Al presidente López Obrador le gustan los símbolos; sabe usarlos y recurre a ellos constantemente. Pero hay un problema con ello, no hay un código desde el cual descifrarlos o al menos intentarlo con relativo éxito. A diferencia de la ritualidad priista del siglo XX, cuando había “reglas no escritas”, pero convenciones relativamente estables sobre qué y cómo interpretar los signos del poder, con el Presidente López Obrador y su movimiento, pareciera que está apenas en gestación un nuevo juego de signos respecto del cual se sabe poco y se tiene poca certidumbre de cuánto más habrá de durar.
Escrito por: Mario Luis Fuentes
Considerando lo anterior, cabe preguntar respecto del próximo desfile tradicional del 15 de septiembre, cuáles son los signos y mensajes que el presidente nos está enviando. ¿Qué significa que la mayor parte de los elementos que habrán de marchar ese día sean integrantes de la Guardia Nacional?
En los últimos días, el país ha visto a lo largo de cientos de kilómetros una nueva escalada en el nivel de desafío al Estado por parte de los grupos de la delincuencia organizada, quemando vehículos, asesinando gente, incendiando tiendas y, en resumen, sembrando el terror entre la población.
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¿Por qué, ante la permanencia de los más altos niveles de violencia en nuestro país, el jefe del estado y comandante en jefe de las fuerzas armadas, decide que miles de elementos sean retirados de sus responsabilidades en campo, afectando sin duda la presencia territorial de la Guardia Nacional, que en estos momentos parece no solo crucial, sino insustituible?
Preocupa pensar que el presidente ya ha asumido que en materia de seguridad pública hay poco qué hacer en lo que queda de su administración. Y preocupa más todavía que ante los resultados no sólo no lleve a cabo una revisión crítica del contexto y situación del país, sino que, al revés, avance hacia su radicalización, concentrando una cantidad de poder inédita en manos del Ejército y de la Marina Armada de México.
Una cuestión importante ante la radicalización de las decisiones presidenciales en esta materia, considerando que vivimos en un régimen democrático, que el presidente hiciera explícito qué fue lo que le llevó a cambiar de opinión y posición respecto de lo que sostuvo no sólo en la campaña, sino a lo largo de su liderazgo político como oposición al PAN y al PRI.
No disponemos de una narrativa coherente del giro que dio a sus propuestas, y menos aún cuando la mayoría de los estados de la República están gobernados por integrantes de su movimiento, con los cuales podría avanzar de una manera más rápida en la construcción de una estrategia civil de seguridad pública.
Frente a ellos los escenarios son, por decir lo menos, contradictorios. Porque si el presidente no confía en sus gobernadoras y gobernadores para implementar una estrategia de seguridad más allá de las fuerzas armadas, entonces cómo es que insiste en marcar todos los días las supuestas diferencias respecto del pasado.
En ese sentido, lo lógico sería que convocara a los titulares de los Ejecutivos Estatales de Morena y los que son sus aliados, a construir una estrategia de seguridad pública a través del cual se diera una renovación integral de las policías estatales, ministeriales y municipales, a fin de construir de una vez por todas, una estrategia que genere la institucionalidad requerida para que el Ejército no termine de ser “desnaturalizado” de sus funciones.
Una pregunta que debe plantearse además es que, si bien el Ejecutivo llegó l poder vía las urnas, y eso le enviste de plena legitimidad, quien haya de sucederle tendrá una legitimidad similar; por ello la Constitución es clara al establecer que las medidas que se tomen tengan una temporalidad sexenal; porque se asume que la conducción del desarrollo nacional le corresponde exclusivamente al titular de la presidencia de la República.
La pregunta en ese sentido es si tiene sentido democrático imponer severas restricciones a quien sea la nueva o el nuevo presidente de la República, pues como Comandante en jefe de las fuerzas armadas, tendrá que negociar con un Ejército empoderado como nunca. Con un despliegue territorial inédito y con una masa histórica de recursos presupuestales.
El presidente sostiene reiteradamente que necesita modificar la Constitución para que no se dé marcha atrás a sus medidas una vez que concluya su mandato. Pero eso constituye una deriva autoritaria inaceptable en el marco de un Estado social de derecho, pues la permanencia de las políticas públicas y estrategias específicas está sujeta siempre a dos factores ineludibles: la eficacia de las medidas y la pertinencia de mantenerlas en el tiempo.
De tal forma que pretender que su estrategia quede inscrita en la Carta Magna, constituye un despropósito en tanto que debería formar parte del conjunto de políticas de su administración y, en función de las que implemente quien le suceda, determinar si es conveniente para el país sostener la misma ruta o llevar a cabo ajustes y modificaciones estructurales.
No es deseable para nuestra arquitectura constitucional e institucional que cada titular del Ejecutivo intente incorporar en su texto sus visiones particulares del país. La Carta Magna debería, en todo caso, reformarse a través de amplios consensos a fin de que lo que esté ahí escrito, sea reflejo auténtico de un proyecto de país, con el que todas y todos podamos sentirnos identificados.
Por todo esto es que la pregunta planteada al inicio del texto cobra mayor pertinencia: ¿cuál es el sentido, más allá de la tradición histórica, de una “parada militar” en un país agobiado por la violencia, sembrado de fosas clandestinas, con más de 100 mil personas extraviadas o desaparecidas y con un desafío permanente del crimen organizado a las fuerzas del Estado?
Las imágenes que veremos en televisión y redes sociales pueden anticiparse: el jefe del estado, celebrando el 13 de septiembre a los Niños Héroes; y el 15 y 16 recibiendo el saludo de la Bandera y arropado por la élite militar. Por ello es importante la pregunta, en el contexto específico en que nos encontramos, ¿cuál es el mensaje que nos da el presidente? Saberlo importa.
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