar de su manifiesta mediocridad literaria.

El Aleph, que es el lugar donde se encierran todos los lugares, asemeja de pronto al salón de los encuentros entre Roberto y su simbólico rival: en éste último se resuelve toda la vida, toda la mediocridad y toda la vacuidad de Roberto; ahí se sintetiza toda su existencia: una de vacuidad y sinsentido, y la otra, igual, pero gozosa en la absurda venganza de ver a su rival derrotado, en el vacío del sentido. Y es que El Aleph, siendo el lugar de todos los lugares, el punto infinitesimal en que se posa la vista y se encuentra con todos los tiempos, con el pasado y el presente, con lo enorme y lo pequeño, con todos los nombres y todos los lenguajes, es también el punto donde se disuelve la conciencia y pierde sentido todo en la vida.

En ambos casos se encuentra en germen la literatura del “boom” y no sería del todo impreciso decir que son dos importantes antecedentes directos; en los dos están presentes la mayoría de los temas y elementos que se presentarán en las obras de los autores de la nueva literatura latinoamericana: el abandono de lo “local” para situar las obras en el terreno de las preocupaciones universales de la existencia, narrado mediante un lenguaje coloquial, sin aspavientos ni pretensiones culteranas; en ambos la narración invoca a lo fantástico, con el ánimo de crear estéticamente algo mucho más allá de las preocupaciones parroquiales, como les llamaría en algún momento José Donoso.

Ruina y desastre; vulgaridad existencial y una nueva idea del arte como artificio; de la invención del lenguaje como invención de mundos en los cuales la estética es determinante de su relación con lo real y lo aparente, y no al revés. Será pues, gracias a autores como Onetti, y más aún con Borges, que la aparición de la literatura fantástica se hizo posible en Latinoamérica.

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