El pasado 30 de septiembre tuve el honor y placer de ser invitada a dar una conferencia durante la semana de transparencia y desigualdad organizada por el INAI. Muchas preguntas surgieron al final de la plática, que, debido a los límites de tiempo no pude desarrollar. En este artículo pretendo entonces dar un recuento sucinto sobre el tema y esbozar algunas enseñanzas de la transformación postsocialista para el caso de México.
El aumento en la desigualdad de ingresos en los antiguos países socialistas en los años noventa no fue un hecho aislado, sino parte de la tendencia a una mayor desigualdad en el mundo. Los fenómenos que se observaron en esta región constituyen claras enseñanzas en el gran laboratorio que significó el cambio de sistema cuando la caída del socialismo real cimbró al mundo.
El aumento en la desigualdad de ingresos en los antiguos países socialistas en los años noventa no fue un hecho aislado, sino parte de la tendencia a una mayor desigualdad en el mundo
Es importante señalar que al inicio de los años noventa los arquitectos de la transformación habían ignorado el problema de la desigualdad y de manera más general el ámbito social, principalmente por dos razones: la primera es que la ideología neoliberal dominante en los programas de transformación, con la participación ineludible del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, ignoraba la desigualdad como un factor importante. De hecho, la noción de un arbitraje (trade off) entre eficiencia e igualdad influía de manera importante el debate.
En pocas palabras, la idea consiste en lo siguiente: alejarse de la igualdad social y económica que caracterizaba al periodo socialista produciría un sistema de motivación y promovería el crecimiento económico. Una vez que el crecimiento económico comenzara, el efecto conocido como trickle down debería comenzar: es decir, las repercusiones económicas positivas espontáneas y graduales de los frutos del crecimiento se dirigirían a toda la sociedad, de la cima hacia las bases.
La segunda razón por la cual los responsables políticos y los economistas de las grandes instituciones internacionales no se interesaron en la pobreza y en la desigualdad es que en esa época nadie podía imaginar la magnitud de la convulsión social a la cual estaría confrontada esa región del mundo. La desigualdad y la pobreza eran percibidas como fenómenos tangenciales, y la única recomendación al respecto fue la creación de una red de seguridad social que protegería a los perdedores de la transformación para que no cayeran bajo el umbral de la pobreza.
Las políticas de transformación ampliamente inspiradas de las políticas conocidas como el Consenso de Washington, aplicadas en América Latina en los años ochenta, tuvieron consecuencias económicas generales en todos los países exsocialistas.
Desde el inicio de los años noventa se observó una caída drástica y generalizada de la producción. En ciertos casos esta caída fue espectacular, sin embargo, no fue uniforme: observamos una diferencia considerable entre la evolución de los países de Europa central y la de los países de la Exunión Soviética.
De manera paralela, la caída del ingreso real por habitante durante los primeros años de transformación fue sorprendente. En Europa central esta caída fue de 25%, en los Estados bálticos de 41% y en las repúblicas eslavas de 54%. Pero estas diferencias regionales esconden una realidad más estremecedora cuando se comparan algunos países: la caída del ingreso real por habitante en Ucrania entre 1988 y 1995 fue de 62%. La caída en República Checa fue sólo de 12%.
Evolución del Producto Interno Bruto (PIB)
1989=100
Fuente: UNICEF (2006)
Las políticas radicales implementadas en un contexto de recesión aguda tuvieron consecuencias mayores en la caída de los niveles de empleo, el aumento colosal de desempleo, el desplome de los salarios reales y paralelamente el aumento en la desigualdad salarial. En la mayor parte de los países la caída en los salarios reales fue más grande que la caída en la producción, lo que indica que fueron los trabajadores quienes pagaron en los hechos el costo más elevado de la transformación.
Las políticas radicales implementadas en un contexto de recesión aguda tuvieron consecuencias mayores en la caída de los niveles de empleo, el aumento del desempleo, el desplome de los salarios reales y el aumento en la desigualdad salarial
De la misma manera, observamos que las diferencias entre los países son muy grandes. La caída de los salarios reales entre 1989 y 1996 en Rusia fue de más de 60%, mientras que en Hungría fue sólo de 20%, y para el mismo periodo en República Checa los salarios reales se habían recuperado ya, e incluso mostraban un pequeño aumento.
Caída en los salarios reales, 1989-1996
Fuente: UNICEF (2007)
La disminución drástica del PIB se acompañó de un aumento generalizado de la desigualdad de una envergadura inesperada. Se observó por un lado un aumento global y pronunciado de la desigualdad de ingresos en todas las economías postsocialistas en la década de los noventa, pero, por otro lado, la amplitud varió de manera muy importante según los países y las regiones.
Por primera vez en la historia económica moderna, países considerados hasta esa fecha como igualitarios pasaron al otro extremo en un lapso de tiempo muy corto, tal fue el caso de Rusia y de varios países de la Exunión soviética.
El número de personas pobres en 18 países de la región se multiplicó por 12 en un lapso de 5 años, pasando de 14 millones, decir de 4% de la población total en 1988, a 168 millones en 1995, equivalente a 45% de la población total (Milanovic, 1998)I. La profundidad y la incidencia también variaron de manera considerable según las regiones y los países; niveles muy altos de pobreza y de pobreza extrema se observaron sobre todo en los países de la Exunión soviética.
Dos preguntas son pertinentes ante este fenómeno: ¿por qué hubo un cambio tan drástico y generalizado en la desigualdad de ingresos y en la pobreza durante la transformación postsocialista?, ¿cómo explicar las diferencias observadas tan grandes entre países que tenían al inicio de la transformación niveles más o menos comparables?
La respuesta a la primera pregunta encuentra convergencia con la explicación del aumento de la desigualdad en otras regiones del mundo, tanto en países desarrollados como países en desarrollo: las políticas de estabilización, de liberalización y privatización, aplicadas también en América Latina en el contexto de la primacía del Consenso de Washington, se encuentran entre las causas del aumento de la desigualdad en salarios y en ingresos, y, de manera más general, la degradación de las instituciones reguladoras del mercado de trabajo así como la erosión del papel redistributivo del Estado.
Las políticas de estabilización, liberalización y privatización se encuentran entre las causas del aumento de la desigualdad en salarios y en ingresos y la erosión del papel redistributivo del Estado
Sin embargo, esta explicación no da respuesta a la segunda pregunta: ¿por qué esa diferencia abismal entre ciertos países como República Checa, la cual logró permanecer con índices de desigualdad cercanos a los observados en los países nórdicos (los más igualitarios del planeta) y Rusia u otras repúblicas exsoviéticas, cuyos índices se encuentran cercanos a los países más desiguales de la tierra (como es el caso de América Latina)?
Cuatro dimensiones fundamentales a mi parecer explican la gran diferencia en la evolución de la desigualdad de ingresos y de la pobreza durante la transformación hacia el capitalismo: 1) la especificidad histórica, 2) las estrategias nacionales de transformación y las condiciones iniciales, 3) las políticas e instituciones en el ámbito del trabajo y 4) las políticas de redistribución de los ingresos.
Tomaré sólo tres ejemplos: Rusia, República Checa y Hungría. Es importante señalar que en los dos primeros países se aplicó una terapia de choque y una privatización por cuponesII, mientras que en Hungría la transformación postsocialista se caracterizó por políticas mucho más graduales en el tiempo.
Es interesante observar que la República Checa se distinguió del resto del bloque soviético por ser más igualitaria en el tiempo: antes de la Segunda Guerra Mundial, durante todo el periodo socialista, durante la transformación e incluso veinte años después. Por el contrario, Rusia siempre se distinguió por ser un país más desigual.
Los tres países, si observamos también Hungría, ocuparon el mismo lugar en la jerarquía de países en cuanto a la desigualdad durante todo el periodo socialista y veinte años después. Es entonces impresionante ver la estabilidad relativa de la jerarquía de esos países en cuanto a este fenómeno. No quiero decir con esto que existe un determinismo que gobierna los hechos históricos y económicos, sino resaltar algunos elementos que ayuden a explicar la diferencia de trayectorias. En pocas palabras: la historia cuenta, como lo señala el economista premio Nobel, Douglass North.
Una larga tradición de poca desigualdad económica y de políticas sociales generosas pesaron de manera importante sobre las condiciones iniciales de la transformación en República Checa. A pesar de la retórica neoliberal del gobierno de Vaclav Klaus, él dio primacía a la cohesión social. De este modo la terapia de choque supuestamente aplicada en este país no tuvo nada de choque y la privatización rápida de cupones tampoco tuvo nada de rápida. A tal grado que existía la broma que el presidente Vaclav Klaus hablaba como un liberal del siglo XIX pero actuaba como un social-demócrata keynesiano.
Una larga tradición de poca desigualdad económica y de políticas sociales generosas pesaron de manera importante sobre las condiciones iniciales de la transformación en República Checa
La trayectoria húngara, gracias a las reformas emprendidas veinte años antes de la caída del muro, se caracterizó por la puesta en práctica de políticas más graduales y consensuales así como por la garantía del bienestar de la población y la limitación de una gran desigualdad.
En efecto, la larga experiencia húngara marcada por la contestación popular, las reformas y la atenuación de la rigidez del sistema, así como por una evolución gradual hacia la apertura externa y el desarrollo del sector privado, facilitaron la trayectoria húngara hacia la economía de mercado. La preocupación por la protección del nivel de vida de la población fue una constante desde los años sesenta. Estas reformas no tuvieron un carácter brutal como lo fue el caso de la terapia de choque en Rusia.
La situación rusa se caracterizó por la ausencia de fuerzas sociales nacionales suficientemente organizadas para defender explícitamente sus intereses, lo que dejó mano libre al poder ejecutivo para echar a andar las reformas. En este sentido, el de enero de 1992 era el ambiente ideal para aplicar una terapia de choque; según los cálculos de los reformadores, este vacío de poder les permitiría de sentirse libres de las restricciones y limitaciones habituales en una democracia.
Durante los primeros años de transformación, el dogma de menos Estado, bien arraigado en las preconizaciones de los arquitectos neoliberales, terminó por producir una verdadera renuncia del Estado en Rusia, que se tradujo por cortes drásticos en el gasto público. Esto debilitó la administración y las instituciones públicas.
El resultado fue la degradación del sistema de la recaudación de impuestos; el Estado, completamente desposeído de sus habituales fuentes de ingreso, comenzó a cortar de manera drástica los subsidios, los salarios, las pensiones, los pagos en las empresas públicas, etcétera.
Trabajadores y pensionados vieron disminuir sus ingresos de manera dramática. La crisis presupuestaria contribuyó entonces a aumentar la desigualdad de salarios y de ingresos. No podemos no hablar de lo que significó el cambio rápido y brutal de la propiedad privada en Rusia con la famosa privatización por cupones. El programa de privatización ruso representa la reforma de propiedad más grande y ambiciosa jamás conocida en la historia moderna.
En 1992 existían en Rusia 70 empresas privadas y en julio de 1994 el país contaba con 110 mil empresas privadas. El sentimiento general predominante es que el proceso de privatización a gran escala había sido bastante corrompido; este sentimiento se confirmó en la época de la privatización de las grandes empresas públicas. En efecto, durante la segunda fase de privatización entre 1994 y 1996 los recursos de la nación, que deberían haber sido consagrados a facilitar la transformación y a disminuir las repercusiones adversas del proceso, en realidad fueron acaparados por un puñado de oligarcas que se volvieron escandalosamente ricos en dos o tres años. Este proceso se llamó prestamos contra acciones, y ligó a los hombres de negocios y a responsables políticos corruptos sobre la base de una colusión cada vez más evidente entre los intereses privados y los gobernantes (Stiglitz, 2002).
Un puñado de oligarcas rusos se volvieron escandalosamente ricos en dos o tres años
La diversidad también ha sido importante en cuanto a las consecuencias en el mercado de trabajo. Esto, explicado también por el contexto particular de cada economía y por las políticas e instituciones concretas que regulan las relaciones salariales. En los tres países la incidencia de bajos salariosIII aumentó, pero en Rusia la polarización salarial fue mucho mayor, no solamente por el alza de la incidencia de los trabajadores mejores pagados, sino por la fuerte alza de la incidencia de bajos salarios.
Esta ocurrencia generalizada de bajos salarios está asociada en Rusia a caídas importantes en el salario mínimo en relación al salario medio. En República Checa y Hungría los salarios mínimos disminuyeron, pero jamás al nivel irrisorio que se observó en Rusia. Observamos lo mismo en cuanto a las transferencias sociales.
Estos casos vienen a apoyar la literatura creciente que relaciona el aumento de la desigualdad salarial con la degradación de las instituciones, como el salario mínimo y las transferencias sociales, y que muestra los efectos positivos sobre la población de mantener un salario mínimo relativamente elevado. En Rusia las instituciones del mercado de trabajo fueron incapaces de garantizar un salario mínimo para limitar la explosión de la desigualdad salarial y el sufrimiento social.
En Rusia las instituciones del mercado de trabajo fueron incapaces de garantizar un salario mínimo para limitar la explosión de la desigualdad salarial y el sufrimiento social
De manera más general, se puede decir que los trabajadores sufrieron las consecuencias de una crisis económica e institucional sin precedente como el fenómeno de la expansión del retraso del pago de los salarios y de las pensiones, así como el desarrollo de la actividad informal.
Evolución del salario mínimo
como porcentaje del salario medio, 1989-1996
Fuente: Datos para Rusia: Cornia (2001), World Bank (2003). Para Hungría,
HSCO (2007), para República Checa: Rusnok & Fasman (1998) y Eironline:
www. Eurofund.europe.eu/eiro/
El papel del Estado en la redistribución de ingresos se transformó de manera profunda con el cambio sistémico. A pesar de una tendencia generalizada del repliegue del Estado providencia, divergencias significativas se constataron entre Rusia por un lado y los países de Europa central por otro.
El Estado redistributivo contribuyó de manera notable a mitigar la desigualdad y la pobreza en estos últimos, pero tuvo una función muy limitada en el caso ruso. Ahí donde el papel del Estado se preservó, la crisis económica y el aumento en la desigualdad y en la pobreza pudieron ser limitados. En Rusia, al contrario, el debilitamiento del Estado tuvo consecuencias sociales devastadoras.
El debilitamiento del Estado en Rusia tuvo consecuencias sociales devastadoras
Quisiera profundizar con una explicación más detallada de la diversidad de las tendencias demográficas antes de pasar a lo que yo llamo las enseñanzas de la transformación postsocialista. Finalmente, la desigualdad más grande y, sin duda alguna, la más dramática, la más inaceptable es la desigualdad frente a la vida misma. En términos de esperanza de vida, ésta aumentó de manera clara desde el principio en República Checa y después de los años más duros de crisis económica comenzó también a aumentar en Hungría.
Por el contrario, los hombres rusos perdieron en solamente un lustro más de seis años de esperanza de vida, un hecho sin precedente en la historia económica moderna de un país que no está en guerra. La enorme concentración del aumento de la mortalidad del hombre ruso en edad de trabajar, entre 1992 y 1994, se dio precisamente en los años de la aplicación de la terapia de choque, y de la política de estabilización económica, llamando la atención sobre el rol que jugó la crisis transformacional.
Los hombres rusos perdieron en solamente un lustro más de seis años de esperanza de vida, un hecho sin precedente en la historia económica moderna de un país que no está en guerra
Según varios autores, la tensión social de la población rusa y, particularmente de los hombres rusos, es un factor clave para comprender la crisis de mortalidad en la Rusia de los años noventa. Pues, en efecto, los problemas de hipertensión, de enfermedades cardiovasculares, de problemas ligados al alcohol, de suicidios, de muertes accidentales y por violencia explicarían en gran parte este fenómeno.
Esta situación se crea cuando los individuos están expuestos a situaciones desesperadas, cuando las estrategias de sobrevivencia no ayudan a poder manejar nuevas situaciones, cuando un sistema de salud no es capaz de responder a nuevas patologías sociales. El extraordinario aumento de la violencia fue testimonio de la criminalización rápida de la sociedad entera, de la erosión de la ley y del orden, de un déficit de control social: los problemas y el desorden en los servicios sociales, en la policía y en las instituciones de salud son la prueba y la manifestación del debilitamiento del Estado.
Podemos decir que si la causa directa del aumento de la mortalidad fue el sufrimiento de los individuos delante del derrumbamiento del marco social y las dificultades para encarar las circunstancias cambiantes en condiciones de ingresos reducidos, la causa última es el proceso de colapso y fallo del Estado ruso durante la década de los noventaIV.
Si la causa directa del aumento de la mortalidad fue el sufrimiento de los individuos delante del derrumbamiento del marco social, la causa última es el proceso de colapso y fallo del Estado ruso durante la década de los noventa
Esta terrible crisis demográfica llevó a médicos a interesarse sobre las causas, y la respuesta la escribieron en un artículo en la prestigiosa revista de medicina The LancetV, y más adelante en un libro llamado Por qué la Austeridad mata. El coste humano de las políticas de recorteVI, uno de cuyos capítulos está dedicado precisamente a la crisis demográfica rusa.
Los doctores se alarmaron e indignaron porque entendieron que detrás de esta terrible crisis demográfica, de la cual Rusia y los rusos no salieron indemnes, está la política económica aplicada al inicio de la transformación y conocida como terapia de choque; de manera más general, las políticas de austeridad que buscan finanzas sanas olvidando el objetivo primordial de un Estado: garantizar la seguridad, la salud y la felicidad de la población.
De nada sirve tener finanzas sanas pero una sociedad enferma
Evolución de la Esperanza de vida de los hombres
1989-2006
Fuente: UNICEF (2011)
Quisiera entonces concluir con lo que yo llamo las enseñanzas de la transformación postsocialista. En el gran laboratorio que significó la aplicación de políticas económicas durante la transformación, salió a la luz de manera clara que la desigualdad de ingresos en un momento dado constituye el resultado de múltiples fenómenos complejos; ésta cristaliza procesos históricos, tradiciones, crisis, reformas políticas y económicas… continuidad y ruptura se mezclan en un proceso de largo plazo.
La evolución de la desigualdad de los ingresos refleja procesos en donde intervienen fenómenos de causación circular y acumulativa, procesos que se autorrefuerzan con el tiempo; por ello la necesidad absoluta del papel del Estado para revertir situaciones difíciles de cambiar. La experiencia postsocialista sugiere que el arbitraje trade-off entre eficiencia e igualdad no está confirmado. De hecho, los países que mantuvieron una protección social elevada tuvieron también un crecimiento económico sostenido y pudieron preservar sociedades más igualitarias.
Los países que mantuvieron una protección social elevada tuvieron también un crecimiento económico sostenido y pudieron preservar sociedades más igualitarias
Muchas enseñanzas de política económica deberían servir para no cometer los errores del pasado: ignorar el peso de la historia y el papel de las instituciones y particularmente del Estado, hacer tabula rasa de las condiciones iniciales particulares de cada economía, ignorar la repartición de los ingresos y la desigualdad como componentes esenciales de las transformaciones económicas y del desarrollo.
Me gustaría finalizar mi artículo con algunas reflexiones para México en estos tiempos de crisis económica y social, en donde la desigualdad y la pobreza son insultantes y cuando la violencia ha llegado a niveles intolerables.
En el corto plazo, en estos momentos en que se aprobó la reducción del presupuesto para 2017 en sectores prioritarios como educación y salud, me parece indispensable que se den a conocer varios casos en donde, a pesar de la crisis, los gobiernos optaron por aumentar o mantener los gastos en sectores fundamentales para el bienestar de la población.
Nadie nos obliga a seguir el camino de la austeridad; ésta es una elección, dentro de muchas otras opciones como vimos en el caso de la transformación postsocialista. Como dicen los doctores de la Universidad de Oxford y de la Academia de Ciencias de Nueva York, David Stuckler y Sanjay Basu: “invertir en la salud (y yo agregaría en la educación) de todos es una elección sabia en periodos fastos… pero una necesidad imperativa en los tiempos difíciles”.
Es fundamental que se escuchen las voces de quienes piden un aumento sustancial del salario mínimo como punto de partida para revalorizar el trabajo en México
Me parece también fundamental que se escuchen las voces de quienes piden un aumento sustancial del salario mínimo como punto de partida para revalorizar el trabajo en México. Existe cada vez más en la literatura reciente un consenso sobre los efectos positivos de aumentar el salario mínimo para proteger a los trabajadores, y combatir la pobreza y la desigualdadVII. La evidencia empírica contradice los modelos basados en la teoría ortodoxa según los cuales el aumento del salario mínimo tendría un efecto negativo en el empleoVIII.
En el mediano plazo, reflexionar sobre el papel del Estado implica comprender la multidimensionalidad del Estado. Uno de los factores principales de la diferencia de trayectorias durante la transformación postsocialista fue precisamente el papel y el lugar del Estado. Estos fueron profundamente transformados en el cambio sistémico. Como se observó en Rusia, el haber denigrado al Estado como consecuencia de la ideología neoliberal imperante terminó por producir una verdadera renuncia de éste, y su papel como coordinador del sistema económico y propietario de importantes fuentes de recursos del país se vio profundamente afectado, mientras que en los países de Europa central, en donde se preservó el papel del Estado, la transformación sistémica fue más parsimoniosa, con resultados mucho más positivos en lo que se refiere a la protección y a la salud de la población.
En el largo plazo, abrir nuestros horizontes para buscar soluciones a la desigualdad en México implica también salirse del debate políticas de austeridad versus políticas de estímulo, y entender que no podemos disociar lo económico de lo social. La crisis económica que vive México, la desigualdad y pobreza alarmantes, así como la extrema violencia y el aumento de la delincuencia no son fenómenos separados, sino parte de un mismo proceso en el cual la lógica del mercado se ha tratado de introducir a todos los aspectos de la vida social.
Es quizás tiempo de volver a leer al gran economista y antropólogo Karl Polanyi. Hace ya más de 50 años este gran pensador escribía en su Magnum Opus La Gran Transformación sobre las estrategias de negación de lo social, como la aniquilación de lo humano. El mercado autorregulado y sus instituciones en todas las esferas de la vida se cristalizan en conflicto, en desigualdad y en violencia.
LAILA PORRAS es Investigadora asociada al Centro de Estudios de Modos de industrialización, Escuela de Estudios Superiores de Ciencias Sociales (CEMI-EHESS), París. Autora del libro: Inegalités des revenus et pauvreté durant la transformation post-socialiste. Une analyse institutionnelle du cas tchèque, hongrois et russe, Ed. L’Harmattan, Paris, 2013. |
NOTAS:
BIBLIOGRAFÍA:
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Cornia G.A. (2001), « Transition Approaches, Institutions, and Income Inequality », in Cornia G.A. & Popov V. (eds.), Transition and Institutions. The Experience of Gradual and Late Reformers, Oxford University Press, Oxford, pp. 192-217.
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HCSO (2007), Employment and Earnings 1998-2005, HSCO.
Milanovic B. (1998), Income, Inequality and Poverty During the Transition from Planned to Market Economy, World Bank, Washington.
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Polanyi K. (1944), La gran transformación: Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo, Fondo de Cultura Económica, México, 1992.
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Rusnok J. & Fassmann M. (1998), « The True Effects of Wage Regulations in the Czech Republic », in Vaughan-Whitehead D., (ed.), Paying the Price: the Wage Crises in Central and Eastern Europe, New York, St. Martin’s Press, pp. 140-181.
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Stiglitz J. E. (2002), La Grande Désillusion, Fayard, Paris.
Stuckler, D. et al(2009), “Mass privatisation and the post-communist mortality crisis: a cross-national analysis”, The Lancet, Vol. 373, No9661, p. 399–407, Enero 2009.
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