Disminuye la esperanza de vida
La nueva edición del Observatorio, titulada Mortalidad por COVID-19: evidencias y escenarios, elaborado por el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE)-División de Población de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), revela que el mayor impacto del COVID-19 en la esperanza de vida se ha dado en América del Norte, Europa y América Latina y el Caribe.
Lo anterior se debe a la estructura de población envejecida de estas regiones, y los organismos señalan que “cada aumento porcentual en la prevalencia del COVID-19 puede disminuir la esperanza de vida al nacer en aproximadamente 0.1 años. Con una prevalencia del 10%, se perdería aproximadamente 1 año de esperanza de vida, y a 50%, cinco años”.
En este sentido, una reducción de cinco años menos en la esperanza de vida al nacer de América Latina y el Caribe significa un retroceso respecto de los niveles de 20 años atrás en la región. Así, América Latina y el Caribe puede ser una de las regiones más afectadas debido a su estructura por edades envejecidas.
Un contexto de profunda desigualdad
Este golpe a la región se dio en un contexto de mejoras generalizadas y sistemáticas de la esperanza de vida con algunos retrocesos en ciertas causas de muerte y la presencia aún significativa de cargas de enfermedad asociadas a la desigualdad persistente, señalan CEPAL y CELADE.
La información sobre la mortalidad y la salud de las poblaciones son esenciales para el diagnóstico y la toma de decisiones de los países en términos de la salud pública.
En este sentido, los resultados del Observatorio ratifican que los niveles de mortalidad por COVID-19 en la región se han presentado en mayo cantidad en personas de edad avanzada.
“Además, una vez producido el contagio del virus, la mortalidad es más elevada en lugares con sistemas de salud fragilizados, donde hay más comorbilidades y, por ende, menor esperanza de vida al nacer”, señala el documento.
La CEPAL y el CELADE advierten que los países con mayor cantidad de personas adultas mayores y menor esperanza de vida al nacer son los que podrían verse más afectados por la mortalidad de la pandemia, dadas las características observadas de mortalidad por el virus.
Asimismo, el Observatorio Demográfico 2020 indica que la tasa de letalidad por el COVID-19 puede ser “cambiante y no estable, tanto por las mutaciones del virus y la población afectada como por los cambios en la práctica médica y en el tratamiento a medida que esta ‘aprende’ con la pandemia, algo que, a su vez, puede ser diferente en los distintos países”.
La información sigue siendo imprecisa
Otro factor relevante en la información del Observatorio es el señalamiento sobre la imprecisión de la prevalencia de la enfermedad y su impacto en la esperanza de vida al nacer.
Según el documento, ambos, prevalencia e impacto en esperanza de vida, podrían ser mayores debido al contexto de profundas desigualdades de la región, principalmente en la población con mayor vulnerabilidad.
Aunado a lo anterior, es necesario tener en cuenta también el incremento de las muertes por enfermedades diferentes al COVID-19 que no fueron tratadas por la crisis, el colapso de las instituciones de salud y a falta de acciones para revertirlo por parte de los gobiernos.
“Todo lo anterior pone de relieve la imperiosa necesidad de avanzar de manera urgente en la implementación de políticas de salud universales que garanticen un derecho humano fundamental como el derecho a la vida”, alerta el Observatorio.
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