Viendo la situación económica mundial por encimita las cosas parecen ir bien, o no tan mal como se esperaba, nos dice el reciente informe Perspectiva de la economía mundial, del Fondo Monetario Internacional. En una segunda ojeada, sin embargo, resulta que lo más probable es que las cosas empeoren y la tan temida Recesión Global esté más cerca de lo deseable, o, por lo menos, que la desaceleración sea más rápida de lo que se había previsto.
Escrito por: Enrique Provencio D.
El panorama pintaba un poco mejor a principios de 2023, pero ya entonces se avizoraba un año difícil. Ahora se espera que la expansión económica sea menor a lo anticipado, que en los próximos cinco años la expansión mundial sea en promedio de un tres por ciento, y que para los países de mayores ingresos no llegue al dos por ciento anual. El quinquenio 2024-2028 sería el de menor dinamismo en las últimas cuatro décadas.
Después del repunte, o mejor dicho el rebote de 2021, la economía global ya no volvió a las tendencias previas a la pandemia, primero por la interrupción provocada por los confinamientos y las rupturas de las cadenas de suministro, luego por el impacto de la guerra contra Ucrania, sobre todo en la energía, los alimentos y las materias primas, y enseguida por la inflación. Ahora son las amenazas de inestabilidad financiera y los efectos colaterales del incremento de las tasas de interés, que están provocando menos créditos y un encarecimiento del consumo, los que están generando más riesgos e incertidumbres.
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Pero hay otras causas que apuntan hacia menores tasas de crecimiento, además del telón de fondo demográfico. China y Corea han ajustado a la baja sus pronósticos de los próximos años, y filtrarán ese efecto hacia el resto del mundo por su considerable peso en el comercio y las inversiones. Se están posponiendo o retrasando diversas reformas necesarias para la expansión de los países de menores ingresos, en la flexibilización de las reglas comerciales, por ejemplo, y las capacidades de absorber las nuevas tecnologías son más lentas que la generación de las mismas, de tal modo que no son tan claros ni tan inmediatos sus beneficios en la innovación y el desempeño económico.
Por estas y otras razones, es posible que se adelante una tendencia en la que el mundo reduzca su crecimiento económico. Pocos ejercicios se aventuran a explorar lo que puede ocurrir con las economías dentro de medio siglo, por tantos supuestos y contingencias que hay de por medio, pero los pocos que se hacen, como los de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y otros de algunos bancos, anticipan que ya no volverán las épocas de expansión acelerada. Lo que esperan es que para mediados del siglo la economía mundial crezca cerca del dos por ciento anual, pero algunos estiman que es un adelanto optimista y que más bien estamos ante una perspectiva cercana al estancamiento, ya descontando el comportamiento demográfico.
Palabras más y frases menos, este es el contexto en el que estaremos este y el próximo año, y es también el marco de los Pre criterios de política económica para 2024, que recibió la Cámara de Diputados el pasado 31 de marzo, y que contiene los supuestos y orientaciones en las que se basará el siguiente presupuesto de egresos de la Federación, el último del actual periodo de gobierno.
Para México, lo que se espera es que en los próximos diez años la producción por persona aumente a un ritmo de uno por ciento anual, y eso si se logra compensar el deterioro de las capacidades productivas provocado por la inversión tan baja, tanto la pública como la privada. Algunos pueden pensar que esto será bueno, y que entre menos crezcan las economías mejor será para el medio ambiente y en especial para reducir las amenazas del cambio climático. Sin embargo, hasta ahora no sabemos como lidiar con sociedades estancadas en sus economías, o de crecimiento tan bajo que no alcanza siquiera a reponer las capacidades productivas que se van agotando. Y este contexto puede ser contraproducente no solo para el bienestar sino también para las mejoras ambientales.
Por ahora, los Pre criterios de política económica para 2024 le apuestan sobre todo a la llegada de las nuevas inversiones que están mirando a México como parte del proceso de relocalización para acercarse al mercado de América del Norte, y en especial a Estados Unidos. Esto viene ocurriendo ya desde 2022, según muy diversos indicios, y puede contribuir a un mayor dinamismo, en efecto. Sin embargo, tanto las estimaciones externas como otras que se hacen en México apuntan a que, con todo y este flujo de nuevas inversiones (nearshoring y sus variantes), lo más probable es que para 2023 y 2024 el crecimiento económico en México esté más cerca del dos que del tres porciento que esperan los Pre criterios de política económica.
Puntos porcentuales menos o más, lo central será revisar si una afluencia de capitales y su consiguiente efecto en el comercio internacional significarán un viraje significativo en el desarrollo incluyente y sustentable de México, que no replique la experiencia de las últimas dos décadas y media, sobre todo en las desigualdades regionales y sociales, en los entornos fronterizos y en la precariedad social. Este tema no debe dejarse para la política económica, social y presupuestal de 2025 en adelante, incumbe a lo que se puede hacer pero no se está haciendo aquí y ahora.
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