La reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI con información para el tercer trimestre de 2021, trajo una noticia buena porque confirmó la tendencia en la mejora de la percepción de seguridad que inició en el primer trimestre de 2018, pero confirmó la inseguridad y las pésimas condiciones de algunos centros urbanos.
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Esta ocasión llamó la atención que Cd. Obregón , Son. se ubicara como la segunda urbe en percepción de inseguridad, apenas debajo de Fresnillo, Zac. En Cd. Obregón el 92.3 por ciento de la población de 18 años y más se sintió insegura, según la ENSU, y el contraste es muy claro frente a los mejores de la lista, que son San pedro Garza García, N.L. con 14.5 por ciento, y la alcaldía Benito Juárez con 21.8 por ciento.
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La ENSU incluye aspectos muy relevantes de la condición de las ciudades incluidas, y ya Saúl Escobar se ocupó en México Social de algunos como la efectividad de los gobiernos y de la violencia en los hogares
El caso de Cd. Obregón no solo destaca por su mala ubicación entre las 75 ciudades para las que el INEGI levantó información, sino también porque puede ser visto como uno de los ejemplos emblemáticos en los que la inseguridad fue alterando la vida y cambiando las expectativas de lo que fue un centro regional con perspectivas muy positivas.
Viendo por los homicidios cometidos, el municipio de Cajeme, del que es cabecera Cd. Obregón, es ahora el más violento de Sonora. Como ya se mencionó, tomando el criterio la percepción, es uno de los más inseguros de México. Como puede decirse de casi todo el país, pasó entre 2007 y 2008 de tener condiciones estables o descendentes en la inseguridad, a un ascenso creciente en las muertes violentas hasta 2013. Luego se registró un control relativo, aunque con niveles altos en comparación con el pasado, y a partir de 2017 el homicidio se salió de control.
Homicidios registrados en Sonora y en el municipio de Cajeme 1990-2020
Cajeme no fue, por cierto, el municipio donde más crecieron las muertes por homicidio a partir de 2018, y de hecho en el estado la violencia tuvo un impacto agregado aún más intenso. En 2021, sin embargo, con el asesinato de Abel Murrieta, candidato a presidente municipal por Movimiento Ciudadano, el caso de Cd. Obregón cobró aún más notoriedad, y no era para menos. Ahora apenas un 7.2 por ciento de la población se siente segura ahí, y entre las mujeres de cada 100 no llegan a 6 las que perciben seguridad en su vida cotidiana.
La pérdida de la seguridad está acompañada por la baja confianza en la autoridad local y en sus fuerzas policiacas. La percepción de efectividad que el gobierno de esa ciudad tiene para resolver los problemas es apenas de 7 por ciento (el agregado nacional llegó a 27 por ciento en el tercer trimestre de 2021). Como ocurre con tantos otros sitios, la sensación de desprotección es mayor en el transporte público, los parques, centros comerciales y en las calles, con la consiguiente pérdida de los espacios normales de convivencia.
Las preguntas son válidas para muchos otros centros urbanos, pero sobre todo para Cd. Obregón: ¿cómo fue posible que esta ciudad y su entorno perdieran en tan poco tiempo sus condiciones de relativa seguridad? ¿Qué tanto fue el influjo del cambio de tendencias nacionales y estatales a partir de 2007, cuánto fueron las condiciones locales, que hoy están en franco descontrol? Durante décadas Cd. Obregón y el valle que le da sustento fueron un caso emblemático de prosperidad, aunque en la desigualdad, cierto. Su caso no es el de una zona pobre que entra en una espiral de violencia, aunque haya grupos de población marginada, sin duda.
En lo que va del siglo el foco de atención en la inseguridad y la violencia ha ido cambiando, de Cd. Juárez o Tijuana antes del 2007, a Monterrey y Guadalajara alrededor de 2010-2011, a Acapulco en un periodo más largo, luego a varias poblaciones de Guanajuato, a las que se sumaron otras de Zacatecas y ahora Cd. Obregón. Son realidades y condiciones muy diferentes, es cierto, y esta última muestra que la prosperidad previa no garantiza seguridad futura, que el desarrollo puede truncarse o ponerse en riesgo por la inseguridad. Lo que resta es esperar que las nuevas autoridades estatales y municipales encuentren una estrategia que permita pacificar Sonora y Cajeme.
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