El moralista Plutarco sostenía en varias de sus obras, con plena razón, que en el ejercicio de la política son necesarias dos virtudes elementales: la honradez, que se traducía en un modo modesto de vida, y una ética de servicio público como rectora de todas las posiciones y decisiones, incluidas las de la vida privada. No son pocos los filósofos y moralistas que han coincidido con esa posición, enfrente de ella, se encuentran varias escuelas que hacen apología del pragmatismo en sus múltiples versiones, pero aun en ellas, siempre hay un límite, un freno exigible a quien gobierna o representa a la ciudadanía


De manera lamentable, en la inacabada democracia que tenemos pareciera que esos límites están rotos o definitivamente no existen. La descarnada disputa por los cargos de elección popular tiene como correlato la inaceptable violencia política que se expresa en los numerosos asesinatos y atentados cometidos en contra de candidatos y candidatas a cargos de elección popular en distintas entidades del país.

Lo que debería quedar claro en todo caso, en todos los niveles de la competencia política, es que la honestidad y una trayectoria ejemplar de vida no pueden ser vista como un “plus”, sino como las condiciones necesarias para participar en la disputa por el poder político y la representación popular. La honestidad, en resumen, no puede ser una propuesta de campaña, sino la condición necesarísima para ser candidato a cualquier cargo de elección popular.

Desde esta perspectiva, lo que es urgente es exigir que todos quienes están participando en el proceso político-electoral transparenten su actuar. Porque si algo es incontrovertible es que no podemos seguir aceptando que los políticos sean todo, menos pedagogos de la política y el decoro público.

Lo que debe comprenderse es que un “buen político” sería aquel que reúne, al menos, cuatro características: la primera, insustituible, tener una trayectoria de vida intachable en su desempeño público; la segunda, tener la capacidad y la formación necesaria para el ejercicio del cargo que pretende ocupar; la tercera, tener independencia respecto de los poderes fácticos para garantizarnos que velará por los intereses ciudadanos; y cuarta, tener la capacidad de escuchar y de dialogar, de corregir y de modificar posiciones y de asumir que nuestro país es plural, diverso y que es necesario considerar y asumir las distintas cisiones y necesidades regionales.

Por ello, quien gane la Presidencia de la República, debe actuar, precisamente, con el propósito mayor de restituir un carácter ético al gobierno: mesura y prudencia en la toma de decisiones; racionalidad y cientificidad en el diseño de las políticas públicas y generosidad para el diálogo político de altura y con vocación reconciliadora con las distintas visiones que existen respecto de lo que somos y debemos ser.

Asimismo, quien sea elegido para algún escaño en el Congreso debe ser una persona con auténtica vocación parlamentaria y comprender que va a representar, como lo establece el texto constitucional, a la nación, para así romper con la lógica reduccionista de creer que su
trabajo debe realizarse en el distrito por el que fue postulado.

Enfrentamos varios problemas que exigen solución urgente: a) violencia y criminalidad; b) corrupción, ineficiencia e ineficacia gubernamental; c) pobreza y desigualdad; d) enfermedad y muerte evitable asociadas, por citar los ejemplos más notables, a emergencias sanitarias como la diabetes y la obesidad; e) bajo crecimiento económico y fractura del mundo del empleo; f) crisis medioambiental y climática; g) inseguridad alimentaria y crisis en el sector agropecuario; h) crisis del modelo federalista; i) desorden gubernamental y descoordinación de los distintos órdenes de gobierno; j) debilidad fiscal del Estado; y k) desarticulación y falta de armonización del marco jurídico nacional para operacionalizar el mandato constitucional en materia de derechos humanos.

Resolverlos exige grandes consensos; nuevas reformas, pero sobre todo, una ética mínima en todos aquellos que tendrán la responsabilidad de tomar las decisiones para lograrlo. De eso es de lo que debería tratarse esta elección.

@MarioLFuentes1 Barack Obama presentó su último “discurso a la nación” el pasado marte

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