El Aleph de Borges, ese punto de espacio-tiempo donde se sintetizan todos los mundos, todos los tiempos y todos los lugares, tendría que ser interpretado como el lugar del lenguaje; o quizá dicho con mayor precisión: el Aleph sería una especie de “epifanía del lenguaje”.
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Una interesante visión de esta obra que me ha fascinado desde la adolescencia.
Esta es la razón de la sin razón, no hay explicación posible para lo que se considera la verdad, el origen, la totalidad y la trascendencia. El Aleph es tratar de describir a Dios, algo imposible. Su inteligencia, su sabiduría, su creatividad primerísima, su paz, su alcance, su amor y todas las consecuencias de su inmensidad, lo hacen indescriptible.