Octavio Paz sostenía que el papel de la literatura y en particular de la poesía en la modernidad, es fundamentalmente el de la crítica. La idea mantiene plena vigencia. Ninguna sociedad puede aspirar a la felicidad si no está poblada por poetas; la justicia está ausente ahí donde la palabra poética no se escucha. La democracia jamás podrá arraigarse y ser valorada, si en el diálogo público no resuenan los versos de la poesía
En palabras de Vicente Quirarte es tarea del poeta plasmar, denunciar y mejorar la situación de su sociedad. Hoy que en todo el territorio nacional campea la ignorancia; ahora que los excesos están a la orden del día y que el escándalo es el tono predominante en las desafinadas sinfonías del poder, la poesía debe volver a salir a la calle a hablarnos con palabras de verdad, pero también de vida, sobre el sabotaje cotidiano que estamos construyendo ante la existencia.
En este sentido, el lenguaje y la poesía son instrumentos fundamentales para construir y pensar un México social; el lenguaje como vocación creadora y semillero de libertad, mientras que la poesía como el arte, remite a una experiencia, no sólo individual, sino cultural, colectiva.
Ante el clima generalizado de violencia y las carencias sociales que se viven en México, la promoción de la poesía y de la cultura en general debería ser una prioridad, pues ningún país puede transitar hacia una sociedad de bienestar pleno, sin contar con servicios culturales de calidad y oportunos, accesibles en todo momento y de manera universal.
Una nueva cultura para la paz y una nueva pedagogía para la democracia no son posibles sin acceso a recintos culturales y, particularmente, si la lectura no es una práctica cotidiana en todos los niveles y estratos socioeconómicos; pues, sin lugar a dudas, leer permite ampliar las ventanas a través de las cuales se percibe la realidad, pero también a través de las cuales puede vislumbrarse la posibilidad del cambio y la transformación social.
Lamentablemente, en nuestro país la práctica de la lectura presenta niveles muy bajos, de acuerdo con Inegi, el promedio de libros leídos en México por la población adulta es de 3.8 ejemplares, de modo que somos uno de los últimos lugares de la OCDE en ese rubro. Además, estamos frente a un rezago de aproximadamente 15 años en términos de capacidad lectora y del uso apropiado del lenguaje respecto de nuestros principales socios comerciales.
En este contexto, adquiere mucho sentido lo que han propuesto varios expertos, nuestro país debería estar inundado de cultura a fin de generar mayor crítica social y mayor participación a través de una oferta cultural de calidad que requiere, por supuesto, de mayor infraestructura y de mayor inversión en recursos humanos y personal.
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