La violencia contra niñas y mujeres en México es intolerable. Cada día mueren más mujeres asesinadas: un promedio diario de 10 en el 2019, y, de cada 10 de esas víctimas, en al menos tres casos se trata de un feminicidio.
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En esa contabilidad del horror, debe subrayarse que cada dos días muere asesinada una niña menor de 12 años. Todas ellas, lo hacen a manos de agresores despiadados que utilizan los más crueles métodos de violencia, tortura, e inimaginables tratos crueles y degradantes.
Frente a lo anterior, sigue habiendo una enorme incomprensión de la “naturaleza” de la violencia que se ejerce en contra de las mujeres y niñas; pues si bien es cierto que ha crecido el número de mujeres que son asesinadas en el marco de la guerra que libran los cárteles de la droga y la delincuencia organizada en general, también lo es que el perfil y métodos de agresión son muy distintos a los que se relacionan con esa dimensión del crimen.
Los datos sobre feminicidio que da a conocer el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública permiten visualizar fácilmente que la fenomenología criminal respecto de las mujeres es distinta que la ejercida en contra de los hombres. En efecto, mientras que, entre los hombres, alrededor del 75% de los homicidios son cometidos por disparo de arma de fuego, en el caso de los feminicidios la proporción de este tipo de crímenes es de 21.6%.
La otra categoría que es indicativa del tipo de violencia que se ejerce contra las mujeres es el relativo a los homicidios cometidos con arma blanca; pues mientras que en el total nacional representan el 8.1%, en el caso de los feminicidios representan el 22.5%.
Hay más datos que deberían llevar a la reconfiguración de toda la política de seguridad y justicia en materia de violencia contra las mujeres (prevención, procuración e impartición): entre enero y octubre del 2019 se han registrado 28,745 homicidios dolosos, y de éstos, 5,002 fueron perpetrados “con otro elemento”, distinto a las armas de fuego o armas blancas. Esa cifra representa el 17.56% del total. En contraste, de los 833 feminicidios reconocidos en ese periodo, 431 fueron cometidos “con otro elemento”, es decir, el 51.7% del total.
Eso denominado como “otro elemento”, son piedras, vidrios, objetos sólidos, botellas, sillas, es decir, todo lo que el agresor tiene a la mano en el momento en que despliega toda su furia en contra de las mujeres. Con el añadido específico de que en estos casos se trata de asesinatos en razón del género,
Hay que considerar además la posibilidad de un número considerable de defunciones por accidente que en realidad podrían ser asesinatos; pues no debemos contentarnos, en una realidad como la nuestra, con el argumento de que la verdad jurídica es sinónimo de verdad fenoménica.
Adicionalmente, habría que considerar el número de suicidios de mujeres, en los que la víctima actúa por lo insoportable de la violencia de que es o ha sido objeto: ¿cuántas mujeres que cometen suicidio han sido víctimas de violación u otras agresiones sexuales, de violencia física, de ciber acoso o “porno venganzas”, y que deciden terminar con sus vidas antes que continuar con el insoportable sufrimiento psicológico que sus circunstancias les producen?
Un último dato a considerar es que el perfil de las mujeres víctimas de homicidio ha cambiado significativamente en los últimos 15 años. En efecto, si se observa la serie del INEGI, relativa a la mortalidad violenta de mujeres, lo que se encuentra es que de 1990 al año 2006, el promedio de mujeres asesinadas, y que no trabajaban al momento de la muerte, es de 66.2%.
A partir de esa fecha la tendencia comenzó a cambiar: del 2006 al 2009 el promedio se ubicó en 58% de mujeres que, al momento de ser asesinadas, no trabajaban. Del 2010 al 2012 el promedio se redujo a 56%; del 2013 al 2015, pasó al 55%; y del 2006 al 2018 pasó al 52%; pero hay que considerar el dato específico del 2018, en el que se invirtió la relación y por primera vez en la historia de las estadísticas de homicidio de mujeres, hubo más asesinatos entre quienes trabajaban (51.4%), que entre quienes no lo hacían (48.6%).
Las y los responsables de diseñar las políticas de prevención de la violencia contra las mujeres están obligados a interpretar adecuadamente estas cifras. De ello dependerá contra o no con mejores estrategias y programas de prevención, lo cual debe incidir decididamente en una nueva ruta para la erradicación del machismo y la misoginia.
Este artículo se reproduce con autorización expresa del autor y es publicado originalmente en Excélsior: https://www.excelsior.com.mx/opinion/mario-luis-fuentes/esto-es-intolerable-y-siempre-debio-serlo/1349525
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