por Saúl Arellano (@saularellano) / México Social (@mexicosocialorg)
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer el pasado mes de julio una batería de encuestas levantadas en hogares, cuyos resultados muestran que estamos frente a lo que puede considerarse “un nuevo escenario social”. Esta caracterización se justifica en el hecho de que la información contenida en tales encuestas ratifica que los niveles de complejidad social, lejos de reducirse, se están profundizando, y con ellos, la intensidad de nuestras contradicciones
A las encuestas del INEGI se suman los resultados de la Medición Multidimensional de la Pobreza, 2014, estimados por el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), los cuales confirman que ni la desigualdad ni la pobreza han dejado de crecer, como resultado de un modelo de desarrollo que no es capaz de generar un proceso estructural de crecimiento con equidad.
Estamos ante un panorama frente al cual el sistema institucional está reaccionando de manera casi siempre tardía e insuficiente, pues tenemos prácticamente tres décadas de reproducción sistémica de la pobreza y la desigualdad, en detrimento del bienestar y las posibilidades de felicidad de más de 55 millones de personas.
Con el propósito de mostrar la magnitud de la complejidad que enfrentamos, se muestran a continuación los resultados de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH, 2014); vinculados a éstos, se sintetizan los principales resultados de la Medición Multidimensional de la Pobreza, 2014; enseguida se presenta un análisis de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID, 2014); y se concluye con los resultados de la Encuesta Nacional sobre el Uso de Tiempo (ENUT, 2014).
1. ENIGH: la caída de los ingresos y la persistencia de la desigualdad
Los datos del INEGI no dejan lugar a dudas: la economía no marcha bien para la mayoría de la población. En ese sentido, el primer dato relevante que debe destacarse es la necesidad que tienen los hogares mexicanos de incorporar a un número cada vez mayor de sus integrantes a tareas que generen ingresos y con ello tratar de subsistir de la mejor manera posible.
En efecto, la ENIGH, 2014 muestra que el número promedio de perceptores de ingresos por hogar es de 2.4; en el ámbito urbano es de 2.3 y en el ámbito rural es de 2.8, lo cual muestra que, en términos generales, a pesar de la profundización de la pobreza urbana, las desigualdades respecto de quienes viven en localidades de menos de 2,500 habitantes siguen siendo muy importantes.
Debe recordarse que la ENIGH capta sólo a los grupos de población susceptibles de ser medidos en sus ingresos; es decir, en esta encuesta es prácticamente imposible determinar el ingreso de aquellos que han sido categorizados por Bernardo Kliksberg como los “súper ricos”. De tal forma que, al comparar al 10% de los hogares con más altos ingresos con los más pobres, la diferencia es de 20 veces más a favor de los primeros.
Sin embargo, cuando se lleva a cabo el análisis per cápita, las diferencias son todavía mayores, pues al comparar el ingreso del 10% más alto, lo que se tiene es un promedio trimestral de 42,120 pesos; en contraste, las personas ubicadas en el 10% con menores ingresos obtienen trimestralmente 1,674 pesos; es decir, 25 veces menos que las personas ubicadas en el segmento más alto. Este efecto tiene que ver con el tamaño de los hogares, pues las tasas de fecundidad siguen siendo más altas en los estratos de ingresos más bajos, con la consecuente disminución de los recursos disponibles per cápita.
Lo anterior se expresa, finalmente, en el nulo cambio que ha mostrado el Coeficiente de Gini en los últimos años, el cual sigue siendo uno de los más elevados de América Latina, la cual es, de acuerdo con los datos de la CEPAL, una de las regiones más desiguales del planeta.
2. Los datos de la pobreza
La pobreza sigue siendo un problema estructural frente al que no se han logrado generar soluciones apropiadas al menos desde hace 22 años. Así lo indican los resultados de la Medición Multidimensional de la Pobreza, 2014, mediante los cuales el CONEVAL muestra que entre los años 1992 y 2014 la pobreza, medida exclusivamente por ingresos, no ha tenido ninguna modificación relevante.
En efecto, mientras que en el año 1992 el 53.1% de la población se consideraba en situación de “pobreza patrimonial”, con los mismos estándares de medición, en 2014 la cifra es de 53.2%, es decir, tenemos un estancamiento de más de dos décadas en términos de pobreza por ingresos.
Estos datos se complementan con los relativos al porcentaje de personas con ingresos por debajo de la línea del bienestar mínimo, indicador que es medido a partir de 2008 en la medición multidimensional, y el cual pasó de 16.8% en el año citado a 20.6% en el año 2014.
Una tendencia similar se encuentra en lo relativo a la población en pobreza multidimensional con ingresos por debajo de la llamada línea del bienestar: en 2008 el indicador se ubicó en 49%, mientras que en el año 2014 llegó a 53.2%, es decir, más de 53 millones de personas.
Todo esto se ve reflejado en los resultados generales de la medición de la pobreza que se ha dado a conocer hace apenas algunas semanas: en el año 2012 el porcentaje de población en pobreza se ubicó en 45.5% de la población, lo cual implicaba una cifra total de 53.3 millones de personas; para 2014 el porcentaje subió a 46.2%, lo que implica la cifra de 55.3 millones de pobres. Dos millones más de personas en esa situación en sólo dos años.
2.1 El mundo de los olvidados
En el contexto de los dramáticos datos de la pobreza en nuestro país, hay que evitar el olvido de los grupos de población en los que las condiciones son aún más duras y se expresan con mayor profundidad. El primero de ellos se encuentra en el grupo de las niñas, los niños y las y los adolescentes entre quienes la pobreza se presenta con mayor magnitud que entre los grupos de población mayores de 18 años.
Otro dato que debe destacarse al respecto es que entre los años 2010 y 2014 no se ha registrado ninguna reducción en los niveles de pobreza que enfrentan, e incluso, en términos generales, se han registrado ligeros incrementos en los ya de por sí inaceptables datos con que contamos.
Los resultados del CONEVAL muestran que en 2010 el porcentaje de niñas, niños y adolescentes en pobreza era de 53.7%; para 2012 el indicador creció a 53.8%; y en 2014 se ubicó en 53.9%. Esto implica una cifra actual de 21.4 millones de personas en este segmento etario que viven en pobreza; es decir, del total de personas pobres que hay en el país, el 38.6% son niñas, niños y adolescentes. Para dimensionar las disparidades entre esta población y la población adulta basta mencionar que en 2014 la pobreza entre las y los mayores de 18 años se ubicó en 42.3%.
Otro de los grupos entre quienes se vive dramáticamente la pobreza es el de las personas con alguna discapacidad. Según los resultados del CONEVAL, en el año 2010 el 50.2% de la población en esa condición vivía en pobreza; en el año 2012 el indicador creció a 51.2%, mientras que en 2014 se ubicó en 54.1%. En contraste, las personas sin discapacidad presentan un indicador promedio para los tres años referidos de 45.5%.
Otro sector de la población que enfrenta severos niveles de olvido se forma por quienes viven en el ámbito rural; entre ellos, si bien la pobreza se ha reducido en los últimos años, las diferencias frente a quienes viven en las zonas urbanas son enormes. Por ejemplo, en 2010 el 64.9% de los habitantes de localidades de menos de 2,500 personas eran pobres; en contraste, en las zonas urbanas la proporción era de 40.4%.
En 2012 la pobreza en las zonas rurales disminuyó a 61.6%, mientras que en las ciudades se ubicó en 40.6%; finalmente, en el año 2014 el indicador se redujo a 61.1% en las zonas rurales, mientras que en las urbanas creció a 41.7%
Los pobres entre los pobres siguen siendo las personas hablantes de alguna lengua indígena. Entre ellos la pobreza sigue siendo la más elevada, y se ha mantenido prácticamente constante del 2010 a 2014. En efecto, los datos del CONEVAL muestran que los datos son, para los años 2010, 2012 y 2014, los siguientes: 79.5%, 76.8% y 78.4, respectivamente.
2.2 El despropósito
La publicación de los resultados de la medición de la pobreza generó una respuesta vergonzosa por parte de algunos gobiernos estatales, los cuales llegaron al exceso de decir que los magros avances que tuvieron en algunos rubros se deben a la aplicación de “sus políticas públicas”, cuando en realidad el análisis mesurado y serio muestra que en ninguna entidad se tuvieron, en lo general, avances importantes.
Lo anterior se sostiene en el hecho de que los estados con mayor proporción de pobreza en 2012 siguen siendo los mismos en 2014. En efecto, Chiapas sigue siendo la entidad con mayor porcentaje de pobres con 76.2% de su población (en 2012 el porcentaje era de 74.7%); en Oaxaca es de 66.8% (en 2012 era de 61.9%); en Guerrero se ubica en 65.2% (en 2012 era de 69.7%); en Puebla es de 64.5% (con un indicador idéntico en 2012); en Michoacán es de 59.2% (en 2012 fue de 54.4%); en Tlaxcala es de 58.9% (en 2012 tuvo un indicador de 57.9%); mientras que en Veracruz es de 58% (cuando en 2012 se ubicó en 52.6%).
Como puede verse, sólo en el estado de Guerrero hubo una reducción mínima en el porcentaje de personas pobres, por lo que constituye un verdadero despropósito que los gobernadores se presten al “juego del malabarismo” para tratar de justificar su incapacidad de revertir las duras condiciones de vida de sus poblaciones.
Cualquier posición triunfalista o que evada la autocrítica constituye un despropósito político y ético; porque lo que es claro es que la política social no puede seguir siendo un elemento marginal de las políticas públicas del país; mucho menos, puede seguir aceptándose una política económica que renuncia al diseño de instrumentos redistributivos del ingreso que permitan mantener tasas de crecimiento sostenido en el largo plazo y que tengan como efecto final la creación masiva de empleos dignos y suficientes para toda aquella persona que desee incorporarse a actividades productivas.
3. El reto visto desde la perspectiva demográfica
México es un país de enormes dimensiones: dos millones de kilómetros cuadrados habitados por 120 millones de personas. En efecto, tanto los resultados de la ENIGH, como de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID), 2014, muestran que somos ya un país de esa magnitud demográfica, lo cual nos sitúa apenas por debajo de Japón, en el cual se esperaba que en 2015 hubiese alrededor de 125 millones de habitantes.
Esto significa que, de continuar las tendencias, en el año 2020 México será el 10º país más poblado del mundo, desplazando a Japón, pues, de acuerdo con las proyecciones de población 2010- 2050 presentadas por el CONAPO, en ese año seremos precisamente 127 millones de mexicanas y mexicanos.
Lo anterior será confirmado o modificado con los resultados de la Encuesta Intercensal, 2015, la cual es levantada también por el INEGI, y cuyos resultados se darán a conocer en los próximos meses.
Así, uno de los datos que más preocupan es que no se ha logrado reducir a los niveles esperados la tasa de fecundidad general, pues, según los datos de la ENADID, se ubica en 2014 en 2.21 hijos por cada mujer entre los 12 y los 49 años de edad. En efecto, las proyecciones de hace 20 años mostraban una esperanza matemática de alrededor de 1.6 o 1.7 hijos por mujer en edad fértil para el año 2010, lo cual muestra el nivel de rezago en que estamos.
Más preocupantes aún resultan los indicadores relativos al embarazo adolescente, pues sus tasas se incrementaron en el periodo de 2009 a 2013. Los datos de la ENADID muestran que en el primer año referido ocurrían 71 nacimientos por cada mil adolescentes de 15 a 19 años de edad; en contraste, el dato creció a 77 nacimientos por cada mil mujeres adolescentes en el segmento etario.
A esos nacimientos deben agregarse los que se registran entre mujeres menores de 15 años, los cuales suman, de acuerdo con las estadísticas de natalidad del INEGI, casi 109 mil casos entre los años 2004 y 2013. Así, al sumar todos los nacimientos de niñas y niños cuyas madres eran menores de 19 años al momento del parto, se tiene una cifra de 4.5 millones en el periodo considerado (I). Esto implica un promedio de 1,232 casos diarios, o bien, 51 nacimientos por hora, en niñas y adolescentes menores de 19 años.
Al respecto debe sumarse el hecho de que, en lo relativo al incumplimiento de los derechos de la niñez, el 4.5% de los nacimientos contabilizados entre 2011 y 2013 no fueron registrados. Dado que cada año se tiene noticia de un promedio de 2.5 millones de nacimientos, habría sólo entre 2011 y 2013 alrededor de 340 mil niñas y niños que no tienen acta de nacimiento; muchos de ellos, sin duda alguna, por ese sólo hecho, forman muy probablemente parte de quienes viven en pobreza.
La ENADID, 2014 muestra además que 46% de los partos que se registran en el país son por cesárea, indicador contrario a todas las disposiciones y recomendaciones emitidas tanto por la Organización Mundial de la Salud, como por la Organización Panamericana de la Salud, en las cuales se establece que en ningún país se debe considerar como aceptable un indicador superior al 20%.
Otro dato que confirma la fractura del modelo de desarrollo es la elevada tasa de mortalidad infantil que mantenemos en el país, la cual se ubica en 14.3 defunciones por cada mil nacidos vivos, antes de cumplir el primer año de vida; el dato implica, en números absolutos, un promedio de 29 mil defunciones anuales en los últimos cinco años, dato aterrador, pues, de acuerdo con UNICEF, el 70% de las defunciones infantiles se deben a cinco causas: 1) diarrea; 2) paludismo (o malaria); 3) infecciones neonatales; 4) neumonía; y 5) parto prematuro o falta de oxígeno al nacer.
Como puede verse, se trata de una inmensa cantidad de defunciones de niñas y niños que no debieron ocurrir y que su causa genética no es otra sino la desigualdad y la pobreza.
4. Los hogares y el uso del tiempo
Otro de los instrumentos del INEGI que permiten poner en perspectiva los resultados tanto de la ENIGH como de la Medición Multidimensional de la Pobreza, es la Encuesta Nacional de Uso de Tiempo (ENUT, 2014).
En esta encuesta se consigna que hay 32.1 millones de hogares en el país; 12.8 millones de ellos recibían en 2014 alguno de los ocho principales programas de subsidios y transferencias del gobierno federal, lo cual muestra la crisis a que nos enfrentamos: si el 40% de los hogares del país reciben el subsidio federal del programa Prospera, y aun con ello el 46.2% de la población vive en pobreza, entonces quiere decir que algo, o muchas cosas, se está haciendo muy mal, tanto en la política económica como en la social.
Como puede verse, estos hogares enfrentan dificultades cotidianas que se supone que en una sociedad con nuestros recursos debería estar resuelta, lo que permite además poner en tensión la peregrina idea que se puso de moda hace algunos meses respecto de que somos un país “de clases medias”.
Adicionalmente, debe destacarse que alrededor de 8.45 millones de hogares (26% del total) tienen como jefa a una mujer, y que el 72% del total del tiempo de trabajo no remunerado es realizado en los hogares, precisamente por mujeres, ya sean las madres de familia o las hijas, situación que ratifica, además de la pobreza y las desigualdades mostradas, las inequidades que persisten al interior de la organización de las familias.
Nota:
I. Véanse las estadísticas de natalidad de www.inegi.org.mx
Saúl Arellano Almanza Director Editorial de México Social @mexicosocialorg @saularellano |