La desigualdad social en todo el mundo es innegable, existe una confortable calidad de vida en algunos países que otros no la tienen. En México, los altos índices de pobreza no se comparan con los del país vecino del norte, Estados Unidos y, ante estos hechos evidentes solo cabe la pregunta ¿por qué?
En el anterior cuestionamiento se basa el libro Innovación. Una actitud, escrito el año pasado por Javier López Casarín, fundador de grupo RAM, en el cual propone que la sociedad mexicana corra el riesgo de explorar y descubrir la capacidad de innovar y por tanto poder cambiar la situación en el país.
Exhorta a que México genere una riqueza ya no solo en sus recursos, como minas, petróleo industria, cerveza, sino que sea a partir de la creatividad y la inventiva que posee su pueblo y sobre todo los más jóvenes.
El contenido del libro se centra en la pregunta ¿qué determina el desarrollo, y cómo se puede promover? Como respuesta, asegura que el factor principal es la innovación. Sin embargo, para llegar a ello, la sociedad mexicana tiene que resolver la problemática de cómo llegar a la innovación en un país como el nuestro, en el que se limita su presencia y su crecimiento.
En el capítulo 1 se describe la importancia que tiene la investigación, el desarrollo y la innovación en el crecimiento de las economías mundiales. Además, destaca que a inicios del siglo XXI la Unesco ha considerado a la sociedad como la sociedad del conocimiento y que la información es la piedra angular. Además, explica el concepto de la abundancia y la evolución que han sido de suma importancia en todos los avances científicos y tecnológicos que la humanidad ha alcanzado.
En el capítulo 2 se presenta un recuento de las principales aproximaciones teóricas al fenómeno de la innovación, la cual es definida por el autor como un sinónimo de progreso. Asegura que no existe un solo pensador al que se le niegue su papel decisivo en el desarrollo de un país.
Indica que la innovación implica un cambio y un riesgo y que, por lo regular son los valores religiosos o históricos los que buscan una seguridad de la sociedad, a diferencia de los valores pragmáticos que siempre tienen la necesidad de mejorar las condiciones de vida de la sociedad.
Cómo se mide la innovación es el cuestionamiento del tercer capítulo, en él, el autor explica que es a través del índice Global de Innovación en el que se mide el desempeño de las naciones. De acuerdo con el libro, el Índice señala que México se está rezagando por 20 posiciones en 11 años y asegura que la razón principal es la falta de política de innovación en el país. Señala que, en cuanto a patentes, México tiene un desempeño comparado con el de países que en 1965 tenían cifras similares a las nuestras.
A través del capítulo cuarto se procura identificar qué es lo que hace algunas sociedades sean más innovadoras que otras. El autor toma como base a Adam Smith, quien aseguró que el avance tecnológico era un factor importante que conducía a el mayor bienestar y el crecimiento de la economía.
Además, en el libro también retomó a Rudolph Kalafus, quien escribió La sociedad innovadora en 2014. Él expuso que son cinco las condiciones que se considera son definitivas al tratar de distinguir a una sociedad innovadora, las cuales son la ausencia de miedo, el acceso a la información, una guía en el uso de la información, la recompensa social a la innovación y la multiplicidad de oportunidades.
En el capítulo quinto se aborda la situación de la Innovación en México, de acuerdo con el autor, el espíritu innovador en México no solo no ha sido promovido, sino que se ha limitado y hasta prohibido. Menciona que la OCEDE señaló a México como un país estancado en relación con el crecimiento de su Producto Interno Bruto, debido a que en 2016 el crecimiento fue de 1.97%, por debajo del promedio entre los 41 países miembros que fue de 2.09 por ciento.
Un factor importante es la educación y Javier López asegura que en México no está diseñada para promover la innovación, debido a que no se educa para innovar. El sistema educativo, asegura, está fundado en la obediencia y en la memoria y no en la imaginación y en la curiosidad.
En el penúltimo capítulo se presenta las propuestas del autor sobre lo que la sociedad mexicana puede hacer para alcanzar niveles satisfactorios de la innovación. Asegura que cada día que no innovamos nos condenamos a ser más pobres en el futuro.
Indica que la innovación es urgente para el impulso del desarrollo económico y plantea el comienzo en este camino a través del desarrollo de una agenda pública de innovación en México, en la cual se le de prioridad a elevar la calidad educativa, financiar universidades y centros de investigación, apoyar el capital de riesgo y promover el intercambio internacional.
Para finalizar, en el capítulo séptimo, Javier López Casarín ofrece una mirada optimista en la innovación mexicana y asegura que nuestra sociedad tiene las habilidades y capacidades suficientes para alcanzarla. Sin embargo, advierte que la innovación implica la voluntad de experimentar, saber y triunfar y que lo que ahora nos ahoga es el derrotismo.
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