Uno de los fenómenos que más ha costado erradicar en México, en lo relacionado con los derechos de las niñas, niños y adolescentes, es el relativo al matrimonio infantil, pero también la formación de pareja con vínculo matrimonial en edades tempranas.
Sigue al autor en twitter @saul_arellano Investigador del PUED-UNAM
Al respecto y de manera afortunada, en México se ha conseguido, no sin muchos esfuerzos y demandas fundamentalmente planteadas desde la sociedad civil y la academia, reformar los marcos jurídicos locales para homologar la edad mínima permitida del matrimonio para mujeres y hombres, así como también elevarla hasta los 18 años de edad en la mayoría de los casos.
A pesar de ello, en nuestro país siguen registrándose miles de casos en los que las y los contrayentes son muy jóvenes, o incluso se unen en vínculo matrimonial antes de llegar a la mayoría de edad. En la mayoría de estas niñas, niños y adolescentes, estas decisiones están mediadas por presiones familiares, o por la ausencia de estructuras de protección y cuidado que les permitan tomar las mejores decisiones en aras de garantizar el principio del interés superior de la niñez, y el adecuado y libre desarrollo de su personalidad.
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De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en su última actualización de las estadísticas de nupcialidad, en el periodo del 2010 al 2019 se han registrado 357,593 matrimonios entre personas que tenían, al momento de contraer nupcias, entre 15 y 19 años de edad.
De manera positiva, la tendencia es decreciente, pero no al ritmo que se requiere si lo que se desea es efectivamente evitar que personas menores de 18 años se unan en vínculo matrimonial o, en otras palabras, cumplir con la meta que debía haber alcanzado nuestro país hace ya varios años, de erradicar el matrimonio infantil.
Es importante decir que, si en 2010 hubo 53,590 matrimonios de niñas, niños y adolescentes menores de 19 años, para el año 2015 la cifra había logrado a reducirse a 31,682; mientras que para los años de 2018 y 2019 las cifras disponibles muestran que hubo 18,078 y 18,158 casos, respectivamente.
De esas cifras, la mayor parte se ubican entre los 17 y 18 años; lo cual indica que sigue incrementándose la edad en que las y los más jóvenes deciden hacer vida en pareja mediante el vínculo matrimonial.
Al respecto, vale reflexionar que se trata de una importante transformación que se asocia a cambios estructurales tanto en lo demográfico como en lo cultural, y es una buena noticia para el país que cada vez haya menos personas que, siendo menores de 18 años, contraen matrimonio.
Hay grupos conservadores que durante años se opusieron a elevar la edad mínima permitida para el matrimonio; y otros que continúan hasta ahora confundiendo esa figura con la de las familias; lo que, es más, siguen asumiendo que el único modelo válido y legítimo es el de la familia nuclear, heterosexual y preferentemente jefaturado por un varón.
Lo que los datos nos muestran es que las sociedades sí pueden lograr cambios relevantes en favor de los derechos humanos; pero, sobre todo, lo más urgente es seguir trabajando por construir un país apropiado para la niñez en el que en todo momento se garantice su derecho de prioridad, bajo el principio del interés superior de las niñas y los niños.
Un país sin matrimonio infantil es una meta que debe alcanzarse; y si bien se trata de una materia de competencia estatal, lo cierto es que el gobierno de la República debería liderar e impulsar más transformaciones a favor de los derechos de las mujeres y de las niñas y niños.
Nuestra sociedad debe seguir avanzando hacia la generación de una nueva cultura en la que sea inaceptable el matrimonio infantil; donde se garantizan derechos sexuales y reproductivos para evitar embarazos adolescentes y no deseados; y donde a las y los más jóvenes se les abren todas las oportunidades posibles para que tomen decisiones inteligentes, informadas y suficientemente pensadas.
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Frase clave: Erradicar el matrimonio infantil