“Donde todos piensan igual nadie piensa mucho”, Walter Lippmann
Por Andrea Rodríguez
Entre la población se pueden escuchar los siguientes comentarios: “yo tengo miedo por todo lo que oigo del Gobierno y las noticias”; “está complicado, pero yo tengo que salir a trabajar, si no lo hago no come mi familia”, y “no sé si todo lo que dicen es cierto, creo que no dicen la verdad ni el gobierno ni los medios”.
Lo anterior me lo han dicho personas que se dedican a los servicios de limpieza y alimentación. Ante la gran cantidad de información no saben qué pensar, ni qué decir. Sin embargo, esto no es raro, y no se les debería juzgar por no saber qué hacer con tantos datos.
De acuerdo con Walter Lippmann (1889-1974), estudioso norteamericano de la opinión pública, la gente no tendría la obligación de estar informada completamente de todo lo que acontece en un Estado. Es decir, las personas o público usualmente sólo conocen los hechos de manera parcial, debido a que es imposible conocer la realidad en su totalidad. Lo anterior constituye una ventaja para las democracias, que se suponen ungidas por el voto popular.
Lippmann (2011), en su libro “El público fantasma”, habla sobre la incapacidad de la masa de ciudadanos de interesarse, evaluar y formular propuestas sobre los distintos asuntos. El público sólo ha sido concebido en democracia para expresar su opinión en asuntos que han generado cierta crisis o en situaciones en las que se rompe el equilibrio social (p. 69)
Para muestra, la consulta popular para decidir si la empresa cervecera Constellation Brands de capital extranjero continuaba con su planta en Mexicali, Baja California, México. El resultado de esta ficción, como la llamaría Lippmann, fue negativa, lo que ha desencadenado una notable inconformidad en el sector empresarial.
Desde la mirada analítica de Walter Lippmann, el resultado podría ser normal, a pesar de ser una farsa. La población de Mexicali parcialmente informada favoreció a un sector (gobierno) que requería una respuesta de esta naturaleza para salir bien librado de una situación que le permitiría demostrar de manera sutil su poder sobre el sector empresarial, y lo más audaz era utilizar al pueblo como anzuelo. De esta manera, el estudioso norteamericano tendría razón porque el gobierno no sólo no escucha a la opinión pública, sino que la reinventa cada vez que lo necesita.
Pero la autoridad no es la única que reinventa la opinión de cada individuo; este mismo lo hace cuando retoma la noticia que supone verdadera (la cual depende de la editorial de cada medio), la suma con sus experiencias personales, y de paso es matizada por las convenciones culturales y sociales; entonces el resultado es una opinión de todos y a la vez de nadie, aunque sí única. Ante lo anterior, resultan interesantes las imágenes de lo que cada persona piensa cuando escucha frases como “es la última oportunidad”; “no salgas de casa”; “el pueblo es feliz, feliz, feliz”; “primero los pobres”.
“Podemos tener la certeza de que en el ámbito de la vida social, lo que se denomina adaptación de los individuos al entorno tiene lugar por medio de ficciones. Cuando decimos ficciones no queremos decir mentiras, sino representaciones del entorno que en mayor o menor grado son obra de los individuos. La ficción cubre toda la gama, desde la alucinación pura al empleo plenamente consciente de modelos esquemáticos por parte de los científicos, e incluso a su decisión de que con respecto a un problema en particular, la exactitud más allá de un número determinado de decimales carece de importancia. Las ficciones pueden tener casi cualquier grado de fidelidad. Lo importante es tenerlo presente, para evitar llamarnos a engaño”, Rubio (como se citó en Lippmann, 2003 p. 33).
Fuentes bibliográficas
Lippmann, Walter. (2011). El público fantasma. Ed. Genueve. España
Rivadeneyra, Raúl. (2014). La opinión pública. Ed. Trillas. México.
Rubio, Ferreres, José María. (2009). Opinión pública y medios de comunicación: Agenda setting. Recuperado de https://www.ugr.es/~pwlac/G25_01JoseMaria_Rubio_Ferreres.pdf
Ericka Andrea Rodríguez Velásquez es profesora de Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la UNAM y profesora de Ética y Humanidades en CECAD, UAM Xochimilco.
Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM, con maestría en Comunicación y Tecnología Educativa por el Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa (ILCE)/Escuela de Altos Estudios en Comunicación y Educación. Tiene estudios en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras, de la UNAM, y está diplomada en Neuroeducación (Consejo Mexicano de Neurociencias), Filosofía de la Imagen (Universidad Claustro de Sor Juana) y Comunicación organizacional (Universidad Iberoamericana).
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