Escrito por 12:00 am Desigualdades, Especial

Entre la educación y la explotación laboral

por Mauricio Padrón

Cintillo FINAL

Este documento tiene como propósito poner sobre la mesa algunas de las características, elementos o factores asociados al trabajo infantil, con miras a brindar herramientas para la lectura, la discusión y el análisis de una realidad que, como los datos indican, involucra a un número de niñas, niños y adolescentes (NNA) por demás significativo. Entonces, no se busca hacer una revisión exhaustiva y profunda del fenómeno, sino solamente indicar o delinear dimensiones, ejes o rasgos que se consideran fundamentales para su entendimiento y posible explicación


Así, y como forma de dimensionar el fenómeno, es posible afirmar que actualmente ninguna región del mundo está libre de trabajo infantil. De acuerdo con datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2013), en 2012 aproximadamente 168 millones de Niñas, Niños y Adolescentes (NNA) con edades entre los 5 y los 17 años se encontraban en situación de trabajo infantil, de los cuales 12.5 millones vivían en la región de América Latina.

Si bien estos datos reflejan una realidad adversa, es de reconocer ciertos avances en su combate. Entre 2008 y 2012 la población infantil mundial ocupada disminuyó en 47 millones, al pasar de 215 a 168 millones. En el caso mexicano, las cifras también muestran una disminución, pues entre 2011 y 2013 la población de 5 a 17 años en situación de trabajo infantil disminuyó en poco más de 500 mil.

Es importante mencionar que el supuesto desde el que se parte reconoce que el trabajo infantil es un fenómeno por demás complejo, que en muchos casos es invisibilizado por desarrollarse en el ámbito privado (trabajo doméstico en el propio hogar), o “cuasiprivado” (como el trabajo desarrollado en un negocio familiar). En este sentido, la fuente de información también imprime cierta dificultad añadida, dado que las actividades que se busca analizar son intermitentes y muchas veces no son consideradas como trabajo, por lo que resultan poco valoradas y difíciles de medir (Padrón y Navarrete, 2012).

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Educación, pobreza y cultura: elementos clave

Si bien la perspectiva asumida admite tantas definiciones como formas asume el fenómeno, la literatura sobre el tema ha mostrado que la educación, la pobreza y la cultura son tres elementos clave para su comprensión. Por lo tanto, la descripción, el análisis y la explicación de este fenómeno obligan a considerar los contextos sociales, políticos, culturales, económicos, históricos y jurídicos que lo rodean, de forma tal que la perspectiva no solo conceptual sino también interpretativa tengan un carácter integral y multidimensional.

Entonces, desde lo cultural el tema del trabajo infantil ha generado polémica, ya que muchos creen que es normal que los niños colaboren desde pequeños con las tareas del hogar y ayuden a sus familias. Es así que, de acuerdo con Anker (2000), la cultura actúa fundamentalmente sobre el trabajo infantil a través de su naturalización y lo considera como una instancia de aprendizaje, capacitación y compromiso con las responsabilidades, con base en las tradiciones y costumbres sociales y familiares.

Desde la educación o la escolaridad, y en paralelo al sistema de normas y valores, se reconoce que un mayor nivel educativo de los padres permite considerar, según Canagarajah y Coulombe, 1997; Ray, 2000; Mier y Terán y Rabell, 2001, las ventajas que la escuela tiene en el futuro de los hijos, de manera que la educación familiar se convierte en una forma probable de romper con la reproducción intergeneracional del trabajo infantil. Es decir que NNA con padres o madres más educados tienen menos probabilidad de trabajar, haciendo que la escolaridad funcione como un mecanismo protector de la participación económica de NNA.

El tercer elemento vinculado con lo económico indica que, aunque la pobreza explica una parte importante del fenómeno, de acuerdo con los estudios existentes, la relación entre ambas situaciones no es determinante ni tan fuerte como suele presentarse (Gunnarsson et al., 2005).

El cuarto componente: el género

Adicionalmente, aunque no menos importante, es imprescindible ubicar al género como un factor crucial para referirse, entender y explicar el trabajo infantil. A pesar de que el trabajo infantil constituye una violación de los derechos de la infancia (tanto de los niños como de las niñas), estas últimas comienzan por lo general a trabajar a una edad más temprana que los niños, especialmente en las zonas rurales, donde el trabajo infantil es más frecuente. Además, son las niñas las que suelen trabajar más en el hogar que los niños.

Como consecuencia de la influencia de los papeles tradicionalmente asignados a cada género, muchas niñas (aunque no es exclusivo de ellas), se ven privadas de su derecho a la educación o deben hacer frente a lo que se denomina la triple carga: tareas domésticas, trabajos escolares y trabajo propiamente dicho, sea remunerado o no, y que en general es desarrollado fuera del hogar.

Desde este aspecto es importante destacar que aunque se reconoce el efecto de las actividades domésticas no remuneradas que realizan los niños y las niñas en sus propios hogares sobre su desarrollo escolar, no existe pleno consenso entre los especialistas sobre el número de horas después de las cuales las actividades domésticas impactan de manera negativa en la educación; de igual manera, poco se ha avanzado en la medición, identificación y delimitación de las actividades domésticas peligrosas, e incluso hay debate en considerarlas o no como trabajo; aspectos en los cuales es necesario continuar investigando.

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Es por estas cuestiones, en lo general, que los instrumentos jurídicos resultan insuficientes para garantizar los derechos de niñas y niños, justamente porque no consideran contextos concretos; es decir, situaciones que no pueden identificarse claramente como trabajo de acuerdo con las definiciones legales, pero que constituyen actividades que dificultan o impiden claramente el ejercicio de otros derechos de las NNA (González y Padrón, 2012).

Trabajo, infancia y derechos

Además de las limitaciones del derecho en el sentido descrito, resulta interesante observar la distancia existente entre la “realidad jurídica” y la “realidad social”. En repetidas ocasiones los temas vinculados con la titularidad y garantía de los derechos han sido abordados de una manera simplista e inadecuada, haciendo evidente que las leyes son necesarias pero no suficientes para cambiar percepciones, actitudes y valores. En el caso de los derechos de niñas, niños y adolescentes esta realidad es patente, debido a los obstáculos que su incorporación como titulares plenos de derechos ha tenido tanto en el ámbito teórico como práctico.

Quizás una manera de ejemplificar la idea anterior provenga de la posibilidad de identificar los dos posicionamientos políticos respecto al trabajo infantil, a saber, el abolicionista y el proteccionista, mismos que constituyen enfoques condicionantes para las acciones de los organismos públicos, privados o sociales en la materia.

El enfoque abolicionista considera que el trabajo infantil es nocivo y vulnera los derechos consagrados en la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), argumentando que afecta negativamente la educación, la salud y la seguridad ocupacional y personal de las niñas y los niños. Desde esta óptica, el trabajo infantil se plantea como un problema social a ser eliminado, ya que se percibe a la infancia como una etapa de preparación para la vida adulta que requiere de cuidados especiales; se considera que el trabajo de las niñas y niños va en detrimento de esta etapa formativa porque atenta contra su educación y salud mental y física.

Desde el enfoque proteccionista, o también llamado de valoración crítica o enfoque centrado en el sujeto, la premisa es la valoración crítica del trabajo infantil, y se destacan los aspectos positivos, tratando de recuperar las potencialidades de una experiencia laboral que forma parte del proceso socializador. Desde esta posición se considera que el trabajo no es negativo en sí mismo, sino en función de sus características y de su desempeño. Este enfoque defiende el derecho de niñas y niños a trabajar y se le otorga a la actividad temprana un carácter formativo- cooperativo, donde sólo se condena la explotación.

En definitiva, el reconocimiento del estatus de sujetos de derechos de niñas, niños y adolescentes supone una modificación en las visiones respecto de su función social. La familia, la escuela y la comunidad se convierten en espacios privilegiados para posibilitar su desarrollo, a partir del lugar que se asigna a la niñez y a la adolescencia.

Ahora, si bien en el ámbito académico existe consenso acerca de que el trabajo infantil incide negativamente en el desarrollo de las niñas, niños y adolescentes, que afecta su presente y su vida futura, conviene preguntarse si hay una construcción social al respecto.

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Posiblemente sean varias las respuestas, ya que, como se decía antes, muchas veces el trabajo infantil está oculto, y en otras ocasiones está naturalizado, ya sea porque se percibe como inevitable, como estrategia de supervivencia o como algo positivo, asociado al valor formativo del trabajo en la niñez. Es más, cabe cuestionarse si las tareas que impiden la asistencia a la escuela o que obstaculizan el aprendizaje e incluso llevan al abandono escolar pueden ser concebidas como educativas o formativas para el futuro.

Conclusiones

El trabajo infantil tiene múltiples causas relacionadas con factores culturales, sociales, económicos y políticos, constituyéndose en un problema social donde está presente la pobreza y, sobre todo, la pobreza extrema, la desigualdad, la inequidad en el reparto y acceso a las oportunidades (educación, trabajo, servicios), el desempleo, la marginación, entre otras.

Desde la perspectiva de la OIT (2013), son cinco los factores que causan el trabajo infantil y que están estrechamente relacionados. Los tres primeros (pobreza, educación y normas sociales) pueden vincularse con la oferta de mano de obra infantil e inducir a los progenitores a integrar a sus hijos en sus propios negocios, parcelas o granjas, o incluso en el mercado de trabajo. Los otros dos se relacionan con la demanda de trabajo infantil, ya sea de los negocios y granjas familiares o de otros tipos de empresas.

Ahora, definir el trabajo infantil como problema público pone el acento en el hecho de que no sólo se trata de un asunto relevante, sino que representa una de las caras más visibles de otra serie de problemas, casi siempre interdependientes. El trabajo infantil, en consecuencia, se considera un asunto de interés general, toda vez que debe ser centro de atención del Estado, pero también de los sectores público, social y privado.

BIBLIOGRAFÍA:

I. Anker, Richard (2000), “La economía del trabajo infantil. Criterios para su medición”. En Revista Internacional del Trabajo. Vol. 119, Núm. 3.

II. Canagarajah, S. y Coulombe, H. (1997). “Child Labor and Schooling in Ghana”. En Policy Research Working. Paper 1844. The World Bank. Washington, D. C.

III. González Contró, Mónica y Mauricio Padrón Innamorato (2012), “Encuadre normativo y empírico para un diagnóstico del trabajo infantil en México”. En Oñati Socio-Legal Series. Vol. 2. Núm. 2. Gipuzkoa. España.

IV. Gunnarsson, Victoria; Peter F. Orazem y Guilherme Sedlacek (2005). “Changing Patterns of Child Labor around the World since 1950: The Roles of Income Growth Parental Literacy and Agriculture”. En Social Protection Discussion Paper. Banco Mundial. Washington, D.C.

V. INEGI (2014). Resultados del Módulo de Trabajo Infantil (MTI) 2013. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Aguascalientes. México.

VI. Mier y Terán, Marta y Cecilia Rabell (2001). “Condiciones de vida de los niños en México, 1960-1995”. En José Gómez de León y Cecilia Rabell (eds.). La población de México. Tendencias y perspectivas sociodemográficas hacia el siglo XXI. Fondo de Cultura Económica y Consejo Nacional de Población. México.

VII. OIT (2013). Medir los progresos en la lucha contra el trabajo infantil Estimaciones y tendencias mundiales entre 2000 y 2012. Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC). Ginebra. Suiza.

VIII. Padrón Innamorato, Mauricio y Emma Liliana Navarrete (2012). “Una mirada sobre el trabajo infantil en México. El Modulo de Trabajo Infantil de la ENOE”. En Coyuntura Demográfica. Sociedad Mexicana de Demografía. Ciudad de México. México.

IX. Ray, R. (2000). “Poverty, household size and child welfare in India”. En Economic and Political Weekly. Vol 35. Num. 39. Bombay. India.

Mauricio Padrón
Doctor en Estudios de Población por el Colegio de México, A.C. Investigador titular de Tiempo Completo del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Es Coordinador del Grupo Científico sobre Mercados Laborales de la Sociedad Mexicana de Demografía mauriciopadron@gmail.com
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