Empédocles de Agrigento, filósofo, poeta y médico del siglo V a.C., es una figura enigmática y multifacética de la Grecia presocrática. Nacido en la colonia griega de Akragas (Agrigento, Sicilia) alrededor del año 495 a.C., Empédocles vivió en una época marcada por el auge del pensamiento racional, donde los primeros filósofos buscaban explicar el origen y funcionamiento del cosmos mediante principios naturales, en contraposición a las explicaciones míticas tradicionales.
Escrito por: Saúl Arellano
Considerado un filósofo pluralista, propuso una cosmología fundamentada en cuatro elementos eternos e inmutables —tierra, agua, aire y fuego— que se mezclan y separan bajo la influencia de dos fuerzas opuestas, el Amor (Philotes) y la Discordia (Neikos).
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El equilibrio de los elementos
Para Empédocles, la belleza parece emerger como un equilibrio armonioso entre los elementos, mediados por la fuerza del Amor. Según el fragmento 17 (Diels-Kranz), el Amor es el principio de cohesión que une los elementos y permite la generación de vida: “de estas cosas [los elementos] surge todo lo que fue, es y será, árboles, hombres y mujeres, bestias y aves, y peces que habitan en el agua, y dioses bienaventurados” (Sexto Empírico, Adversus Mathematicos VII, 123). La estética en Empédocles, entonces, no reside únicamente en la apariencia o proporción, sino en la cohesión intrínseca que mantiene la integridad y belleza del cosmos, un equilibrio que él considera no sólo natural, sino también divino.
En este sentido, el Amor, en tanto principio unificador, actúa como un agente estético, pues a través de su influencia los elementos logran formar entidades coherentes y bellas. Esta idea se apoya en el fragmento 35, donde expresa: “Todas las cosas están en todo, y de lo mismo vienen todas las cosas” (Adversus Mathematicos VII, 114). Aquí, Empédocles revela una visión estética que trasciende la forma y se enfoca en una pretendida conexión esencial de todas las cosas; la belleza radica así en la participación y reciprocidad de los elementos.
El papel de la Discordia y la estética de la disolución
La Discordia, opuesta al Amor, es la fuerza que separa y fragmenta los elementos, introduciendo caos y transformación en el cosmos. Sin embargo, para Empédocles, esta fragmentación no es simplemente destructiva. Como explica Barnes (2001), la Discordia es necesaria para la renovación y diversidad del mundo, pues solo mediante la separación de los elementos pueden surgir nuevas combinaciones, lo cual sugiere una estética de la transformación. En el fragmento 26, Empédocles menciona cómo las cosas “se elevan en el odio y caen en el amor” (Teofrasto, De sensu 24), revelando cómo incluso el conflicto tiene su propia forma de belleza, al ser parte de un ciclo continuo de creación y destrucción.
La belleza de la percepción sensorial y la teoría de los efluvios
Empédocles también se refirió a la percepción sensorial, donde su teoría de los efluvios ofrece una perspectiva sobre cómo captamos la belleza. Según Empédocles, los objetos emiten “efluvios” o partículas que entran en contacto con nuestros órganos sensoriales, permitiendo el reconocimiento y la apreciación estética. En el fragmento 84, se señala que “de todos los órganos, flujos semejantes vienen a los semejantes” (Pseudo-Aristóteles, De sensu 7). Así, la percepción de la belleza se produce mediante una correspondencia de cualidades; la belleza resulta de la afinidad entre el objeto y el órgano sensorial, lo que permite la integración del observador en la armonía del cosmos.
La interpretación de esta teoría por Long (1985) enfatiza que Empédocles ve en la percepción sensorial una continuidad con la estructura del cosmos. El observador, en este contexto, no es un ente aislado, sino una manifestación de los mismos principios cósmicos que rigen la naturaleza. De este modo, la belleza se convierte en una experiencia de armonía con el todo, un reflejo de la unidad subyacente de todas las cosas.
De este modo, para este pensador lo estético radica en el equilibrio y en el proceso cíclico de combinación y disolución de los elementos bajo las fuerzas del Amor y la Discordia. Esta visión se extiende a la percepción sensorial, en la cual la afinidad y la conexión cósmica son fundamentales. A través de su pensamiento, Empédocles anticipa una visión de la belleza como un reflejo del orden universal y del flujo constante de la vida, una estética que revela una profunda conexión entre el ser humano y el cosmos.
Las interpretaciones de Conrado Egers y Gomperz
Conrado Egers, en sus estudios sobre la filosofía presocrática, subraya la importancia de la armonía en la cosmovisión de Empédocles, particularmente en su teoría de los elementos. Egers argumenta que, para Empédocles, la belleza no es simplemente un resultado de la combinación de los elementos, sino que es la manifestación visible del equilibrio entre las fuerzas del Amor y la Discordia. Según Egers, “la belleza en Empédocles es el resultado de un orden cósmico en el que los elementos, a través de sus ciclos, encuentran una armonía perdurable” (Egers, 1932). Esta armonía es percibida estéticamente tanto en el macrocosmos del universo como en el microcosmos del cuerpo humano.
Egers resalta cómo Empédocles entiende la belleza como un reflejo del “ritmo universal” (Egers, 1932), donde las fuerzas de cohesión y disolución crean ciclos continuos de formación y destrucción. De este modo, la belleza, en su concepción, no es estática sino dinámica, alineada con el cambio constante y la renovación cíclica del cosmos. Esta interpretación abre una dimensión estética en Empédocles que vincula la belleza con el proceso mismo de transformación natural.
Por su parte, Theodor Gomperz, en su obra Greek Thinkers, profundiza en la noción de la dualidad y la interacción de opuestos en la filosofía de Empédocles, destacando la manera en que el Amor y la Discordia determinan las percepciones de orden y belleza. Gomperz interpreta que, para Empédocles, el sentido de lo bello emerge precisamente en el equilibrio entre la cohesión y la separación, y que estas fuerzas opuestas son en sí mismas expresiones estéticas.
En palabras de Gomperz: “El conflicto y la paz cósmicos en Empédocles no solo generan vida, sino que son fuerzas activas en la creación de lo bello” (Gomperz, 1905). Según este autor, la belleza es tanto producto como reflejo del balance dinámico entre estos principios. Gomperz también introduce el concepto de “doble mirada” en Empédocles, refiriéndose a la percepción de la belleza como un fenómeno compuesto de armonía y disonancia.
En este contexto, el Amor y la Discordia no son meros mecanismos cósmicos, sino principios que reflejan la complejidad de la naturaleza. Según Gomperz, esta visión estética de la dualidad permite una comprensión más profunda de la percepción empédoclea de la belleza, ya que ésta puede apreciarse tanto en la unidad como en la fragmentación.
En resumen, para Empédocles, la belleza no es un estado fijo, sino una manifestación del equilibrio de las fuerzas en perpetuo movimiento, donde el Amor y la Discordia no solo configuran la realidad física, sino también la percepción de lo bello.
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Bibliografía
- Barnes, J. (2001). The Presocratic Philosophers. Londres: Routledge.
- Diels, H., & Kranz, W. (1951). Die Fragmente der Vorsokratiker. Berlín: Weidmann.
- Egers, C. (1932). Die Harmonie als Prinzip in der Philosophie des Empedokles. Berlín: Akademie Verlag.
- Gomperz, T. (1905). Greek Thinkers: A History of Ancient Philosophy. Londres: J. Murray.
- Long, A. A. (1985). The Hellenistic Philosophers. Cambridge: Cambridge University Press.
- Teofrasto. (1977). De sensu, en Theophrastus of Eresus: Sources for His Life, Writings, Thought, and Influence. Cambridge: Cambridge University Press.
- Teofrasto. (1977). De sensu, en Theophrastus of Eresus: Sources for His Life, Writings, Thought, and Influence. Cambridge: Cambridge University Press.
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