La discusión sobre la cancelación del aeropuerto en Texcoco permite ver las trampas de la narrativa del capital. Se decía que de darse la cancelación vendría el apocalipsis financiero; y sin desconocer o minimizar el impacto negativo que esto sí tuvo y va a tener, la realidad indica que el “desajuste” no colapsará al conjunto de la economía nacional
De las lecciones que podemos extraer de este episodio es lo tendenciosamente artificial que puede ser una “crisis” financiera, y eso es tan peligroso o más para un país democrático, como un liderazgo populista, que también, debe decirse, es riesgoso para mantener un régimen de libertades.
Así las cosas, hay una enorme distorsión en las lecturas que los inversionistas hacen respecto de la realidad económica, al menos de nuestro país. Por ejemplo, el día de ayer el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer la actualización 2017 de las estadísticas de mortalidad en el país. Las cifras reflejan una auténtica fractura estructural del modelo de desarrollo y, como lo ha señalado Mario Luis Fuentes, expresan una inmensa tragedia debido a que se trata de “muertes que no deben ser” —título de su más reciente libro que está próximo a publicarse—.
De acuerdo con el INEGI, en 2017 se registraron 703 mil 047 defunciones, es decir, 1,926 decesos por día. 56.1por ciento se concentra entre los hombres, mientras que el 43.8 por ciento entre mujeres; lo cual indica una elevada “sobremortalidad masculina”, la cual se explica fundamentalmente por las defunciones por accidentes, homicidios y suicidios.
En general, las principales causas de mortalidad se concentran en enfermedades provocadas por lo que la Organización Mundial de la Salud ha denominado como los “determinantes sociales de la salud”.
En efecto, en México la primera causa de mortalidad en 2017 —pero así ha sido en las últimas dos décadas—, son las enfermedades del corazón, con más de 141 mil casos; en segundo lugar se encuentra la diabetes mellitus tipo II, con 106 mil 125 casos; en tercer sitio están los tumores malignos, con 84 mil 142 casos; y de manera sorprendente, por segundo año consecutivo aparecen en cuarto lugar las enfermedades del hígado, con 38 mil 833 casos, entre los cuales, las más numerosas son las denominadas “enfermedades alcohólicas del hígado”, provocadas obviamente por el consumo excesivo de alcohol.
En quinto sitio se ubican los accidentes, con 36 mil 125 casos; en sexto lugar las enfermedades cerebrovasculares, con 35 mil 248 casos; y en séptimo lugar, los homicidios, con 32 mil 079 casos. Al respecto debe decirse que los homicidios no estaban entre las diez primeras causas de mortalidad en el país hace 10 años.
Al respecto hay que hacer una precisión: desagregado por sexo, los homicidios son la cuarta causa de muerte entre los hombres; mientras que la quinta causa de muerte son las enfermedades del hígado. Destaca que entre las mujeres, la quinta causa de muerte es la enfermedad Pulmonar Crónico Obstructiva (EPOC), la cual está asociada, sí al consumo del tabaco, pero también a la exposición del humo de leña en los hogares. No hay que olvidar que en México hay más de 4 millones de hogares que cocinan exclusivamente con ese material.
No hay sistema financiero que pueda sostener el gasto que implican estas tendencias de mortalidad; y al respecto no se ha visto a los grupos empresariales exigiendo de forma furibunda la construcción de un nuevo estilo de desarrollo ante el inminente colapso que esto puede provocar en las finanzas públicas.
Es cierto que la nueva administración debe erradicar la corrupción; pero este problema exige un nuevo curso de desarrollo, sobre el cual poco se ha dicho en el proceso de transición. La siguiente administración tiene como reto construir una nueva generación de políticas sociales dirigidas a esto: a evitar el dolor y sufrimiento de millones de familias ante las cientos de miles de muertes de sus familiares, que no debieron ocurrir.