La presentación de la lista del señor X obliga a pensar seriamente en la democracia…
Puedes seguir al autor José Ojeda Bustamante: @ojedapepe
Nos referimos recién al estudio de Latinobarómetro 2020, concluyendo que, en un marco de desigualdad creciente exacerbada por la pandemia, la ciudadanía latinoamericana de 17 países -incluida la de México- compartía un rechazo generalizado hacia aquellos gobiernos que:
Es en este contexto hace unos días en un polémico tuit, el empresario Claudio X. González señaló que habría que hacer una lista de todos aquellos que, por acción o por omisión, habrían alentado las acciones y hechos de la actual administración y que desde su parecer había lastimado a México.
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La pregunta que viene a colación y que puede causar cierta suspicacia sobre la mentada lista es a ¿Qué tipo de daño se refiere el señor X? ¿Se refiere el causado a los intereses del grupo de privilegiados al cual pertenece como uno de los hombres más ricos de México? ¿O se refiere al daño que en los últimos 30 años ha causado la pérdida del 70% en el poder adquisitivo, de más del 60% de la población mexicana?
Dice el filósofo José Antonio Marina que ante cualquier creación histórica debemos preguntarnos: ¿Qué problema intentó resolver? ¿Cómo se ha solucionado en otras culturas? ¿Qué resultados produjeron esas otras soluciones? ¿Se puede considerar que una solución es mejor que otra?
Entendida así, prestar atención en una panorámica histórica a los procesos sociales y a las instituciones o instrumentos creados como las Constituciones, nos ayuda a comprendernos como mexicanos en este caso, pero también a vislumbrar nuevas rutas y desafíos.
De tal manera que una mirada a nuestra constitución, considerando a la misma cuarta transformación que sostiene el presidente López Obrador, nos permite reconocer que constitucionalmente los derechos individuales en el siglo XIX dieron pie al Estado como liberal de derecho; que al reconocerse los derechos colectivos en el siglo XX se dio pie al reconocimiento de México como un Estado social de derecho, y que nuestra constitución por cuanto ve a los derechos indígenas, en el siglo XXI se agrega la identificación del Estado como pluricultural de derecho.
Por consiguiente, el Estado de derecho actual plasmado en la Constitución es liberal, social y pluricultural y ello es algo de lo cual la Cuarta Transformación ha sido partícipe, pero que todos los mexicanos y ciudadanos hemos de saber, ya que hasta que no exista otra modificación de gran calado como la que se estableció en la actual administración, nuestra responsabilidad es que los derechos individuales, sociales y culturales sean aplicados de manera efectiva cualquiera que sea el partido que nos gobierne.
He aquí el gran desafío histórico de México, el gran salto y también el motivo de agrias discusiones y polarizaciones que poco bien hacen para nuestra democracia, más aún en un momento histórico especial como el que vivimos y en el cual se está dando el surgimiento de olas populistas tanto de derecha como de izquierda, que un flaco favor le hacen a la democracia en general y en particular al ágora democrática mexicana.
Porque las constituciones y esto lo tiene muy presente el señor X y el privilegiado grupo al cual pertenece, reflejan un principio de lucha y de conquista, no necesariamente a favor de las mayorías sino de aquellos que aprovechan los canales para hacer valer sus derechos.
Y esto es algo por lo cual, la democracia es el sistema de gobierno con mayor vigencia en Occidente y el que cabalmente es aceptado en todo el mundo. ¿Por qué? Porque a través del voto libre y secreto hace posible que no exista mayor diferencia entre el albañil y el rentista, entre el jornalero agrícola y el dueño de minas y, empresas internacionales a la hora crucial de elegir a sus dirigentes a través del voto libre y secreto.
Porque las luchas de ayer son los derechos de hoy y los derechos de mañana son las luchas de hoy. Sería lamentable que en nuestro país no existiesen luchas y es positivo que las haya, de ahí lo absurdo del señalamiento que realiza el señor X; puesto que luchas y diálogo es sano que exista siempre y cuando éstas se den teniendo como corolarios, la verdad, la bondad y la justicia en un marco de respeto y fortalecimiento de nuestras instituciones.
¿Estaremos los ciudadanos mexicanos a la altura de tan importante reto?
¿Lo estarán los grupos oligárquicos que hoy ven afectados sus intereses, antaño intocables en un típico y descarado neoliberalismo de cuates?
¿Fomentará el presidente una transformación social a la vez que un ágora pública, que cuide de las instituciones mexicanas y de la democracia que la hacen posible?
Desde las antípodas seguiremos dándole seguimiento a esto, porque hoy más que nunca se requieren expectativas no tan desmesuradas para que las frustraciones no sean paralizantes, pero suficientemente ambiciosas para reconstruir el mundo en el que habitamos y con quienes interactuamos.
¡Se requieren pues, utopías democráticas y realistas!
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