“El dulce veneno del Banco Mundial” es un texto escrito por Francis Adams, publicado en el siguiente enlace del sitio Servicios Koinonia.
Detrás de las “reformas modernizadoras” patrocinadas por esta institución en el Tercer Mundo, hay toda una política que afecta a los más pobres para favorecer los intereses de los inversionistas internacionales.
Una visión del Banco Mundial
Pocas instituciones simbolizan tan bien el triunfo momentáneo del neoliberalismo como el Banco Mundial. Visto hace algunas décadas como “agencia del imperialismo”, ha rehecho su imagen y trata de aparecer ahora como promotor de reformas políticas y económicas “modernizadoras”. En Brasil, por ejemplo, patrocina todo el proyecto educacional. Tiene varios programas de “colaboración” con el gobierno de Vietnam, y realiza un esfuerzo notable para involucrar en sus actividades a las organizaciones no gubernamentales. ¿Pero cuál es el sentido de las políticas que propone?
El Banco Mundial (BM) gusta de presentarse a sí mismo como una institución políticamente neutra. Sus estatutos prohiben la interferencia en los asuntos políticos de los países miembros, y sus políticas de crédito están supuestamente basadas sólo en consideraciones “económicas”. Pero la institución raramente ha mantenido tal neutralidad.
Las agendas del Banco Mundial
Actualmente el BM está impulsando reformas políticas en el mundo subdesarrollado bajo el título de “el buen gobierno”. Su campaña tiene cuatro objetivos básicos. En primer lugar, el banco espera mejorar la gestión del sector público. Eso comprende reformas administrativas para ampliar la eficacia de las agencias gubernamentales, gerenciamiento de los gastos públicos para mejorar el proceso de elaboración de presupuestos y reforma de las empresas públicas para elevar su rendimiento.
En segundo lugar el BM pretende mejorar las técnicas de contabilidad y auditoría en el servicio público. Un sistema mejor de control -se afirma- va a mejorar el control de los gastos y el gerenciamiento de caja.
En tercer lugar, el BM está promoviendo reformas legales para asegurar la consistencia de las leyes. Con esta finalidad, está ayudando a actualizar los sistemas legales y a entrenar al personal judicial.
Finalmente, el BM está subrayando la necesidad de mayor “transparencia” en los asuntos públicos, a través de un mayor conocimiento de las acciones de gobierno y el acceso a datos económicos precisos.
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Un discurso cerrado en sí mismo
Es difícil contestar estos cuatro objetivos en sí mismos: la campaña por el “buen gobierno” sólo puede evaluarse en el contexto de la agenda económica general del banco, que insiste hace ya más de 15 años en la promoción agresiva de “ajustes” en los países del Sur. En efecto, los países en desarrollo sólo reciben apoyo del BM a cambio de reformas orientadas hacia los intereses del “mercado”.
Se presiona a los países para reducir programas sociales costeados por el Estado, para acabar con los subsidios y a congelar los salarios. Se pide igualmente a los gobiernos que desregularicen los mercados internos, que desmantelen los controles de los precios, que eliminen las restricciones a las empresas privadas, que vendan las empresas públicas y que supriman las barreras al comercio y a la inversión extranjeros. Estas medidas se presentan como imprescindibles para atraer a las corporaciones transnacionales.
En realidad, la campaña del BM por el “buen gobierno” está explícitamente vinculada a tales medidas de ajuste. Las reformas en el gerenciamiento del sector público, por ejemplo, subrayan la austeridad y la privatización. En la perspectiva del BM, la ineficiencia en la oferta de bienes y servicios puede reducirse con la transeferencia de muchas de esas funciones al sector privado. El Estado debería concentrarse en asegurar un “ambiente favorable” a los negocios.
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La agenda de la privatización
Un gobierno más pequeño también puede ser objeto de mejor control. También aquí, los técnicos del BM argumentan que cuantas más funciones se deleguen al sector privado, menor será el potencial de corrupción en el sector público. El BM está, por eso, promoviendo la reducción de los programas de inversión pública y de cierre de las empresas estatales.
El llamado del BM en favor de reformas legales subraya la defensa de los derechos de la propiedad y de las inversiones extranjeras. Ello incluye la desregulación, la abolición de control de precios, la supresión de los controles al comercio exterior. Los esfuerzos para desarrollar la producción privada y estimular el crecimiento dirigido por el mercado no tendrán éxito -dicen los técnicos del BM- mientras los inversores no dispongan de reglas claras que reduzcan la inseguridad en relación a futuras acciones gubernamentales.
Los intereses del sector privado también son priorizados en el esfuerzo por ampliar la “transparencia”. La eficiencia de los actores económicos y la competitividad de los mercados requieren un amplio acceso a informaciones relevantes. Informaciones sobre la economía, las condiciones del mercado y las políticas gubernamentales son centrales para los cálculos del sector privado. El BM dice que pretende el “buen gobierno” y la democratización; al imponer medidas impopulares y que amplían la desigualdad, ¿no está en contradicción con ese discurso?
Si las medidas de “buen gobierno” promovidas por el BM abren el camino para profundizar los “ajustes”, no está claro de qué forma estos “ajustes” contribuyen para la igualdad y la democracia. La experiencia demuestra que el peso de las nuevas políticas recae sobre los sectores más indefensos. Los pobres son los más afectados por la supresión de los programas públicos de nutrición, salud, educación y vivienda.
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La desregulación de los mercados
La desregularización de los mercados internos también lleva a la reducción de los controles de precios sobre los productos básicos, a menores salarios y al deterioro de las condiciones de trabajo. Además, un gran número de personas pierde los empleos cuando se privatizan las empresas públicas.
La liberalización del comercio y de las inversiones extranjeras pone a los pobres de la ciudad y del campo en desventaja. Cuando se sustituye el cultivo de alimentos por productos exportables, los pequeños propietarios acaban siendo expulsados del campo y las mejores tierras se concentran todavía más en las manos de un pequeño grupo de exportadores locales y extranjeros.
Sin el capital ni el tamaño ni la avanzada tecnología de las transnacionales, los pequeños productores urbanos también son desplazados. Y las condiciones de trabajo empeoran mucho cuando las naciones subdesarrolladas se ven obligadas a competir unas contra otras para atraer la inversión extranjera.
Según el BM la campaña por el “buen gobierno” ayudará al avance de la democratización. Pero el BM está utilizando estas reformas políticas para imponer programas económicos que poco apoyan al pueblo. El resultado es el crecimiento de la desigualdad. En este ambiente, la esperanza de una verdadera democracia y de una estabilidad política parecen muy pequeña.
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