Como pocas ocasiones en la historia reciente de México, el presidente de la República es una persona que tiene plena conciencia del significado de los símbolos en el ámbito del poder. De esta forma, su decisión de residir en el Palacio Nacional no tiene que ver solo con una idea de la austeridad, sino, sobre todo, con el mensaje explícito de residir en unos de los mayores recintos simbólicos del poder en el país.

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Su noción de la historia, su anhelo explícito de que su nombre se inscriba en los anales de la historia patria, dotan de un significado mayor a la instalación de la valla metálica frente al Palacio. Esto es así, porque significa que, a más de dos años de su gobierno, el presidente no ha logrado establecer un diálogo efectivo con quienes representan a más del 50% de la población nacional.

lee el articulo: Ante el enojo, un muro

Este es un asunto a destacar: porque si algo ha pretendido el titular del Ejecutivo, es generar un gobierno sustentado en un intenso y dinámico proceso de comunicación; pero su diseño comienza a agotarse, porque la pretendida “circularidad” se limita a las paredes del salón donde se dictan las conferencias matutinas.

No deja de ser paradójico que en este modelo se encuentren ausentes las principales reglas del diálogo: tolerancia y apertura respecto de quien piensa distinto; capacidad y voluntad de escucha; reconocimiento de legitimidad en la interlocución con grupos portadores de agendas que no son las propias; y capacidad de autocrítica y mesura en el uso de los adjetivos, sobre todo cuando son utilizados para denostar a los otros.

Desde esta perspectiva, la presidencia ha sido incapaz de reconocer que el reclamo de las mujeres es porque vivimos en un país donde la justicia está rebasada; porque reina la impunidad; porque no hay esfuerzos suficientes para romper con los pactos patriarcales; y porque no se ha impulsado una nueva generación de políticas públicas para erradicar la violencia, la discriminación y la pervivencia de los estereotipos que pesan sobre ellas.

No debe dejar de mencionarse el oportunismo político de personajes que históricamente han sido abiertas y abiertos defensores del conservadurismo más inaceptable; pero se trata de las y los menos y que, de hecho, no tienen cabida en el movimiento organizado de las colectivas que exigen, por ejemplo, la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio y el derecho a la adopción en parejas del mismo sexo, entre otras agendas progresistas.

Las vallas representan que no hay diálogo y comunicación con las mujeres, más allá de la presencia numerosa de mujeres en el Gabinete y eso no es suficiente. El muro se va a retirar el 9, pero el muro consiste en que sólo se considera válida la visión del presidente.

En la lógica presidencial todo se ha reducido a la disputa electoral; y en su ecuación, ponerse “del lado de las mujeres” implicaría “darle armas” a la oposición y a quienes él considera los “grupos conservadores” que quieren desvirtuar o definitivamente “descarrilar su proyecto”. Pero en este caso -como en otros más-, el presidente se equivoca al suponer que las demandas feministas tiene que ver con su persona y su proyecto, y que, de hecho, vienen de mucho más atrás del surgimiento de su movimiento y de otros, que han promovido una transformación de fondo para el país.

Desde esta perspectiva, es necesario subrayar que la política social del gobierno de la República, si bien tiene como objetivo beneficiar a las mayorías empobrecidas, esto no alcanza, ni de lejos, para la plena garantía de los derechos de las mujeres; y es que si de algo carece la propuesta de política pública de este gobierno es precisamente de eso: de una apertura programática y presupuestaria dirigida al cumplimiento pleno del artículo 1º de la Constitución, y de otros que contienen principios clave como el artículo 4º.

Minimizar las desigualdades, la violencia y la pobreza de las mujeres, en nada abona a la generación de una nueva forma de relación y diálogo del Estado con ellas; y al ser así, lo que se niega es la posibilidad de la transformación nacional hacia un nuevo estadio auténticamente democrático e igualitario.

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Investigador del PUED-UNAM

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