Solo las autoridades no han dicho esta boca es mía, practicando lo que puede llamarse el ciclo del autoengaño. Analistas, consultorías, organismos internacionales, centros académicos, cámaras empresariales, bancos y varias entidades más, han actualizado sus previsiones y adelantando pronósticos a la baja en la situación de los próximos meses y para todo 2022.
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Interrumpida, trastocada, truncada, enfriada, debilitada, ralentizada… Estos y otros términos se están empleando para caracterizar el estado de la recuperación económica global y nacional. Los informes están a la vista, de todo tipo, para el mundo entero, para sus diferentes regiones, y para México incluso algunos ya hablan de recesión, aunque sea técnica. Está por empezar la conocida puja por definir de qué se trata, si de una desaceleración o de algo nuevo, qué forma toma la curva y todo eso. Lo sorprendente, o no tanto, es que en el intercambio no participe la autoridad hacendaria.
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El 6 de enero pasado el Presidente de la República presentó en su conferencia de prensa un reporte “sobre resultados en lo económico, en lo social, para que sepamos cómo vamos en todos los terrenos, todo lo que tiene que ver con el desarrollo y el bienestar” Resumió temas como el índice principal de la Bolsa de Valores, el tipo de cambio, la deuda pública, la inflación, los empleos formales asegurados en el IMSS, el salario mínimo, las remesas y la inversión extranjera directa. Luego, en respuesta a los reporteros, agregó algo sobre las tasas de interés y las reservas internacionales https://bit.ly/3o7dxYm
Ahí se anunció que cada primer jueves de mes se actualizará la información. Iremos viendo, nunca está de más tener fuentes adicionales para saber cómo estamos. Desafortunadamente, el primero de estos ejercicios, el del 6 de enero, se presentó en clave de contrapunteo, no de enriquecimiento del conocimiento público. “La decisión de informar -dijo el Presidente- es poder dar a conocer nuestra visión, los datos que tenemos, que son datos oficiales, porque como son muchos los que no nos quieren, los malquerientes, pues se informa”. Así que para las siguientes oportunidades cabe esperar más desmentidos o réplicas a las otras visiones, aunque también estas se basen en los datos oficiales, que son patrimonio de todos, por cierto.
Lo que no incluyeron en el guion del Presidente es el hecho básico de que el desempeño económico no va como se esperaba, que la recuperación empezó a debilitarse desde el tercer trimestre de 2021, que al año pasado cerró por debajo de lo estimado, que 2022 inició con menor impulso y que para este año se adelanta una expansión que puede quedar a la mitad de lo estimado hace apenas cinco meses, y muy por debajo de lo requerido para volver, aunque sea, a los niveles de 2018.
Estamos repitiendo el patrón de 2019 y otros años, que en sus componentes básicos comprende lo siguiente: primero, se desestiman los signos de desaceleración o se rechazan hasta que ya no hay modo de ignorarlos; segundo, se enfatizan elementos parciales o se tratan fuera de contexto; tercero, se magnifican indicadores parciales que muestran los mejores resultados, y, cuarto, al final se descalifican los planteamientos insistiendo que el menor crecimiento, o el estancamiento, o la recesión no es lo relevante, que hay otros objetivos que sí se están cumpliendo.
Este es el ciclo del autoengaño, y ya estamos de lleno en el, empezando por la fase de la negación, siguiendo por la descontextualización y avanzando con la magnificación de datos parciales. Pronto puede legar la etapa de la evasión. Todavía hay mucha incertidumbre sobre lo que vendrá los próximos meses, pero está bastante claro que los meses recientes la economía entró en franca desaceleración. Para 2022 el programa presupuestal fue construido con el supuesto de que creceríamos poco más de cuatro por ciento, y hoy se estima que no pasaremos del tres por ciento y que más bien estaremos cerca del dos por ciento. Uno siempre se ve obligado a especificar las razones por las que todo esto importa mucho, y decir que el crecimiento no es suficiente, aunque sea necesario.
Pues bien, la desaceleración importa, y mucho, porque con ella bajará la creación de empleos, la captación fiscal (incluso con mayor esfuerzo recaudatorio), las capacidades de gasto público, y las posibilidades de consumo de la población. Y todo esto, y otros factores más, repercuten en el bienestar, aún cuando se sostengan los programas de transferencias monetarias. Por estas y otras razones, a estas alturas ya debería estarse ventilando y discutiendo públicamente el enfriamiento de la recuperación, tendríamos que estar debatiendo posibles medidas para contener la desaceleración, y sobre todo, nos convendría tener las alertas sobre los riesgos que corremos con este cambio de perspectivas que estamos viviendo aquí y ahora.
Hay muchos diagnósticos que están afinándose, pero a partir de la propia información pública disponible o de fuentes propias, se cuenta con elementos para configurar un buen planteamiento de respuestas. Para esto no hay convocatoria alguna, y, sobre todo, no existe al parecer voluntad de ventilar el problema. Más bien, se le está minimizando o evadiéndolo, como si hablar de la desaceleración pusiera nerviosas a las autoridades. A estas alturas, la incertidumbre se ha generalizado y las expectativas ya cambiaron, así que no tiene sentido seguir obviando la situación.
Con este cambio, también se están modificando los escenarios de política económica y social hacia 2024. Hoy es más urgente precisar las medidas para convocar a la inversión privada y para ampliar la pública; es más urgente discutir que tenemos que hacer para contener la inflación y evitar que el poder adquisitivo se deteriore; se impone considerar nuevas medidas para fortalecer los sistemas de salud y de educación; apura más concertar medidas para rescatar las actividades y regiones que siguen afectadas por la pandemia y que no se estaban recuperando bien, y así con otras posibles opciones.
Lo primero sería aceptar que de nuevo ha cambiado el curso de los hechos, hablarlo abiertamente y convocar a la nación a platicarlo. No parecería gran cosa, pero no parece haber intención de hacerlo.
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Frase clave: El ciclo del autoengaño
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