Escrito por 12:00 am Cultura, Especial

Entendiendo a jóvenes y adolescentes

por Carlos Cruz

Mucho se dice en México, sobre la prevención social del delito y las violencias, que en el foco de la atención siempre se observa a las poblaciones de adolescentes y de jóvenes, sin embargo, en la mayoría de los casos sólo se observa desde la perspectiva de justificar la acción para y contra estas poblaciones.


Resulta oportuno iniciar una discusión sobre la forma en que la justificación de planes y programas para adolescentes y jóvenes en el marco de la lucha contra el crimen organizado en los últimos seis años ha generado una tendencia de criminalización y deterioro de la vida y la participación de adolescentes y jóvenes. No negamos tres realidades: el aumento de la violencia adolescente y juvenil; adolescentes y jóvenes como grupo poblacional que padece altas tasas de violencia letal asociada a la acción de grupos de delincuencia organizada o a la participación en los mismos, tanto como víctimas como victimarios; y, por último, la importancia cuantitativa del segmento juvenil en nuestro país, debido a su número, diversidad social, cultural y económica.

En los marcos de observación, las personas adolescentes y jóvenes son un blanco perfecto de acciones punitivas, asistenciales y en pocas ocasiones se planifican acciones de orden sistémico que permitan su desarrollo, protección y participación en el uso, goce y ejercicio de sus derechos. La mayoría de las acciones municipales son colocadas desde el pensar a la persona adolescente o joven como vulnerable, negando incluso que “nadie nace vulnerable”. Son las acciones u omisiones del Estado las que las colocan en vulnerabilidad, donde el enfoque es trabajar contra los factores de riesgo, entendiendo por factores de riesgo “cualquier característica o cualidad de una persona o comunidad que se sabe va unida a una elevada probabilidad de dañar su salud y que está presente en su ambiente social y físico”.

Incluso metodológicamente, en el enfoque de vulnerabilidad son olvidadas las conductas de riesgo que definimos como “las acciones ya sean activas o pasivas que involucran peligro para el bienestar o que traen consecuencias negativas para la salud y comprometen aspectos del desarrollo y consecuentemente tienen consecuencias, siempre están presentes en la persona”.

Sobre la base de las consideraciones anteriores, el trabajo en Cauce Ciudadano, A.C. se centra en la posibilidad de desarrollar comunidades y personas resilientes diseñando, ejecutando, evaluando y sistematizando acciones basadas en factores protectores, y fomentando estos en dos niveles:

FACTORES PERSONALES

• Mayor CI verbal y matemático

• Mayor tendencia al acercamiento

• Humor más positivo

• Desarrollo biológico estable

CARACTERÍSTICAS COGNITIVAS AFECTIVAS

• Mayor empatía

• Mayor autoestima

• Mayor motivación al logro

• Mayor sentimiento de autosuficiencia

• Menor tendencia a sentimientos de desesperanza

• Mayor autonomía e independencia

• Habilidades de enfrentamiento

Podemos, asimismo, analizar el impacto de la guerra contra el crimen organizado emprendida en los últimos seis años, la cual generó una percepción sobre la peligrosidad de las poblaciones de adolescentes y jóvenes en diversos espacios de la política pública, y la tendencia en seguir observando a estas poblaciones desde su peligrosidad para ser perpetradores o víctimas de las acciones del crimen organizado.

Si bien desde la protección de las personas puede pensarse en esta lógica, la realidad es que la vulnerabilidad no asume derechos; es asistencial; no permite el desarrollo y la participación; las personas culturalmente pierden su papel proactivo en la resolución de sus conflictos; el Estado pierde la capacidad de interlocución; y el tejido social continua su deterioro.

Los factores protectores, por lo tanto, están pensados en las fortalezas y oportunidades que las personas adolescentes y jóvenes deben tener frente a la interacción de los factores de riesgo, disminuyendo esta interacción y transformando las debilidades y las amenazas, así como el posible riesgo y daño que pueden sufrir en su vida como personas biopsicosociales. Esta primer fase se entenderá como la fase de previolencia.

Cuando los factores de riesgo interactúan, las figuras del Estado mexicano deben identificar acciones de detección temprana e implementar medidas sociales que permitan el tránsito por esta etapa etaria en paz, con justicia, participación clara y amplia, a fin de alcanzar expectativas altas y viables.

La atención de los jóvenes desde una perspectiva resiliente fortalece el tejido social y no sólo la vida de manera individual; de esta forma donde podemos ver el proceso saludenfermedad en su interacción con la acción comunitaria para evitar las violencias en la vida de las personas.

Se observa a estas poblaciones como posibles y potenciales criminales, sin embargo, para atender las problemáticas que impactan a adolescentes a partir de la mala implementación de políticas públicas de desmantelamiento de base social del crimen organizado, es indudable que la justificación atraviesa por seguir observando las variables de riesgo, criminalización y vulnerabilidad.

Como se ha visto, en Cauce Ciudadano, los adolescentes y jóvenes que desarrollan una vida no violenta o se excluyen de la delincuencia organizada son más comunicativos, informan y se informan críticamente de la realidad que los rodea, demuestran empatía y afecto, son claros en sus simpatías y no gustan del engaño de los adultos frente a supuestos simpáticos; y son carnales en el ejercicio simbólico y significativo del término.

Asimismo, son capaces de comunicar y respetarse a sí mismos y a los otros, y asumen estar inmersos en una sociedad donde se responsabilizan de sus actos y esto les permite contar con personas que confían y que apoyan positivamente su desarrollo. En resumen, tienen: a) la habilidad para poder actuar en forma independiente; b) sentido de su propia identidad; c) autorregulación como forma de autogobierno; d) desarrollo de un control de impulsos; y e) habilidad para separarse emocionalmente de una familia, amistad o pareja violenta.

Algunas recomendaciones para la acción resiliente con personas adolescentes y jóvenes son:

• Reforzar las conductas positivas que le hacen resiliente

• Estimular al adolescente en el desarrollo de su capacidad de participar en pro de su salud y cuidado biopsicosocial

• Fortalecer el manejo de la rabia/ enojo y de las emociones en general

• Reforzar aspectos de protección familiar y grupal, en su defecto contar con familiares sustitutos

• Fomentar la capacidad de reconocer esfuerzos y logros, así como desaciertos en decisiones, para optar por las mejores alternativas en situaciones cotidianas

• Promocionar sus elementos positivos que contribuyen a su protección, participación y desarrollo

• Favorecer la presencia de un referente positivo

• Entender el comportamiento de las poblaciones juveniles y sus contextos históricos, geográficos, espaciales, de género y generacional

• Promover desde el Estado mexicano acciones afirmativas a favor de las poblaciones de adolescentes y jóvenes

• Entender el contexto de discriminación y autoexclusión provocada por la violencia y el delito de crimen organizado.

• Entender que ninguna violencia es privada; todas las violencias son públicas y es el Estado quien debe mediar y atender el daño generado propiciando la reparación y el principio de no repetición

• Reconocer y brindar especial atención a los derechos de adolescentes y jóvenes que son violentados

• Impulsar un cambio de paradigma de la represión hacia las adolescencias y las juventudes por el paradigma de la prevención

• Transformación de la especialidad en los ámbitos escolares, comunitarios y de las viviendas

• Promoción de una cultura de la paz; formación en habilidades para la vida para la prevención de riesgos psicosociales; atención del daño a las víctimas de la violencia; y resolución no violenta de conflictos

• Construir un sistema nacional de desmovilización de víctimas-victimarios adolescentes y jóvenes que incluya la protección de sus identidades, la justicia restitutiva y restaurativa; las casas de transición; y el principio de la seguridad humana

• Fomentar políticas públicas que generen en las poblaciones adolescentes y jóvenes: disposición y uso de un espacio social comunitario de referencia; sentimiento y manifestación de orgullo de pertenecer a un colectivo; disposición y uso de un espacio de autorreflexión; tener la capacidad de buscar y usar información por sus propios medios; capacidad de autogestionarse/ gestionar su vida; y autogestión del tiempo, las tareas y las relaciones familiares y con amigos.

De no ser así, las posibilidades de revertir el fenómeno de las violencias en el país estará destinado a perder la oportunidad de que mujeres y hombres adolescentes y jóvenes asuman su papel histórico de transformar, junto a las instituciones del Estado mexicano, la realidad impuesta por el paradigma de la represión y la mirada vulnerable y asistencial de los oprimidos.•

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