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El modelo Bukele y el Estado de Derecho

Es tan cotidiana la violencia letal que viven los ciudadanos de algunos territorios de la República mexicana, que se ha hecho común hablar de “gobiernos fallidos”. Esto significa que las estructuras institucionales legitimas han sido rebasadas por los poderes fácticos. Estos poderes fácticos también analizados por Norberto Bobbio como el “poder invisible”, son una amenaza para la democracia, porque cuando se imponen por encima de los poderes estatuidos se pierde el Estado de Derecho y emerge la ingobernabilidad.

Escrito por:   Ruth Zavaleta Salgado

Esta realidad es la que viven los ciudadanos en varios municipios, masacres contra policías, mujeres, jóvenes, migrantes, etc.; carreteras intransitables por la inseguridad, cobro de piso a quienes tienen un pequeño negocio, extorsión permanente a las personas si tienen algún ingreso previsible por sus profesiones, o sus actividades laborales de cualquier tipo, desapariciones forzadas, homicidios al azar para causar pánico, etc. ¿habrá remedio para esta situación?

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Lamentablemente, una vez perdido el Estado de Derecho y la gobernabilidad de un territorio determinado, ya sea un país, una demarcación dentro de ese país, o un municipio, no existen recetas universales para restablecerlas. En un mundo cada vez más globalizado, en donde los esfuerzos fraccionados de cada Estado-Nación para garantizar la seguridad de sus ciudadanos son insuficientes ante los intereses del crimen organizado, que se hermana de Este a Oeste y de Norte a Sur del planeta para lograr sus objetivos, solo existen algunas prácticas de gobierno que pueden ser calificadas como “exitosas” dependiendo de su eficacia para imponer el orden y mantener la legitimidad del poder político.

En un pasado no muy lejano, se pusieron de moda dos modelos para restablecer el Estado de Derecho, el de la ciudad de Palermo de Italia, denominado “La carreta”, y el de Nueva York, “De la teoría de las ventanas rotas” de Rudy Giuliani, pero hoy, surgió un nuevo y polémico modelo en la Región de América Latina que se ha vuelto popular, el del Salvador. Un país con apenas un poco más de seis millones de habitantes que acaba de celebrar elecciones y su presidente, Nayib Bukele, fue reelecto con el 82.6% de los votos de los ciudadanos a pesar de que su gobierno es señalado por Amnistía Internacional como uno de los que menos respeta los derechos humanos (https://www.amnesty.org/es/latest/news/2024/02/el-salvador-human-rights-crisis-bukeles-second-term/).

¿Por qué los ciudadanos votaron por la reelección de Bukele? Existen varias explicaciones, pero, sencillamente, podemos concluir que Bukele fue reelecto porque los ciudadanos quieren vivir en paz. Y es que antes de Bukele, lo más popular del Salvador era la temible pandilla de los Mara Salvatrucha. Otras pandillas menos conocidas eran la de Barrio 18-Sureños y Barrio 18-Revolucionarios. A partir de la operación delictiva o confrontación mutua de estos grupos criminales, el Salvador llegó a tener 6, 656 homicidios dolosos en el año del 2015, lo que representó 106.8 homicidios por cada 100 mil habitantes. Bukele fue electo por primera vez en el 2019, y en el 2021, la cifra total de homicidios dolosos fue de 1085, lo que representó 17.8 homicidios por cada 100 mil habitantes; pero, en el 2022 hubo sólo 496, es decir, 7.8 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes (https://datosmacro.expansion.com/demografia/homicidios/el-salvador).
Al finalizar el 2023, en plena campaña, Bukele arengó a sus seguidores con el discurso de que los homicidios, en ese año, habían caído a 2.4 por cada 100 mil habitantes. Las duras acciones emprendidas por la administración de Bukele, que se reflejan crudamente con las fotografías que circulan de hombres sometidos, presuntamente miembros de grupos criminales, formados uno tras otro, desnudos, rapados, tatuados y con la vista al suelo, parece que influyó en el ánimo de los ciudadanos al emitir su voto, ya que no solo disminuyeron los homicidios dolosos, sino, se incrementó exponencialmente el turismo, y mejoró la economía de ese País.
Sin embargo, la estrategia de gobierno de Bukele para lograr disminuir los homicidios no fue a partir de garantizar los derechos de los ciudadanos, sino de limitar las libertades ciudadanas y de ampliar el poder de los militares ¿Cuánto puede perdurar el éxito de este modelo de gobierno? El mismo Bukele parece darnos la respuesta con sus acciones: “mientras él mantenga el poder”, por eso torció la ley y logró que se cambiara la Constitución para ser reelecto ¿cuántas reelecciones más se necesitarán? No hay análisis prospectivo que pueda servirnos para saberlo, lo que, si sabemos, es que los países no son entes aislados, se mueven al vaivén regional e internacional. La disminución de homicidios en el Salvador sirvió para que la ONU reportara que, en el 2023, en promedio, había disminuido la violencia hasta en un 10% en América Latina, pero, la región sigue siendo la más violenta del mundo (https://www.cdeunodc.inegi.org.mx › 2023/12).
Dentro de ese contexto, vale la pena mencionar que, Brasil y México encabezan el mayor número de homicidios de la Región, podría justificarse esta cifra argumentando que es por la densidad poblacional, pero si se compara con Estados Unidos de América, que tiene la densidad parecida a la de Brasil y el doble que la de México, éste tiene un numero mucho menor de homicidios, a pesar de la producción de armas y todo lo que ello implica.
Por otra parte, el Salvador por sus características demográficas ha podido imponer un modelo radical y autoritario para disminuir los homicidios dolosos, pero eso no significa que haya resuelto el problema de fondo que enfrentan la mayoría de los países de la Región, es decir ¿cómo restablecer el Estado de derecho y a la vez, garantizar el régimen democrático? Toda vez que, garantizar el Estado de derecho no puede estar sujeto al uso exclusivo de la fuerza, sino por el contrario, solo a su uso de manera excepcional.
Frente a este dilema, podemos concluir que para restablecer el Estado de Derecho no basta disminuir los homicidios dolosos, sino lograr que los ciudadanos confíen en las leyes y en la legitimidad de la representación política, bajo ese orden de ideas, sigue prevaleciendo la incógnita ¿cómo lograr esto en los territorios más violentos de México? si la impunidad prevalece y si los representantes políticos que logran ganar las elecciones son descubiertos con vínculos sospechosos.

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