Escrito por 12:00 am Agendas locales, Especial

Enfocarse en los jóvenes

por Juan Pablo Gutiérrez

Incidir en la violencia requiere de incrementar las oportunidades para que todas y todos puedan expresarse plenamente, desarrollando sus capacidades, en un ambiente libre de conflictos


La importancia del entorno

En el entorno directo o inmediato, la normalización de la delincuencia y la violencia pueden ser factores que aumenten la propensión a participar en las mismas; la experiencia cotidiana de vida en un ambiente con integrantes que participan de forma activa en comportamientos antisociales o delictivos puede relajar la percepción negativa sobre los mismos, e incluso convertirla en una práctica razonablemente aceptable.

Por otro lado, en el ámbito de los factores mediatos y distales, las condiciones generales de vida pueden propiciar incentivos para la participación en comportamientos antisociales, en particular cuando existen carencias y falta de oportunidades o alternativas que permitan desarrollar las capacidades de los individuos. Esto es, en contextos de vida en los cuales se limitan las oportunidades de movilidad social y de participación social y comunitaria existe una mayor probabilidad de participar en comportamientos antisociales.

De esta forma, se puede proponer que la participación en comportamientos antisociales puede prevenirse a partir de intervenir en los factores que potencialmente incrementan la propensión a participar en los mismos. En lo particular, estrategias dirigidas hacia los jóvenes podrían disminuir la participación de este grupo de población en los mismos y, en ese sentido, los delitos. Mecanismos preventivos dirigidos a incrementar las oportunidades de participación y a mejorar la percepción de movilidad pueden incidir de forma importante en la probabilidad de participar en comportamientos antisociales.

Magnitud en términos de salud

La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) permite identificar los cambios en la proporción de personas que reportan daños a la salud ocasionados por violencia, así como la heterogeneidad en la presentación de estos eventos por características de la población.

Según esta encuesta, entre 2000 y 2012, los daños a la salud por violencia interpersonal en los 12 meses anteriores a la encuesta pasaron de 2% a 4.1% en los individuos de 10 a 29 años de edad, siendo el incremento entre 2006 y 2012 claramente mayor al observado entre 2000 y 2006. El reporte de daños a la salud por violencia es mayor entre hombres que entre mujeres, y la principal magnitud en hombres se observa entre los 20 y 24 años, mientras que en las mujeres es entre los 16 y 19 años (I).

Analizando diferencias de acuerdo con el lugar de residencia, y en particular por el tamaño de las localidades, la probabilidad de reportar un daño a la salud por violencia según la ENSANUT 2012 fue hasta tres veces mayor entre los individuos que habitan en zonas metropolitanas, comparados con aquellos que residen en localidades rurales (de menos de 2,500 habitantes) (II). Asimismo, se identifica que del total de individuos con daños a la salud por violencia interpersonal, 83% se puede clasificar como violencia comunitaria (asociada con comportamientos antisociales), y el restante incluye violencia familiar y violencia en el ámbito escolar (III).

Sin embargo, el incremento en el reporte de daños a la salud como resultado de la violencia interpersonal puede considerarse apenas como una aproximación a esta problemática, pues su magnitud real queda aún en gran medida invisibilizada, debido tanto a las características propias de la encuesta, como a la naturaleza propia del problema. Es decir, considerando que la ENSANUT es una encuesta en hogares, que el reporte de situaciones sensibles tiende a ser menor en este contexto (entrevista en el hogar), y que además una parte considerable de la población que se involucra en actividades violentas no habita en viviendas en las que se puede realizar una entrevista, podemos esperar que este reto de salud sea de una magnitud todavía mayor a lo que nos muestra la encuesta.

Por otra parte, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) de 2012 identificó que 24.5% de la población de 18 años o más fue víctima de algún delito durante 2011, y que en promedio cada una de estas personas fue afectada por 1.2 delitos en el mismo periodo. Considerando los delitos en los que la víctima estuvo presente y que involucraron algún tipo de agresión física, la estimación de la ENVIPE 2012 indica que el 3.4% de la población de 18 años y más padeció violencia asociada a un delito durante 2011 (IV).

De la misma ENVIPE se estima que más de 60% de la población de 18 años y más reconoce la ocurrencia de comportamientos antisociales en su entorno residencial inmediato. El más común es el consumo de alcohol en la calle (62.2%), seguido por la ocurrencia de robos o asaltos (38.3%) el consumo de drogas (36.2%) y la presencia de pandillas o bandas violentas (30.8%). Esto es, el entorno de vida cotidiano de la población se percibe con una afectación importante relacionada con la violencia o comportamientos que pueden derivar en la misma (IV).

¿Cómo incidir?

Análisis realizados en México han documentado, por ejemplo, que la asistencia a la escuela puede disminuir los comportamientos antisociales en jóvenes, ya sea porque limita el tiempo disponible, o porque tiende a incrementar las expectativas en el futuro, esto es, la percepción de movilidad y las oportunidades actuales.

En análisis enfocados en población de jóvenes que viven en condiciones de vulnerabilidad económica se identificó que la asistencia y permanencia en la escuela se asocia con una disminución en la probabilidad de participar en peleas y de haber sido detenido por comportamientos antisociales. En sentido inverso, el consumo de tabaco, alcohol, y drogas se relaciona con una mayor probabilidad de participar en diferentes comportamientos antisociales (pelear, robos, destrucción de propiedad ajena), y de haber sido detenidos por la policía. Estos análisis están restringidos a adolescentes y jóvenes que aún residen con su familia, por lo que representan una estimación más cercana a la problemática enfrentada por esta población (V).

Se ha identificado asimismo una relación negativa entre la proporción de adolescentes que asisten a la escuela y la probabilidad de participar en comportamientos antisociales, midiéndolo a éste a través de identificar el lugar de origen de los internos en los centros de readaptación social, es decir, individuos detenidos.

La adecuada identificación de grupos de población mayormente susceptibles de participar en comportamientos antisociales en lo general, y delictivos en lo particular, permitiría focalizar adecuadamente las estrategias de prevención de esta problemática a partir de la evidencia disponible.

En ese sentido, valdría la pena invertir en la identificación de zonas en las que, debido a la presencia de ciertas condiciones contextuales, la propensión a participar en estos comportamientos es mayor y por tanto posible de incidir, buscando con esto evitar que las acciones preventivas se orienten sólo a partir del análisis de los sitios en los que mayormente ocurren los incidentes, que podría estar reflejando otros aspectos más cercanos al análisis de la victimización. En otras palabras, pasar del enfoque de cuantificación y caracterización de los delitos a uno que considere la identificación de sitios con presencia de condiciones consideradas de riesgo.

La prevención social de la violencia, en particular la que está asociada a comportamientos antisociales en jóvenes, parte de reconocer el rol que juega el entorno de los individuos en la propensión de los mismos a participar en este tipo de conductas. Un enfoque preventivo de la violencia implica incidir en las condiciones contextuales antes de que el individuo se involucre en las conductas antisociales, es decir, la identificación debe ocurrir tempranamente de tal forma que se puedan atacar aquellas situaciones que propician y mantienen el ciclo de la violencia.•

Referencias:

I. Valdez-Santiago R, Hidalgo-Solórzano E, Mojarro-Íñiguez M, Rivera-Rivera L, Ramos-Lira L. Població njoven y violencia interpersonal: reducció de la vulnerabilidad y opciones de futuro. ENSANUT 2012: Evidencia para la política pública en salud. Cuernavaca, México: ensanut.insp.mx; 2012.

II. Gutiérrez JP, Rivera-Dommarco J, Shamah-Levy T, Villalpando-Hernández S, Franco A, Cuevas-Nasu L, et al. Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012. Resultados Nacionales. Cuernavaca, México: Instituto Nacional de Salud Pública (MX); 2012.

III. Valdez-Santiago R, Hidalgo-Solórzano E, Mojarro-Íñiguez M, Rivera-Rivera L, Ramos-Lira L. Violencia interpersonal en jóvenes mexicanos y oportunidades de prevención. Salud Publica Mex. 2013;55(S2):S259-S66.

IV. INEGI. Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública . Principales Resultados. Aguascalientes, México: INEGI, 2013.

V. Gutiérrez JP, EE A, editors. Comportamientos antisociales entre jóvenes en México: Tendencias y asociación con el contexto. Congreso de Investigación en Salud Pública; 2013 6 a 8 de marzo; Cuernavaca, México.

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