El presidente Andrés Manuel López Obrador marca agenda para comunicar en los medios un día sí y otro también. ¿Es esta una bien planeada estrategia para comunicar? ¿O quizás la sociedad en general, no ha articulado una agenda robusta que haga las veces de real contrapeso a lo planteado desde palacio? ¿Son ambas? ¿O dicha actuación ha de interpretarse como resultado de un proceso histórico del cual el presidente es sólo una muestra?
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Desde las antípodas lo analizaremos.
A 177 kilómetros al norte de Atenas se ubica aún a orillas del monte Parnaso el mítico oráculo de Delfos el cual, según la leyenda, fue erigido en honor a una batalla que Apolo, hijo de Zeus sostuvo en dicho lugar. Con la creación del templo y dado que Apolo tenía en uno de sus poderes, ser portador de la verdad, Delfos se volvió famosa, dado que cada sentencia del Oráculo, se convertía en una profecía auto cumplida, haciendo que su prestigio se ampliara a todos los rincones de la Grecia Antigua.
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Reyes y monarcas de la antigüedad acudían a este famoso templo para consultar los designios conforme a su futuro respecto a las más variadas decisiones de trascendencia en la vida de naciones o regiones; pero también, le estaba permitido al humilde pastorcillo o campesino. consultar al oráculo sobre el futuro de su cosecha o la salud de su ganado. Nada escapaba al oráculo, quien todo lo sabía y conocía.
Sirva esta anécdota para recordar que, desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha tenido o buscado diferentes fuentes de saber y conocimiento que guíen su actuar para mejorar la toma de sus decisiones.
Así lo que antes fueron los oráculos en todas sus variantes, posteriormente lo fueron los juglares en la edad media, la imprenta de Gutenberg en su momento, hasta llegar en tiempos más recientes a la prensa, la televisión o la radio.
Todo esto, cambió abruptamente con la llegada del internet y la masificación de dispositivos móviles entre ellos los celulares que se han convertido en un poderoso instrumento para que ha horizontalizado de manera inusitada las esferas para comunicar entre los diferentes actores. Nos referimos las redes sociales.
Hay que remarcar, sin embargo, que anteriormente eran estos instrumentos y sus canales, una especie de saber un tanto arcano y oculto. No a todos les era permitido opinar, ni guiar el camino del colectivo. La razón, más que divina, era bastante terrenal y humana; detentar el monopolio de la verdad representaba influencia y capacidad de persuasión sobre un determinado colectivo.
En México, con la evolución de nuestra joven democracia no está de más recordar el inmenso poder que tenía el duopolio televisivo hasta hace unas cuantas décadas o años ¡Cómo olvidar que un famoso magnate de los medios de comunicación abiertamente se declaraba como soldado del presidente!
Esta sujeción de los grandes medios al poder presidencial fue una constante hasta la alternancia del año 2000 en la presidencia de la república. Momento en el cual el oligopolio de comunicación a través de sus cadenas de radio y televisión, se convirtió en un poderoso tomador de decisiones y legislaciones a modo que aumentaban su poder, a la vez que influían de manera decisiva en sentido positivo o negativo, a través de los famosos sondeos de opinión en la opinión pública generada respecto a la gestión de presidentes como Fox, Calderón e Incluso, la creación mediática de un presidente; el priista Enrique Peña Nieto.
De tal manera que, en la tríada conceptual formada por el poder político, económico y social como elementos claves de los sistemas políticos, indudablemente para el caso mexicano la relación entre poder político y consorcios de comunicación ha tenido un cambio de manera lenta pero constante a lo largo del tiempo. De la subordinación, a la hegemonía, de la hegemonía al replanteamiento de su papel en un entorno digital.
AMLO, por su parte en tanto un actor del sistema político desde hace por lo menos 30 años en nuestro país; ha sido testigo y protagonista también en esta larga trama de la relación medios-gobierno. Así lo vimos en el éxodo por la democracia que emprendió cuando se encontraba en Tabasco, también en su gestión como jefe de gobierno; de igual manera en el proceso de desafuero y también en sus dos candidaturas presidenciales fallidas antes de llegar a la presidencia.
Como político avezado que lo es, AMLO decidió utilizar en su momento, ante la exclusión de diversos medios nacionales, nuevos instrumentos de comunicación llamados por él, las benditas redes sociales, leyendo de manera correcta quizás eso que Maquiavelo mencionó como el “espíritu de los tiempos”, entendiendo en su momento que los medios tradicionales jamás le permitirían expresar sus ideas conforme a su estilo personal de comunicar y presentar su proyecto alternativo de nación.
La estrategia resultó efectiva y lo que antes hacía desde la oposición, ahora AMLO lo hace desde la legitimidad de ser presidente de la República. Con yerros quizás, pero sólo desde esa relación que ha tenido de manera histórica con los medios se puede explicar su natural distancia y su estrategia diaria de comunicar a través de las mañaneras.
Ahora bien, si el estilo del ahora presidente no ha cambiado, la sociedad en tanto colectivo crítico con intereses diferenciados, como reflejo del mosaico cultural y geográfico que es nuestro país, sí que lo ha hecho.
De ahí del surgimiento de diversas voces críticas y antagónicas, que mencionan que si bien el diagnóstico del presidente referente a los males que azotan al país son adecuados, sus respuestas o alternativas traducidas en planes y acciones de gobierno “pareciera” no lo son.
Habrá que ver si la realidad, y las demandas de una sociedad cada vez más activa, no rebasan a la estrategia comunicativa instrumentada desde Palacio.
Mención final merecen los grandes medios de comunicación y sus principales voceros quienes, al parecer, pese a criticar al presidente, no han realizado ese proceso reflexivo referente a su nuevo papel, al pasar de ser los únicos canales de difusión a ser parte de una miríada de ofertas y canales de información que han traído estos tiempos digitales, donde la credibilidad y coherencia, resulta fundamental para la generación de confianza entre un auditorio cada vez más crítico y preparado.
Los grandes medios tradicionales han de comprender, que, por vez primera en la historia reciente, ya no los poseedores de verdades absolutas, sino actores que han de estar a la altura de una sociedad cada vez más crítica e informada. De ahí, cual modernos oráculos de Delfos, quizás podría provenirle algo de legitimidad.
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