por Mario Luis Fuentes
México crece a un ritmo promedio de 1.3 millones de habitantes al año, lo que implica que pasaremos, de aproximadamente 118 millones en el 2014, a casi 124 millones al finalizar la presente administración; cada año nacen más de 430 mil niñas y niños, cuyas madres tienen menos de 19 años, en medio de un contexto de pobreza y carencias; esto sin duda, obliga a repensar nuestra política de población.
La política de población es crucial para el desarrollo de cualquier país; en efecto, la dinámica demográfica determina sustantivamente las posibilidades que tiene una nación para garantizar los derechos humanos de sus habitantes, y tiene implicaciones de distinta índole que van desde la economía hasta la capacidad de gestión, cuidado y manejo responsable de los recursos naturales.
Es un hecho que a pesar de los avances, a partir del año 2000 se registró un importante retroceso en lo que a esta política se refiere, lo cual ha provocado un severo impacto en la magnitud de la demografía de nuestro país, y con ello, en las agendas asociadas a la planeación del desarrollo, a la medición de la pobreza y otros indicadores sociales.
Para dimensionar lo anterior basta con señalar que las proyecciones de población del CONAPO mostraban que la población esperada para el año 2010 en México sería de aproximadamente 108 millones de habitantes; frente a ello, el Censo de Población levantado por el INEGI contabilizó a un total de 112.33 millones de habitantes; es decir, había una subestimación de 4 millones de personas, suma aproximada a la población total de un estado como Oaxaca.
Un asunto de derechos humanos
Uno de los temas de mayor relevancia en lo que a cuestiones demográficas se refiere es el elevado grado de incumplimiento de los derechos sexuales y reproductivos de la población, y en particular de las mujeres, especialmente quienes son más jóvenes y quienes cuentan con menores niveles de escolaridad o mayores vulnerabilidades por vivir en la pobreza o en situación de carencia social.
Los datos sobre natalidad con que cuenta el INEGI permiten sostener que el 18% del total de los nacimientos que se contabilizan en el país se presentan en mujeres que tienen menos de 19 años al momento del parto, es decir, casi uno de cada cinco nacimientos se da en mujeres muy jóvenes.
Es de destacarse que la proporción de nacimientos en adolescentes, respecto del total, ha ido creciendo sostenidamente desde el año 2000, en el cual era equivalente al 15%, para ubicarse en el año 2012 en 18.3%. Esto, en números absolutos implica que en el año 2000 nacieron 433 mil niñas y niños cuyas madres eran menores de 19 años; mientras que en el año 2010 la cifra rebasó los 468 mil nacimientos entre las mujeres de este grupo de edad.
Una vez más, para efectos comparativos, debe destacarse que en los 10 años que van de 2003 a 2012 se han contabilizado un total de 4.45 millones de nacimientos de niñas y niños, cuyas madres eran mujeres adolescentes.
Una tendencia elevada
Los datos presentados en torno al embarazo adolescente están asociados a las tendencias de fecundidad en el país, ámbito en el cual no se ha logrado una reducción relevante en los últimos años; de hecho, de acuerdo con las y los expertos, la tasa global de fecundidad está ahora a niveles mucho más elevados a los indicadores esperados a principios del nuevo siglo.
De acuerdo con las proyecciones de población 2010-2050 del Consejo Nacional de Población, la Tasa Global de Fecundidad se ubicó en el 2010 en 2.28 hijos por cada mujer en edad fértil (de los 15 a los 49 años de edad); esta tasa descenderá muy lentamente para llegar en el año 2029 a 2.08, y se mantendría, de continuar las tendencias, en ese mismo nivel hasta al menos el año 2050.
Esto nos llevaría a un crecimiento natural de la población que superará el millón de personas, anualmente, hasta el año 2030; de hecho, el crecimiento total anual promedio estimado entre los años 2010 y 2050 será de aproximadamente 586 mil personas; este crecimiento será el resultado de restar al número de nacimientos el número de defunciones anuales, así como la diferencia entre el número de inmigrantes y emigrantes totales.
Tales datos obligan a pensar en la urgencia de retomar a la política de población como uno de los ejes fundamentales de la política social, pues, como ya se dijo, se trata de una cuestión fundamental de derechos humanos, y en particular de los derechos sexuales y reproductivos de la población.
El uso de los métodos de prevención
De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID), en México prácticamente el 98% de las mujeres que tienen entre 15 y 49 años de edad conocen algún método de anticoncepción; y solo el 2.1% sostiene que no conoce ningún método para prevenir el embarazo.
Es importante hacer notar que según la citada Encuesta, el 49.1% de las mujeres que forman parte del grupo de edad señalado son usuarias actuales de algún método de prevención del embarazo.
Según la información recabada por el INEGI, el 50% de las mujeres que son usuarias de algún método lo utilizan para limitar el embarazo, mientras que un 34% lo hace para espaciar el embarazo, y el 6.4% lo utiliza como resultado de la prescripción médica.
Del total de las mujeres que declaran no utilizar métodos de prevención del embarazo, el 10% no lo hace porque desea embarazarse, mientras que el 68.3% declara que “no los necesita”, y un 12% más declaró no utilizarlo por “otras razones”.
Frente a lo anterior es pertinente destacar que según la ENADID, del total de mujeres entre 15 y 49 años, el 61.5%, no utilizó ningún método de prevención del embarazo durante su primera relación sexual; asimismo, es de suma relevancia el dato relativo a que cerca del 23% de las mujeres en ese grupo de edad declara nunca haber tenido relaciones sexuales; mientras que únicamente el 14.5% declara haber utilizado algún método.
En relación con lo anterior, debe hacerse notar que la escolaridad está directamente relacionada con la utilización de algún método de prevención del embarazo durante la primera relación sexual, pues, según la ENADID, entre las mujeres que cuentan con educación media superior y superior, el porcentaje de no uso de métodos para prevenir el embarazo en su primera relación sexual es de 48.9% y 42.8%, respectivamente.
En contraste, entre las mujeres con estudios de educación secundaria, el porcentaje de no uso de métodos anticonceptivos en su primera relación asciende a poco más del 62%, mientras que entre quienes cuentan con estudios de primaria o inferiores, la no utilización de métodos de prevención es superior al 80%.
Otro dato de sumo interés es que a mayor escolaridad, mayor es el retraso en el inicio de las actividades sexuales, pues, según la ENADID, entre las mujeres de 15 a 49 años que cuentan con estudios de secundaria, el 25.3% nunca ha tenido relaciones sexuales; entre quienes cuentan con estudios de bachillerato el porcentaje es de 31.5%; mientras que entre las mujeres con educación superior, el dato asciende a 25.6%.
Como último indicador, cabe destacar que la edad mediana en la que las mujeres mexicanas declaran haber tenido la primera relación sexual es de 19 años, y en este rubro destaca que en las localidades de menos de 15 mil habitantes la edad mediana es de 18 años.
*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 04- Marzo- 2014, p.28
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