La toma de protesta, o “inauguración” como le dicen en los EUA, del presidente Joe Biden ha sido un viento refrescante de esperanza de cambio para ese país y para el mundo. México incluido, aunque nuestros gobernantes le hayan hecho muecas hasta el final. Es un retorno a la razón y a la responsabilidad ante las emergencias que nos asolan, en estas difíciles coyunturas en la salud, en el medio ambiente, en la economía global, la violencia social y en las migraciones.
sigue al autor Luis Miguel Rionda en Twitter @riondal
Me ha sorprendido la velocidad con la que la nueva administración demócrata ha asumido las distintas urgencias. Quince órdenes ejecutivas desmantelaron buena parte de los disparates trumpistas. Para nuestro país es de suma importancia que se haya detenido en seco la construcción del muro de la ignominia, un monumento horrendo a la segregación, a la intolerancia y al racismo. Ojalá sea sustituido por una política racional que regule la inmigración a ese país, y que nuestro gobierno federal haga lo mismo. Las migraciones son como los fenómenos naturales: imparables. Sólo pueden mitigarse sus efectos negativos y potenciarse los positivos. Centroamérica y buena parte de México claman por ayuda, no por represión contra sus necesitados desplazados.
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También celebro la recuperación del programa DACA, que fue una de las herencias más humanitarias del expresidente Obama. Los jóvenes indocumentados deben ser convertidos en repositorio de talento para esa nación. Algo similar debería hacer México con sus inmigrantes indocumentados, para romper el círculo de la pobreza generacional. La juventud debe recibir apoyos, no redadas.
El regreso de los Estados Unidos al acuerdo de París es otra espléndida noticia. La economía más grande del mundo genera volúmenes enormes de desechos sólidos, gaseosos y líquidos al medio ambiente, que como todos sabemos es nuestro único hogar. Es urgente revertir el efecto invernadero, y con la participación de esa nación será más factible lograr el éxito en un periodo razonable. Ya lo hicimos con los agujeros de ozono –tan denunciados por nuestro querido Mario Molina (qepd)–, hasta que se logró su casi total desaparición. Cuando el mundo marcha junto, no hay reto imposible. Ojalá el gobierno de México también corrija y renuncie a las energías sucias teniendo una esperanza de cambio. Y si no lo hace, ya conocemos el caminito que siguieron los vecinos: el voto democrático.
Es evidente que el multilateralismo estará de regreso. No más falsas creencias como la de que “la política interna es la mejor política externa”, típica del aislacionismo parroquiano. El gran país del norte quiere recuperar su liderazgo en muchas materias globales que abandonó en beneficio de antiguos rivales autoritarios. Las democracias liberales deben ser solidarias entre sí, porque la sombra de los extremismos se ha expandido a todos los lares.
La empatía, el holismo y la resiliencia son las armas con las que el presidente Biden inicia su administración. Desgraciadamente son conceptos que por acá se han desterrado a un ignoto diccionario neoliberal. Por eso, hay mucho que aprenderle a los vecinos…
(*) Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato, y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío. Investigador nacional. Exconsejero electoral local del INE y del IEEG. luis@rionda.net – @riondal
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Frase clave: Esperanza de cambio
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