Escrito por 12:00 am Cultura, Saúl Arellano

El Papa y la ciencia

En pocos días el papa Francisco se encontrará en tierras mexicanas. Viene a nuestro país meses después de haber lanzado uno de los documentos más poderosos que se han escrito en el marco de la doctrina social de la iglesia, en lo relativo al cambio climático y a la responsabilidad humana sobre el desastre ecológico que hemos construido en los últimos siglos.

El documento no es otro que la Encíclica Laudato Si (alabado seas), en el cual establece bases de al menos para tres cuestiones globales: 1) la necesidad de un diálogo ecuménico sobre la agenda planetaria; 2) la urgencia de hacer mucho más, desde una postura política, pero sobre todo ética, para respetar y proteger al planeta (de nosotros); y 3) la necesidad de asumir una nueva ética de consumo y, por lo tanto, una nueva lógica de desarrollo más allá del capitalismo salvaje que hoy nos domina.

Si estos temas son de suyo relevantes, hay otras cuestiones sobre las que no se ha reparado lo suficiente en términos de posición del sumo Pontífice (término que literalmente significa constructor de puentes). Quizá la más interesante sea la relativa al uso de términos científicos que, al ser asumidos en serio, abren dudas respecto a los siguientes pasos a dar desde la jerarquía eclesial.

Por ejemplo, al asumir que la humanidad ha generado un modelo de desarrollo destructor del planeta, y al convocar a la humanidad a tratar a la naturaleza al nivel de ser una “hermana”, en el sentido más franciscano posible, el Papa abre la posibilidad de preguntarnos acerca de su posición completa respecto de la creación.

Teológicamente, Francisco de Asís es uno de los principales responsables de la línea doctrinal que plantea la posibilidad de la intervención del Espíritu Santo en la Historia (así, con mayúsculas); es decir, la incorporación de la idea del schaton como posibilidad de realización en el decurso de la humanidad.

Desde esta mirada, la humanidad sería capaz de construir su propio cielo y paraíso estando en vida; y, por lo tanto, hace viable el reclamo de justicia ante los poderosos, pues rompe con la lógica de la resignación cristiana, perspectiva desde la cual la obediencia y la sumisión son asumidas como virtudes que deberían llevar a las personas a la espera del reino de los cielos después de la muerte y la resurrección universal luego de la segunda venida de Cristo.

Una perspectiva como la que se plantea lleva también a otra posibilidad: romper con la postura creacionista y asumir que el Libro del Génesis constituye la narración de un mito, de figuras alegóricas en torno a la creación; es decir, una interpretación abierta de la Encíclica Laudato Si permitiría plantear que el Universo y el mundo no fueron creados en seis días; en consecuencia, que la evolución como hecho científico es definitivamente irrefutable.

Lo anterior es lógicamente posible, pues si el Papa sostiene que el cambio climático es un hecho científico, entonces también podría decretar de una vez por todas que la evolución lo es; y que Darwin por lo tanto no debió ser excomulgado ni declarado hereje y todo lo demás que le fue endilgado.

¿Qué pasaría si algo así ocurriera en los próximos meses? Lo primero y más peligroso es que los sectores más conservadores generasen las alianzas necesarias para imponer a un nuevo Papa de corte reaccionario, luego de la muerte o renuncia de Francisco.

La otra posibilidad es que ante los cambios tecnológicos, las cada vez más sorprendentes revelaciones de la ciencia en torno a la estructura y dinámica del cosmos, y ante una realidad mundial plagada de injusticias y oprobios generados por los barones del dinero y los políticos que los apoyan, en Roma se genere una nueva revolución de la conciencia y se consiga posicionar una nueva visión comprometida con los mejores valores del cristianismo primitivo: justicia, equidad, amor al prójimo y solidaridad con los débiles.

@saularellano

Artículo publicado originalemte en “la La Crónica de Hoy” el 07 de enero del 2016

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