El reloj climático se lanzó en septiembre de 2020 en la ciudad de Nueva York[1] como un gran mensaje de alerta y de compromiso mundial ante los embates que la naturaleza nos está enviando como consecuencia de nuestro estilo de vida consumista que se inició a partir de la Revolución Industrial, pero que se consolidó desde la Segunda Guerra Mundial. Si bien este este nuevo modelo de vida se posicionó en las principales urbes, poco a poco la vida urbana se ha ido extendiendo hacia las ciudades medias.
Escrito por: Yolanda Fernández Martínez
En la década de 1970, cuando apenas se gestaba la Ley General de Asentamientos Humanos de México en el contexto de ONU-Hábitat I en Vancouver, Canadá, la población urbana mundial representaba cuando mucho la tercera parte de la población. Para el 2016 en el marco de ONU-Hábitat III y con la presentación de la nueva Ley General de Asentamientos Humanos, Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano de México, se estimaba que las cifras se van a revertir para el año 2050, esto significa que nos estamos aproximando a que sólo la tercera parte de la población será rural.
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Es decir, la tendencia señala que en menos de un siglo la población mundial urbana se duplicará, y como consecuencia el tema urbano se convierte cada vez más relevante para el diseño de las políticas públicas y de las acciones que deben de considerarse para mantener ciertos niveles de vida, los cuales están precisados en los Objetivos del Desarrollo Sostenible.
Asimismo, es importante señalar que muchas de las ciudades que serán habitadas en las próximas décadas, puede que aún no existan y habrá por tanto que diseñarlas a la brevedad. Sin embargo, de acuerdo con el reloj climático, nos encontramos aproximadamente a 5 años para que las acciones encaminadas a conseguir cero emisiones para tratar de sobrellevar las consecuencias irreversibles de la crisis climática se incorporen a nuestras vidas. De esta manera, el tema energético cobra prioridad, toda vez que hay que garantizar que el calentamiento global no supere los 1.5 grados de temperatura.
Como dato importante entre los ambientes urbanos y las costas yucatecas, tenemos que mientras en Mérida la temperatura se registra a 36 grados con una sensación térmica de casi 40 grados, en sus costas a una distancia de 70 km la temperatura registrada es de 30 grados. Y también es importante destacar que el desarrollo inmobiliario no sólo ha tenido un fuerte impacto en la capital yucateca, sino que también la costa está siendo objeto de esta transformación. Vemos como condominios, hoteles y marinas con amenidades y servicios se van construyendo en una zona que tradicionalmente era ocupada por casas veraniegas de los meridanos.
Por tanto, resulta prioritario medir el impacto de estos nuevos desarrollos, así como sus intensidades en el contexto climático, cambios de uso de suelo, manejo y gestión del agua y de los residuos sólidos, con el objetivo de garantizar el equilibrio ecológico de la costa yucateca. Si bien las inversiones son bienvenidas, hoy más que nunca habría que visualizar escenarios futuros de tales impactos en la costa yucateca, sobre todo teniendo el contexto de su veloz transformación en la última década. Es decir, antes de pensar cómo los desarrollos inmobiliarios se adaptan a la naturaleza, habría que preguntarnos: ¿puede la naturaleza adaptarse a la veloz transformación que impone el sector inmobiliario?
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[1] https://climateclock.world/
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