El presidencialismo mexicano tiene una peculiaridad: construye figuras poderosas en imagen y capacidad de control o de acuerdo entre los grupos de poder, de todo tipo, pero cuya eficacia política está siempre, en una muy alta proporción, determinada por el alineamiento de los grupos hegemónicos en lo local.
Escrito por: Mario Luis Fuentes
Pensando en lo anterior, el análisis de lo que ocurre con la política nacional ha caído en muchas ocasiones también en una especie de “centralismo explicativo” asumiendo que todo, o casi todo, puede explicarse desde la oficina de la Presidencia de la República. En eso consiste en buena medida también, “la fantasmagoría” del aparente poder ilimitado de los titulares del Ejecutivo Federal y de sus principales operadores políticos.
Los resultados anunciados por Morena, sobre quiénes serán sus candidatas y candidatos a disputar las nueve entidades que renovarán gubernatura en 2024 son una muestra de la relevancia que tienen en realidad los poderes locales, sobre todo en las entidades donde se tienen los padrones electorales más numerosos y donde se concentran enclaves de poder económico de alcance incluso internacional.
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En función de lo anterior, se han generado lógicas perversas que han impedido una mayor democratización de nuestro sistema político, las cuales se expresan ante todo en el férreo control de las candidaturas a través de los partidos políticos. Y por ello también, la lógica no se ha modificado desde la primera alternancia en el año 2000: son los presidentes, y en el caso de su cierre, en acuerdo con las y los candidatos presidenciales, quienes deciden quiénes ocuparán las candidaturas en los distritos electorales federales, y en la búsqueda de los escaños en el Senado.
Eso le permite, al presidente saliente, mantener durante algún tiempo hilos importantes de poder, pero también a quien llega al cargo, tener instrumentos efectivos de control o presión sobre las y los gobernadores, a través del férreo control del presupuesto, pues dependen de las y los diputados federales para acceder a los recursos que necesitan para gobernar en sus entidades.
Por eso, en el análisis político respecto de lo que ocurre “a ras de piso” en los estados se encuentra incompleto en las proyecciones de lo que habrá de ocurrir en 2024. ¿quiénes controlan las estructuras territoriales en las colonias, en las secciones, en cada uno de los municipios? Conocer y tener un estudio detallado del mapa de las estructuras territoriales es lo que permitiría en determinado momento tener alguna perspectiva de cómo se integrará el Congreso y con ello, las condiciones de gobernabilidad del país.
Desde esta perspectiva, lo más preocupante para la democracia mexicana es la continua erosión de la representatividad de los partidos políticos, los cuales están cada vez más cerrados a la participación ciudadana, no sólo a través del férreo control de las candidaturas, sino también al haberse consolidado sólo como espacios de acuerdo entre intereses de grupos, y en cada vez más lugares, con el veto o en franco acuerdo con grupos delincuenciales.
Así, por ejemplo, es sabido que, para obtener el triunfo en cualquier distrito, las y los candidatos a diputados federales dependen del respaldo de quienes disputan las alcaldías, cuando son elecciones concurrentes, o de las y los gobernadores y los intereses que representan. Y lo mismo ocurre con las y los candidatos a diputados locales, donde lo que se juega también es mayor.
De esta forma, lo que se ha visto en las últimas semanas en torno a las nominaciones de las candidaturas es la versión más descarnada de la lucha de esos poderes en lo local, aunque ahora “edulcorada” con la retórica de “la transparencia” y de una aparente “apertura” ante el pueblo.
El poder presidencial continuará siendo el más poderoso aglutinante y conductor del proceso, de eso no hay duda. Sin embargo, desconocer o negar lo que ocurre en las ciudades y en las regiones, puede alterar de manera muy relevante lo que hasta ahora se da por sentado: que todo está bajo control, y que todo está ya escrito; pero la historia nos muestra que nunca ha sido así.
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