La crispación política se intensificó en los días y semanas recientes, y las consecuencias serán graves y duraderas. Por lo pronto, hay un daño que no es colateral: la capacidad colectiva para deliberar sobre los grandes problemas nacionales quedará aún más afectada de lo que ya estaba. Los espacios de diálogo público están reducidos a encuentros simbólicos. Con los grupos sociales está rota la comunicación, y con los sectores académicos no solo está suspendido el intercambio, sino que hay una hostilidad gubernamental abierta.
Escribe: Enrique Provencio D.
Con los empresarios hay encuentros ocasionales entre algunos grupos y el Presidente de la República, pero se diluyen en la opacidad y no se conocen las agendas o los acuerdos, si los hay. La relación formal con las cámaras sobre las políticas productivas no aparece por ningún lado. Con las agrupaciones laborales existen más vínculos, sobre todo en instituciones como la Comisión Nacional de Salarios Mínimos.
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El tono, el lenguaje y el sentido de los pronunciamientos de MORENA en apoyo al Presidente elevaron la confrontación e introdujeron más dificultades para debatir sobre las dificultades que están agravándose en el país. Lo que expresaron 53 integrantes del grupo parlamentario morenista en el Senado y 18 titulares de los ejecutivos estatales del mismo partido es, de hecho, una descalificación de todo punto de vista que no se adhiera al balance oficial sobre sus políticas y agendas, y una tajante negativa a considerar otras visiones y alternativas.
Toda fuerza política gobernante defiende su programa y sus resultados, pero lo que hicieron con sus manifiestos fue más allá de una reivindicación de su proyecto: declararon enemigos a quienes disienten, asimilaron la crítica con la traición, desconocieron la buena fe de quienes generan propuestas, igualaron a los analistas con los mercenarios, confundieron deliberadamente la conspiración con cualquier intento de diálogo informado y civilizado.
Lo que nos dicen ambos pronunciamientos es que no están a discusión ni el rumbo que está marcado ni los saldos de la estrategia gubernamental, que todo marcha sobre ruedas y que no hay necesidad de cambio alguno. Estas son las frases: “la nación va en la dirección correcta”; los proyectos insignia “están generando gran desarrollo en las zonas más olvidadas”, y este es un gobierno que “da muy buenos resultados”.
Los supuestos logros en superación de pobreza, equidad, bienestar, fomento de la inversión privada, creación de universidades, energías renovables, gestión de la pandemia e incluso en crecimiento económico, entre otros, no se soportan ni siquiera en la propia información pública. Sin embargo, cualquier diagnóstico alternativo, ya no digamos el cuestionamiento de las políticas, será considerado no solo como calumnia sino también como una conspiración desde las sombras contra el interés popular y nacional.
Este es el emplazamiento que para todo fin práctico está contenido en los manifiestos de apoyo al Presidente, y resumen muy bien la tipificación de Nadia Urbinati sobre el desfiguramiento democrático: 1) incurren en el faccionalismo, al auto asignarse la única fuente de verdad y de juicio; 2) recurren al mayoritarismo como fórmula de exclusión del disenso y de la pluralidad, y 3) se asumen como la única representación válida del interés popular, y, más aún, como su encarnación. La frase esperpéntica en la que designan al Presidente con la encarnación de la nación, la patria y el pueblo no puede tomarse como un dislate.
Sin embargo, la expresión de opiniones, la comunicación pública de análisis e investigaciones, la difusión de propuestas, el seguimiento de los resultados de las políticas y estrategias gubernamentales, entre otras manifestaciones, son un derecho inalienable que no puede ser impedido o limitado por un grupo de gobernantes, aunque hayan sido electos legitima y democráticamente, ni por una fracción de legisladores, así sean mayoría en una Cámara. Ellos mismos tendrán que recurrir a la negociación si buscan aprobar reformas constitucionales, por cierto, y lo harán en un ambiente aún más polarizado gracias a sus descalificaciones.
El saldo que están dejando estos episodios recientes de la crispación es ominoso. En palabras de Rolando Cordera, es “orfandad social, ceguera política, escándalos mayores en Palacio, círculo perverso. De estos círculos, estemos seguros, no saldremos con los grotescos rififís entre los buenos, los malos y los querubines a que nos ha llevado Palacio (El Financiero 17 feb 2022).
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