Un editorial de The New York Times (NYT) agradece al Papa por definir una política clara sobre la ayuda a los mendigos, que crecen en múltiples ciudades y en América Latina, donde aumenta la pobreza extrema. Hay quienes vacilan: “¿Debo dar, no debo dar?, ¿y si me está engañando?”
En un reportaje Francisco afirma “darle algo a alguien en necesidad es siempre lo correcto”. En lugar de convertirse en inquisidores de la pobreza, o racionalizar su negativa a ayudar con cualquier subterfugio, hay que “dar”. Para Francisco no solo importa ayudar, sino el modo en que se hace. No es simplemente tirar un billete en un vaso y alejarse rápidamente. Habría que pararse, mirar a la persona a los ojos y darle un gesto de aliento tocando sus manos.
El Papa está honrando la Biblia, que ordena en el Levítico: “No desatenderás la sangre de tu prójimo”
Las recomendaciones de una de las personalidades más respetadas del mundo no se quedan allí. Apuntan a la necesidad de proteger a los inmigrantes y refugiados (actualmente más de 200 millones, la mayor cifra de la historia contemporánea), a los niños en riesgo (16,000 mueren cada día por causas evitables), a los jóvenes sin trabajo, a la multitud de familias pobres luchando por subsistir y a todos los excluidos.
Explica en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium: “así como el mandamiento de no matar pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia el que muera de frío un anciano en situación de calle, y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre (800 millones más 2,000 millones que no tienen los micronutrientes básicos). Eso es inequidad”.
Estas prácticas tienen graves implicancias culturales. Señala: “grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas sin trabajo, sin horizontes, sin salidas. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del descarte”.
Pobreza, exclusión, descarte e inequidad están altamente interrelacionados
No basta la posesión de riquezas por parte de un país, sino cómo las usa. Arabia Saudita es el segundo exportador de petróleo del planeta, con reservas prodigiosas. Noruega es rico en petróleo, pero mucho menos que Arabia Saudita. Sin embargo, invirtiéndolo en su gente ha logrado llevar a cero la pobreza, y encabeza siempre la tabla de desarrollo humano de la ONU.
Arabia Saudita tiene serios problemas de pobreza y exclusión, además de la aguda discriminación de las mujeres. Ilustrativamente, según reporta NYT, en medio de proclamar políticas de austeridad, una delegación real visitó hace poco Indonesia para promover negocios. Acompañaron al rey 1,500 personas, entre ellos 100 custodios. Arribaron en seis boeings, y un transporte militar que cargaba entre otras cosas dos ascensores especiales para el rey. Solo para manejar las maletas se contrató una agencia que utilizó 572 empleados, mientras que el salario promedio en el reino es menor a 400 dólares y 70% de las personas no tienen casa propia y pagan muy altos alquileres.
La voz del Papa reclama conductas individuales coherentes de dar, pero al mismo tiempo de trabajar en lo colectivo por “economías justas que permitan el desarrollo pleno de todos”.
Bernardo Kliksberg es asesor especial del PNUD/ONU kliksberg@aol.com