por Rogelio Flores
Efímera, la vida es efímera y se agota pronto. Por eso, además de vivirla intensamente, queremos trascenderla y dejar huella; ser felices y hacer felices a otros, marcar un registro de nuestro paso por el mundo. O bien, cambiar a este último, de acuerdo con nuestras creencias. No importa si es en pequeña medida; tampoco importa si nadie se da cuenta de la variación que resulta de nuestros actos, que, como efecto mariposa, llegan más lejos de lo que creemos. Nosotros lo sabremos y con eso será suficiente. Entonces seremos otros.
Por todas estas razones es que escribimos. Lo hacemos porque sabemos que vamos a morir, porque no queremos ser olvidados, porque nos gustaría que el mundo fuera distinto y cuando así lo imaginamos, nos complace mostrar esa versión diferente a los demás, soñando en habitarla, en compartirla.
Los gobiernos no comparten este entusiasmo, por supuesto.
Escribir ficción para muchos (y me incluyo) es un acto de rebeldía contra la realidad, contra esa realidad que es imperfecta, aburrida o injusta y que nos orilla a plantearnos escenarios diferentes a los que conocemos y nos ha quedado a deber. Y justo a eso nos referiremos en esta oportunidad, a la ucronía trazada en La vida amorosa de las cigarras, libro de cuentos de Rodolfo JM, editado en la colección “El Guardagujas” de CONACULTA.
Antes detengámonos en una definición necesaria. ¿Qué es una ucronía? Una ucronía es la reconstrucción alternativa de la historia, la respuesta a la pregunta siempre presente en nuestra mente y nunca posible fuera de ella: ¿qué hubiera pasado si…?
Es decir, una ucronía explora las posibilidades múltiples de lo que pudo suceder en la historia. Para el caso que nos ocupa, la pregunta se refiere a qué hubiera pasado si en la década de los noventa nuestro país hubiera sido gobernado por una izquierda liberal, tolerante a la diversidad y a la existencia de una industria sexual plasmada en películas, fotonovelas y exitosos clubes de sexo, todos de producción nacional. ¿Cómo serían nuestras vidas en un contexto así, sin culpas ni persecución a la práctica libre y hedonista de la sexualidad?
Las respuestas, plasmadas en esta obra, ofrecen un mundo extraño, aunque familiar al mismo tiempo. El libro narra, a través de siete relatos y una sección de anexos, el nacimiento, auge y caída de una hipotética industria de la pornografía en nuestro país. No es, sin embargo, una obra pornográfica o erótica. La vida amorosa de las cigarras tiene otros objetivos, más profundos, más humanos; más interesados en el interior de sus protagonistas, en los cambios experimentados por ellos al conocer una libertad que parecía imposible, que hasta ese momento lo era y que en este lado de la realidad, lamentablemente, lo es.
Si bien en los cuentos de La vida amorosa de las cigarras hay relación de diversas prácticas sexuales, de conductas un tanto bizarras y descripción explícita de algunas escenas, estos no son los temas centrales. No hay en este libro una apología a la pornografía, la prostitución ni parafilia alguna. Son los anhelos, los miedos y las pasiones de los seres que transitan estos relatos los verdaderos temas de la obra, y todos ellos están marcados por una certeza terrible: el placer es efímero.
Y la libertad también.
Por ello el comentario de la familiaridad en este mundo extraordinario. Aún en el universo paralelo plasmado en estos relatos, el conservadurismo y la corrupción, así como la doble moral y sus heraldos están listos para reclamar su lugar en la historia, y eventualmente lo hacen. A fin de cuentas, se trata de una ucronía, no de una utopía. La condena a la diversidad, la persecución a las libertades sexuales, o el lucro y los delitos favorecidos por la represión moral, política y social también aparecen. Y no nos sorprenden. De hecho, nos parecen viejos conocidos.
Lo descrito hasta el momento, por el lado de su fondo. Ahora, considerando su forma, podemos decir que La vida amorosa de las cigarras juega con su narrativa, y se nos presenta no sólo como colección de cuentos, sino también como ensayo, como el compendio de notas de un estudioso del fenómeno, como reportaje, o incluso documental en el que intervienen personajes tanto ficticios como reales, dando sus propios testimonios, alimentando la leyenda y el misterio.
A pesar de ser una obra reciente y claramente literaria, ya han habido lectores confundidos, que han dado por cierto mucho de lo que se cuenta en ella y creen en la existencia de los filmes de culto citados en este universo ficticio, uno de ellos da título al libro, por cierto.
No juzgo a estos lectores confundidos, por supuesto. Con los recursos metaficcionales utilizados, Rodolfo JM nos hace personajes de ese extraño mundo en el que, como lectores–público nos reconciliamos con nuestros deseos sin la menor culpa. Así, alegremente también somos parte de la ucronía, y como no pasaba desde los años cuarenta del siglo xx, abarrotamos las funciones de cine para ver películas mexicanas, admirando a nuestras nuevas estrellas; y también coleccionamos las fotonovelas y acudimos a los clubes y fiestas, soñando en conocer a las ninfas y faunos del Olimpo sexual de ese México noventero.
Con todo, la lectura de estos cuentos deja un sabor un tanto amargo y esto tiene que ver con lo efímera y frágil que resulta una vida sexualmente libre de culpas. Efímera y frágil, pero a la vez hermosa, como el canto de las cigarras, esos insectos hedonistas y sin culpas.•
Rogelio Flores Escritor. Cursó estudios de Ciencias de la Comunicación en la UNAM, así como de Creación Literaria en la Escuela de Escritores de la SOGEM (Sociedad General de Escritores de México), y de Realización Cinematográfica en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba (EICTV). Ha colaborado en publicaciones como Arcana, Cambio y El Semanario, entre otras. Es coautor de los libros de cuento Abreletras, Prohibido fumar: cuentos contra la represión, Palabras Malditas y Códices en el asfalto; y autor de Adiós, Princesa y Rocanrol Suicida, también de cuento. Recientemente, ganó el concurso Palabras Malditas. |
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