Dentro de la cultura popular, el bestiario medieval es conocido como un cúmulo de información acerca de animales y seres fantásticos que pudieron o no existir en tiempos muy remotos. Sin embargo, si nos acercamos de manera objetiva a ellos podemos darnos cuenta de la verdadera razón de su existencia, el tipo de información que contienen en realidad y el contexto en el que surgen.
Un Artículo de: Alma Rocío González Cruz INSIGHT EDUCACIÓN CREATIVA
En la antigüedad, la información viajaba de maneras y a velocidades muy distintas a como lo hace en nuestros días, por lo que no siempre se trató de noticias objetivas, fidedignas o susceptibles de ser atestiguadas en primera persona. Los primeros textos con datos de este tipo, como las Maravillas zoológicas -con problemas de atribución incierta- y La Historia Natural de Plinio el viejo, son ejemplos de conocimiento de tipo enciclopédico que acumulaba información de todo tipo: agricultura, medicina, derecho, minerales, viajes o expediciones a lugares muy lejanos, plantas exóticas, animales, etc., siendo esta última aquella que sería retomada en época medieval y que con más curiosidad ha repercutido hasta nuestros días.
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Los primeros bestiarios en aparecer suelen ser de autoría desconocida o incierta debido a la información que manejan, las regiones geográficas que mencionan y la discordancia que existe entre la lengua que están escritos -casi siempre latín o griego antiguo- así como la interpretación que le damos actualmente a su contenido.
El ejemplo más claro de problemas de atribución son las Maravillas zoológicas, texto que cuenta narraciones de viajes y fábulas extraordinarias de orígenes tan inciertos que van desde autores como Antígono de Caristos o la escuela helenística de Alejandría (datada aproximadamente alrededor del año 200 a.n.e), hasta textos como Las Cyránides de Hermes Trimegisto o la Physica de Pseudo-Salomón.
De la misma manera el Fisiólogo -que se divulgó a lo largo de la edad media en traducciones al latín y griego- fue un escrito atribuido a varios escritores de la Iglesia cristiana, tales como Epiphanius, Pedro de Alejandría, Basilio, Juan Crisóstomo, Atanasio, Orígenes, Ambrosio y Jerónimo. Tal fue su trascendencia que se llegó a mencionar que habían escrito parte de él personajes anteriores al cristianismo, como Aristóteles y Salomón. El problema no sólo radica en los nombres del probable autor o autores, sino la datación que presenta su elaboración; parece haberse creado entre los siglos III y IV d.n.e. en Alejandría, pues encontramos referencias de este en otros escritores datados cerca del siglo V. En cuanto al lugar preciso en el que se realizó, es muy posible que a pesar de contar con versiones en griego y latín se haya realizado en Egipto, pues hace referencia y descripciones a animales conocidos sobre todo en esa región. Esto aunado al hecho de que se nutre de leyendas populares y pseudociencia zoológica o animalista común a distintas culturas en el mediterráneo oriental como la griega, romana, hebrea, egipcia e inclusive hindú.
Con el paso del tiempo al Fisiólogo se le fueron añadiendo conocimientos que lo fueron transformando en uno de los primeros bestiarios de la historia occidental.
Poco a poco comienza a proliferar este tipo de “conocimiento” que llegó a incluir estudios acerca de pueblos reales y de seres míticos como los cíclopes o centauros, hasta que se llegaron a configurar textos no sólo en lenguas grecolatinas, sino también en lenguas como el anglosajón o el francés, tal es el caso del Liber monstrorum de diversis generibus, De naturis bestiarum o el bestiario de Aberdeen.
Una vez abandonada la antigüedad grecolatina, los bestiarios no sólo se convierten en instrumentos de conservación y divulgación, sino en verdaderas herramientas que pueden adoctrinar tanto al común denominador del pueblo como a las clases más instruidas gracias a la carga alegórica y simbólica de la que dotan a diversas criaturas. Testimonio de ello son las atribuciones que reciben seres como las cabras o los machos cabríos que pasaron de ser simples animales que servían de montura a divinidades paganas como Dioniso y Afrodita a ser una identificación con el pecado de la lujuria, por el carácter sexual del que estaban impregnados tanto sus jinetes como su variante mítica, los sátiros. Sin embargo, no todos se convirtieron en criaturas asociadas con el mal y no todos eran animales reales. Los griegos ya contemplaban dentro de su imaginario mítico y artístico al grifo -ser mítico que tenía cuerpo de león con la cabeza y alas de águila-, así esta fusión llega a representar a dos animales que se identifican con la figura de Cristo: la fuerza terrestre (el león) y la visión celestial (el águila), por lo que representa sus dos naturalezas, humana y divina.
Como es posible apreciar, los bestiarios surgen de una necesidad de transmitir información de todo tipo que no se relaciona exclusivamente con animales míticos, pero que de cierta forma se ligan a las expediciones o viajes fuera del mundo conocido para que otros puedan conocer aquello que algunos viajeros pudieron observar. De esta manera y con la necesidad de aumentar el conocimiento de la época grecolatina, se nutren de un bagaje cultural tan diverso que para un ser humano común y corriente perteneciente al siguiente periodo histórico -la edad media- es imposible apreciar si dichos conocimientos son verdaderos o no, o si es posible que pertenezcan a una cultura distinta a la suya, por lo que fue hasta siglos posteriores que se cuestionó la objetividad de estos y con ello su racionalización.
Alma R. González es licenciada en Letras Clásicas por parte de FFyL de la UNAM. Dedicada a la literatura antigua y la historia del arte, ha desarrollado su actividad dentro de dicha institución, así como en Casa Lamm y la Universidad del Valle de México. Colaboradora en los programas académicos de Insight Educación Creativa Certificada desde 2020.
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