por Graciela Bensusán
Durante las últimas décadas predominó en el mundo un discurso que cuestionó la centralidad del trabajo como mecanismo de integración económica y social de los individuos. Ello se acompañó de políticas de flexibilidad laboral y contención salarial para facilitar la capacidad de adaptación de las empresas a la nueva economía, sacrificando las necesidades de los individuos y las familias