Por: POPLab / Manuel Lino
Después de que el 22 de octubre la Cámara de Senadores aprobara una serie de modificaciones a la Ley General de Salud que garantizan que el etiquetado en México será claro y nos permitirá tomar decisiones para tener una alimentación saludable, los mexicanos podríamos sentirnos satisfechos.
El suceso fue histórico, no solo porque hubo 114 votos a favor, dos abstenciones y ningún voto en contra de las modificaciones de ley, sino porque “muy a diferencia del etiquetado que está vigente en México, se consideró la participación de un grupo de expertos” en la elaboración de las modificaciones, y a la cabeza del grupo de expertos estuvo el Instituto Nacional de Salud de Pública, comenta Fiorella Espinosa, investigadora en salud alimentaria de la Alianza por la Salud Alimentaria y parte del grupo de expertos.
Sin embargo, el proceso no está concluido. El tema ahora está en manos del Poder Ejecutivo, en concreto de la Secretaría de Economía. La Comisión Nacional de Mejora Regulatoria tiene en este momento abierta una consulta pública para elaborar la Norma Oficial Mexicana 051 (NOM-051) de la que dependerá la puesta en práctica de la ley y su cumplimiento.
La idea de esta consulta es recibir comentarios para que la NOM-051 (cuyo anteproyecto se puede descargar aquí quede de la mejor manera posible; aunque también abre la posibilidad de que quede de la peor manera posible.
La propuesta de NOM-051, igual que las modificaciones a la ley, también fue hecha por un grupo de trabajo y las mesas fueron coordinadas por la Secretaría junto con Cofepris. El anteproyecto de norma se abrió a consulta pública por un periodo de 60 días que termina hasta el 6 de diciembre. Con base en esos comentarios es como se determinará cómo quede la norma.
“Creemos que es importante que los consumidores hagan escuchar su voz, que más investigadores que quizá no pudieron estar presentes en las mesas se manifiesten”, explica Espinosa.
Detrás de las modificaciones a la LGS y la elaboración de la NOM-051 se encuentra la Coalición ContraPESO y otras organizaciones, que presionaron a los legisladores, pero también les dieron apoyo para que las propuestas tuvieran sustento científico y respaldo legal.
“Las NOMs pueden estar en revisión cada cinco años, y lo que queríamos era que, dentro de cinco años, cuando se vuelva a revisar la NOM-051, no pongan otra vez un etiquetado que tenga una influencia clara de la industria, que protege sus intereses económicos”, comenta Ana Larrañaga, nutrióloga y coordinadora de la Coalición ContraPESO.
Para ello, “lo que buscamos fue que en la Ley General de Salud se detallaran las características que debe tener un etiquetado: debe ser claro, de fácil comprensión y debe ser de advertencia”, dijo.
Para que la ley sea útil en el futuro, no debe ser demasiado específica. La experta pone, para ejemplificar esta idea, a los nutrimentos críticos, que son todos aquellos que provocan una afectación negativa en la población:
“Hasta ahora tenemos identificados azúcares, grasas totales, grasas trans y sodio, pero la redacción de la ley no implica que estos son los únicos. Esto significa que si en 10 años descubrimos que algún otro componente de los alimentos esté causando daño, se debe advertir en el etiquetado”.
Tampoco se especifica cómo debe ser el etiquetado, en forma, color, tipo de letra, “justo para dejar un espacio abierto a que estas características puedan mejorarse conforme avance la evidencia científica de los estudios que se están haciendo sobre el funcionamiento de los etiquetados”.
La función del etiquetado es, principalmente, defendernos de los alimentos ultraprocesados, que contienen excesos de los nutrimentos críticos mencionados.
Los riesgos que todavía existen están relacionados con la fuerza y la capacidad de influir en este periodo de consulta que tiene la industria de alimentos y bebidas; porque ya no se puede hacer modificaciones en la Ley General de Salud, pero sí en la NOM-051.
Antes de que dieran inicio las mesas de trabajo en Secretaría de Economía para la NOM-051 hubo un taller al que se invitó a expertos de diversos países. “Uno de los países invitados fue Chile, porque es el país que tiene mayor experiencia”, dice Ana Larrañaga.
“Una de las cosas que Chile compartió con México fue que estaban preocupados porque muchas marcas, principalmente de refrescos, habían usado un edulcorante no calórico para quedar libres de sellos”. Los edulcorantes no calóricos son sustancias con sabor dulce que no son azúcares y no se metabolizan para obtener energía.
Los chilenos dijeron que “estaban preocupados del efecto en población infantil porque si bien es mejor que un refresco no sea alto en azúcares, tampoco están tranquilos de decir que eso es un producto seguro para niños”.
Las expertas coinciden en decir que los edulcorantes tienen cerca de 20 años en el mercado y que se han publicado estudios por los que sabemos que son seguros para adultos, “pero no se tiene seguridad de qué efectos puede tener en una persona que todavía se está desarrollando”.
Y los edulcorantes durante la infancia traen aparejado otro riesgo…
Burkhard Bilger en su reportaje ¿Pueden los niños aprender a amar los vegetales? (Can babies learn to love vegetables?), dice que “ninguna dieta se ha estudiado de manera más obsesiva, controlado de manera más férrea ni preparada con mayor ansiedad que la de los bebés, y aun así nos sale mal”…
Con frecuencia se dan cosas dulces a los bebés y niños para que la comida les guste más, lo cual no representa un problema, el problema se da cuando añadimos azúcar a la que normalmente tienen los alimentos.
En noviembre de este año, un artículo publicado en el Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics reportó un dato muy preocupante: la mayoría de los bebés y los niños pequeños están consumiendo azúcar añadida; 60.6 por ciento en el caso de los bebés (considerados de 0 a 11 meses) y hasta 98.3 por ciento de los niños pequeños (los que tienen de 12 a 23 meses; en inglés se les conoce como toddlers).
Es decir, en Estados Unidos prácticamente todos los niños de uno y dos años están consumiendo azúcar añadida. Las cifras en México, dado que nuestros supermercados están repletos de comida de las grandes empresas transnacionales de comida, no debe ser muy distinta.
El azúcar añadida se encuentra principalmente, para los bebés, en el yogurt, dulces y galletas y panecillos dulces; para los niños pequeños, las fuentes más usuales fueron jugos de fruta con azúcar añadida, dulces y galletas y panecillos dulces.
En ese sentido, está claro que mamás y papás saben que al darles dulces, galletas o bizcochos les están dando azúcar; pero no está tan claro que lo sepan para el caso de los yogures o los jugos. Lo más probable es que su intención sea “darles algo sano”, no un montón de azúcar que les cause obesidad infantil y otra gama de problemas en el futuro.
Sustituir ese azúcar añadido por edulcorantes puede contribuir a solucionar este problema, pero no la educación a consumir los alimentos en formas más dulces de lo que son, y el gusto, que puede llegar a ser una verdadera adicción, por el azúcar es muy difícil de combatir.
Esta es, entonces, una de las partes más importantes del etiquetado: avisar a mamás y papás sobre el contenido de azúcar de los productos que darán a sus hijos.
La ley también prohíbe que los productos con un sello o más pongan imágenes atractivas para los infantes, que tengan recomendaciones de asociaciones de profesionales y a que destaquen los nutrimentos que sí tienen.
Para explicar el por qué de este último punto, Fiorella Espinosa menciona como ejemplo que “Nestlé sacó una línea con cereales integrales y que tienen fibra y vitaminas”. Pero los beneficios que puedan aportar disminuyen porque en los cereales de caja que se venden para niños entre el 30 y hasta el 50 por ciento es azúcar, dice la experta.
La industria está muy renuente a que esto pase pues hay empresas cuyo portafolio está constituido por productos que, por su cantidad de azúcar total o añadida, van a tener un sello.
De cómo se redacte la NOM-051 después de la consulta depende cómo queden el aviso del contenido de edulcorantes.
La idea detrás del negocio de los ultraprocesados es sencilla: se usan ingredientes de baja calidad y se les somete a diversos procesos para hacer alimentos atractivos, apetitosos y que satisfacen nuestro gusto natural por lo dulce, lo graso y lo salado, pero que tienen bajo nivel nutricional.
Y no solo no nutren, la acumulación de evidencias de que además, a la larga, causan diversos daños, es abrumadora. Los males más famosos son la obesidad y la diabetes tipo de II, la variedad no hereditaria; pero hay otros, tan graves como las fallas cardiacas.
Para poner un ejemplo reciente podemos citar a la doctora Gabriela Borrayo Sánchez coordinadora nacional del programa “A todo corazón. Código infarto” del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS):
“En México, las enfermedades cardiovasculares son más frecuentes en hombres, sin embargo, el impacto en mujeres no ha sido adecuadamente posicionado ya que por cada mujer que muere de cáncer de mama, 10 lo hacen por el corazón”.
A nivel mundial, fallecen 8.6 millones de mujeres al año por enfermedades cardiovasculares; 80 por ciento de esas muertes podrían prevenirse cambiando el estilo de vida.
De acuerdo con la Dra. Borrayo, según un boletín del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, hay diferencias entre los padecimientos cardiacos de las mujeres, quienes se puede infartar aun sin tener lesiones en las arterias coronarias (las que llevan sangre al corazón), mientras que los hombres no.
Que esta diferencia haya pasado desapercibida, se debe a que se hacen más estudios en los hombres, pues son más fáciles de controlar que los de mujeres, quienes tienen variaciones en los niveles hormonales durante el ciclo menstrual.
Entre las pacientes en el IMSS, los principales factores de riesgo de estas muertes son la diabetes, la obesidad y el síndrome metabólico. Esta última es una afección con diversos síntomas, entre los que están altas concentraciones azúcar en la sangre y, en el caso de los hombres, de trigliceridos.
Estas tres condiciones crecen y proliferan cada vez más en nuestro país y en América Latina en general. Y no cabe duda de cuál es la causa.
Ilustración: POPLbab / Pinche Einnar
Un estudio de la Organización Panamericana de la Salud, publicado en septiembre de 2019, detalla que entre el 2000 y el 2013, las ventas de estos productos crecieron en todos los países estudiados (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela) y se asocian con el aumento de peso y la obesidad.
La OPS también encontró, entre otras cosas, que en el 2014 (el último año para el que había datos disponibles):
● Los 89 productos ultraprocesados incluidos en el presente análisis excedieron los niveles recomendados de azúcares libres, grasa total, grasas saturadas o sodio. Las dos terceras partes de esos productos superar el nivel recomendado de dos o tres de estos nutrientes críticos.
● La mayoría de las ventas de productos ultraprocesados correspondió a las bebidas gaseosas (22%), las galletas o los bizcochos (18%), así como los jugos y las bebidas azucaradas y los dulces y los panes industriales considerados conjuntamente (22%).
● La mitad de los azúcares libres presentes en los productos ultraprocesados correspondió a las bebidas gaseosas. Casi una quinta parte se atribuyó a otros jugos y bebidas azucarados.
Pero de manera muy relevante para nosotros, la OPS encontró que “las ventas de todos los productos ultraprocesados fueron de dos a tres veces superiores en Chile y México en comparación con Colombia y Perú”.
Sin embargo, en Chile, a mediados de 2016, entró en vigor la Ley de Alimentos No. 20.606, donde se instauró el nuevo etiquetado.
Considerando que la aplicación de la ley fue gradual y que han pasado solo tres años, aún es pronto para ver sus efectos en los niveles de obesidad, diabetes y padecimientos cardiacos entre los chilenos, pero en julio de 2019 se publicó una evaluación de los resultados de esta ley.
Entre los resultados de esta evaluación se puede destacar que: “Se ha identificado una alta valoración y comprensión de la política, obteniendo una calificación por parte de los ciudadanos entre un 5,7 y 6,2, considerando una escala de 1-7. Además, el 92,9% de las personas declaran entender la información que entregan los sellos. Un 48,1% compara la presencia de sellos a la hora de comprar y entre quienes comparan, un 79,1% indica que influyen sobre su compra.
De las evaluaciones externas e independientes sobre los resultados de la Ley, realizadas por grupos académicos nacionales se puede destacar que se ha producido “una reducción promedio entre 46-62% de exposición de publicidad de alimentos en preescolares y adolescentes” y que “el 90% de las madres de preescolares, entienden y valoran positivamente los sellos de advertencia”.
Fuente: Organización Panamericana de la Salud
El etiquetado mexicano tiene posibilidades de quedar hasta un poco mejor que el chileno. Además de los elementos aquí mencionados, en la consulta que hace la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria de la NOM-051.
Además de lo ya mencionado, Fiorella Espinosa comenta que sería importante que no se perdieran elementos del anteproyecto como que en la tabla nutrimental se pongan los contenidos numéricos por 100 gramos, para que la gente pueda comparar entre los diferentes productos.
Otra es que se mantenga el perfil de nutrientes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que “es la mejor pauta para definir cuándo un alimento es alto azúcares, grasas saturadas, grasas trans y sodio y en calorías”.
Ya tenemos el antecedente de que “Cofepris, en 2014, legitimó o tomó como parte de la normatividad parámetros diseñados en Europa por EU Pledge, un grupo de empresas alimenticias, que si los comparas con instituciones sin conflicto de interés resultan ser muy laxos. Esperemos que se mantengan los de la OPS”.
Esperemos que, gracias a la participación de la ciudadanía y los expertos, la NOM-051 mantenga en todas sus partes el espíritu de proteger a los mexicanos de todas las edades.
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