Mónica Muñoz

La mujer en el Imperio Bizantino

El arte bizantino es aquel que se refiere a las manifestaciones artísticas desarrolladas en el Imperio romano de Oriente, desde el siglo IV hasta el siglo XV. Nació con el ascenso del cristianismo a la corte imperial, cuando Teodosio I decidió repartir su imperio entre sus dos hijos a finales del siglo IV, de este modo el Imperio romano quedó dividido. Hay que recordar que el Edicto de Milán en el año 313 adoptó el cristianismo como religión de su corte. De este modo, la sede del Imperio romano de Oriente fue establecida en Bizancio, de donde viene el nombre de Imperio bizantino, a pesar de que Constantino hizo llamar a la ciudad Constantinopla desde el año 330.

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El Imperio bizantino fue ante todo una potencia cultural, política, científica, esencial. Entre sus características están: la construcción de basílicas con cúpulas sostenidas con columnas y capiteles decorados, herencia e influencia del mundo griego, y de oriente; que era utilitario en el sentido religioso y nada más. Y en la pintura destacó la utilización de frescos (pinturas realizadas sobre las paredes), y los mosaicos, así como el temple sobre tela. Aquí lo interesante es la forma de presentar a los personajes muy hierática, con posición frontal y formal. En cuanto a la técnica musivaria (mosaico) los temas a representar no solo fueron religiosos, sino inclusive políticos representando al emperador (época de oro durante el reinado de Justiniano del 526 al 565), todo bajo un simbolismo y donde el efecto más importante era el color y la luz. En esta época surgirá el problema sobre si representar figuras religiosas o no (iconódulos e iconoclastas) y cómo hacerlo. Durante el periodo bizantino se dará el surgimiento de la Iglesia Ortodoxa.

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Estatus jurídico de las mujeres en Bizancio

En relación al estatus jurídico de las mujeres bizantinas, heredaron los patrones establecidos por los primeros padres de la iglesia cristiana insistiendo en la inferioridad de la mujer ante el varón. Entre los principales roles de la mujer bizantina estaba el casarse y tener hijos. Lo que si empezó a tener especial repercusión fue el carácter legal y espiritual del matrimonio como institución protegida no sólo por el Estado, sino también por la Iglesia. La unión de un hombre y una mujer era fruto de una negociación concertada por familias basada en intereses económicos y de clases (Valero, 2017). También se aportaba una dote que la daba el padre de la novia, siendo eso para ella, no para el marido. Por influencia de la Iglesia el matrimonio se consumaba unos días efectuada la celebración, no en el mismo día. Y justo llegando a ese momento de encuentro se comprobaba la virginidad de la esposa mostrando un manto blanco manchado de su sangre.

Gracias a todas las creencias religiosas que se iban imponiendo por aquella época, provocaron en las mujeres un terror a la esterilidad, pues persistía la creencia de que si las mujeres no podían tener hijos era a causa de algún grave pecado cometido. El parto se realizaba en el hogar. Los hospitales que se hicieron en Bizancio estaban pensados para mujeres de pocos recursos que no tenían un lugar adecuado para dar a luz. En el hogar también se arraigaban los antiguos modelos educativos: hasta los seis o siete años, los niños y niñas eran educados por su madre, pasado ese tiempo, sólo los niños proseguirían con estudios, en cambio las niñas serían instruidas para convertirse en futuras esposas. La edad en las que se les consideraba aptas para el matrimonio eran los doce años. En el hogar, el tejer, hilar, cocinar, fueron sus principales tareas. Fuera del hogar debían portar velo para cubrir su rostro y adoptar una actitud discreta. Bizancio permitió a las esposas que se quedaban viudas asumir el control legal de su patrimonio heredado por el marido, así como la tutela de los hijos (Valero, 2017).

La religiosidad femenina

La Iglesia bizantina continuó con la misma visión que tenía la Iglesia de Occidente en relación a las mujeres: consideradas la fuente del pecado. Asimismo, los conventos en Bizancio estaban llenos de mujeres que habían escogido dedicarse voluntariamente a la vida monástica, y de aquellas jovencitas para las que sus familias no podían ofrecer una dote para contraer matrimonio. En el interior de los cenobios las mujeres gozaban de cierta libertad, podían entrar y salir cuando ellas querían, eso sí siempre acompañadas de alguna otra religiosa y también podían recibir visita de familiares en los conventos.

En Bizancio el concepto de emperatriz, a diferencia de Roma, sí tenía más poder, y no era necesario tener un origen de clase alta. Fueron pocas las emperatrices que nacieron en la conocida cámara Pórfida, una sala decorada de color púrpura en la que las emperatrices daban a luz a los hijos legítimos de un emperador reinante y que llevarían el título de porfirogeneta (nacidos en púrpura). Las más famosas fueron las hermanas Teodora y Zoe Porfirogeneta, hijas de Constantino VIII. Fueran o no mujeres de sangre real, su papel fue en muchas ocasiones determinante para el imperio. Su importancia se vio reflejada en la construcción de imponentes estatuas de cuerpo entero en las que aparecían acompañadas de sus esposos o incluso en solitario, demostrando su poder (Valero, 2017).

Emperatriz Teodora (501-548)

Dentro de las mujeres más famosas de este periodo se encuentra la emperatriz Teodora quien nació en los primeros tiempos del siglo VI en el seno de una familia de origen sirio y que fue la esposa del emperador Justiniano, quien fue hija de un domador de osos. Al morir su padre, se vio en la necesidad de incursionar en el mundo del teatro, el cual era una esfera social muy ligada a la prostitución. Gracias al poder de su belleza y seducción Teodora fue una artista muy famosa en Constantinopla. Sabemos de esto gracias Procopio de Cesarea, un historiador de la época, que escribió la Historia Secreta, una dura crítica a la pareja imperial, que obviamente buscó desprestigiar y ventilar la vida de la emperatriz. Tuvo varios amantes, pero en el año 521 Justiniano se fijó y enamoró de ella. El emperador Justino permitió la unión legal entre patricios y personas vinculadas con el espectáculo, de esta manera, Justiniano y Teodora pudieron casarse en el 525. Y dos años después, tras la muerte de Justino, Justiniano se convertiría en emperador, y su esposa sería nombrada augusta; gobernando juntos.

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En la iglesia de San Vitale en Rávena, Italia, unos imponentes y bellos mosaicos nos muestran a Teodora. Está en el presbiterio (espacio en torno al altar mayor de la iglesia), se nos muestra elegante con su manto púrpura (símbolo de la realeza) decorado en su parte inferior con una cenefa en la que se han bordado finamente a los tres Reyes Magos al estilo persa, y portando una ofrenda, un cáliz.  Allí podemos ver a Teodora con Antonina (la esposa del general Belisario), su hija y otras damas de la corte. Teodora ejerció con rigor y responsabilidad. La funcionalidad del mosaico es religiosa y política, es una representación de como la emperatriz y el emperador ostentaban el poder político y religioso, unificándolos en su persona. Defendió la promulgación de leyes a favor de los derechos de las mujeres regulando y protegiendo la situación jurídica del sexo femenino. Fue una de las emperatrices que escogió gobernar y que también lo hizo en favor de las mujeres, a pesar de su pasado, y de vivir en un mundo dominado por las ideas masculinas.

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