Escrito por 6:53 am Cultura, Mario Luis Fuentes

Entre cráneos y fragmentos

cráneos

La crisis se profundiza. De acuerdo con los últimos reportes de organismos internacionales y de la sociedad civil, en México se encuentran en análisis forense alrededor de 10 mil cráneos, y hay cerca de 200 mil fragmentos de restos humanos que han sido exhumados de las llamadas fosas clandestinas, que auténticamente son fosas infernales de maldad y sadismo.


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La justicia mexicana atraviesa una de sus peores crisis; y esto es grave, porque su adecuado funcionamiento es el sustento insustituible para la consolidación de nuestro régimen democrático.

Sin justicia, sin la vigencia del Estado social de derecho, las libertades peligran, la seguridad y patrimonio de las personas se encuentran constantemente amenazadas, y la vida de miles está siendo arrancada, literalmente, de tajo, dejando un atroz reguero de sangre por todo el territorio nacional.

Frente a lo anterior, tenemos un gravísimo problema de impunidad, los delitos son muy poco castigados; del total de los actos ilícitos que se cometen, muy pocos se convierten en denuncias ante las instancias de procuración de justicia; un porcentaje menor llega a tribunales. Ahí se dictan muy pocas sentencias, con un elemento a considerarse; de acuerdo con varios expertos, tenemos un índice de sentencias condenatorias, al menos inusual, respecto de lo que ocurre en otros países; lo cual nos ha llevado a ser una auténtica “fábrica de culpables”.

De acuerdo con los informes que ha presentado la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en torno al sistema penitenciario, en México hay recluidas alrededor de 140 mil personas; pero, de ellas, alrededor del 40% se encuentra ahí sin haber recibido una sentencia; en miles de casos, lo están después de varios años, violando el mandato y sentido constitucional de impartir justicia pronta y expedita.

Nos hemos convertido en un país de víctimas: en primer plano, quienes han sufrido el embate de la delincuencia y, por el otro, quienes reciben el embate del Estado, el cual se realiza de manera ilegítima, pues no se apega al espíritu constitucional de garantizar en un sentido amplio los derechos humanos e impartir una justicia ejemplar, que permita la auténtica reintegración social de quienes han violado la ley.

El presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ministro Arturo Saldívar, en la sentencia que propuso respecto de la guardería ABC, presentó un diagnóstico que era demoledor: la administración del Estado se encontraba —y se encuentra— en un estado de desorden generalizado: incumplimiento de normas, opacidad y ausencia de perspectiva de derechos humanos.

Es uno de los diagnósticos que pueden considerarse ejemplares, porque desde el ámbito de la impartición de justicia se plantea una perspectiva mayor respecto de lo que es urgente transformar: un profundo déficit de estatalidad, pues las autoridades no cuentan con las capacidades para dar cumplimiento a lo establecido en el orden jurídico nacional.

Esos datos son de escándalo; y a fuerza de verlos a diario, hemos entrado en un extraño estado de normalización en el que lo escandaloso se mira como cotidianidad inevitable y frente a la cual no queda sino la resignación. Pero aceptarlo así es una calamidad. El escándalo se mantiene y crece; y el horror toma cada vez más un cariz inenarrable, cuyas raíces debemos ser capaces de cortar de tajo.

En México se ha instalado lo que Adorno y Horkheimer llamaron la lógica de la furia; y que involucra mucho más que la mera violencia asesina; porque la que enfrentamos es una que parece anclada e intrínseca al modelo económico; consideración que debe retomarse con la seriedad requerida, porque, además, es evidente que el crimen organizado y sus estructuras han penetrado a varios espacios de gobiernos estatales y municipales.

No podemos seguir siendo un país en el cual los tétricos “hallazgos” de calaveras y huesos sean el telón de fondo en que crecen nuestras niñas y niños. No podemos seguir siendo un país sin justicia y, sin duda, es urgente recobrarla como uno de los pilares de la cohesión social; y en uno de los bienes sociales y democráticos más preciados.

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Este artículo fue publicado originalmente en el periódico Excélsior: https://www.excelsior.com.mx/opinion/mario-luis-fuentes/entre-craneos-y-fragmentos/1359224

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